Martes, 05 de septiembre de 2023

Existe una falacia denominada de falsa autoridad, cuando se trata de acudir al argumento ad verecundiam (el de verdadera autoridad). Esta falacia vincula la veracidad de la autoridad de quien defiende una premisa, como si tuviésemos por cierto todo lo que opine, por ejemplo, un héroe de la historia, o una persona muy relevante. Se acostumbra mucho en teología acudir a estos argumentos que dan cobijo a lo que los expositores desean impartir, por lo cual se cita a autores antiguos que corren con gran fama a través de los siglos. Citar a Agustín de Hipona suele dar carácter de seriedad a ciertos argumentos, de manera que con ese salvoconducto muchos trasvasan sus herejías como si fuesen ellos mismos la autoridad.

El argumento de la Sola Scriptura viene a nuestro auxilio, ya que nos atenemos a la ley y al testimonio, como principio rector enseñado por el profeta Isaías. Para ello necesitamos comprender la gramática del texto escrito, no vaya a ser que caigamos por ignorancia en el error. El contexto en que se dijeron las cosas suele ser vital, el destinatario parcial o general, el carácter que impera en las palabras resulta un signo de importancia. Enumerar personas con relevancia moral, literaria o teológica, no puede ser la norma de guía del creyente. Los antiguos de Berea cotejaban con las Escrituras lo que escuchaban en las prédicas, para verificar su contenido.

Ahora todo suele sacarse de contexto, cuando de falsos maestros se trata. Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, se dice que Dios creó dioses; si Dios le dio al hombre la comisión de someter y sojuzgar la tierra, entonces se dice que Dios está sujeto a la autoridad humana. Esos disparates se entresacan de una literalidad rebuscada, por lo que el sentido del contexto general se pierde en esos casos tan privatizados. Alguien podría seguir ese camino retorcido de interpretación, para decir igualmente que la Biblia afirma que Dios no existe. Para ello tomaría aisladamente una línea del Salmo 14:1: No hay Dios, obviando su precedente: Dice el necio en su corazón:

En realidad, la persona que se basa en los argumentos de autoridad para socavar la Biblia está mostrando su desvío. Existe corrupción en esa manera de pensar, como si fallara el discernimiento, pero de esa forma se intenta devorar al pueblo del Señor. Sabemos que la Biblia no contiene contradicciones con ella misma, sino que hay maneras impropias de acercarse a ella para hacerla decir lo que no dice. Existe un principio de preservación divina de las Escrituras, por lo cual nos basta con que ella sea la palabra de Dios. Toda ella es útil para el hombre de Dios, suficiente para no esperar nuevas revelaciones misteriosas.

Jehová ama la rectitud, la ciencia y el entendimiento (Jeremías 3:15), por lo cual sus pastores enviados conformes a su corazón nos alimentan con conocimiento y entendimiento. Las substanciales verdades del Evangelio sirven como pan de vida del Señor. Pero cuando el falso maestro da comida, un hambre perpetua le queda al alma porque no puede ser saciada. Se amontonan para oír las fábulas, a los maestros de mentiras cegados por sus vientres que guían a los otros ciegos hacia un hueco común. 

Conocimiento e inteligencia, esos son los sellos de la palabra de Jehová, enviada por medio de sus pastores. El conocimiento del siervo justo nos conviene, para que seamos justificados; Cristo como nuestra justicia ha quitado la enemistad entre Dios y su pueblo. Pero hay muchos advenedizos que siguen a los pastores inútiles. Estos casos de maestros del engaño son abundantes, por lo cual dañan a las ovejas que se les atraviesan en sus caminos. Salid de allí, ha dicho el Señor; huid de Babilonia

Hay quienes sostienen que Jesucristo está literalmente en el pan y el vino, lo que nos recuerda a aquellos discípulos reseñados en Juan 6 que se escandalizaron con las palabras de Jesús (el pan que descendió del cielo, el comer su carne y beber su sangre). Pero están los que defienden esa creencia por virtud del respeto a la autoridad de la persona; asimismo, si alguien cree en la regeneración bautismal, eso debe considerarse una forma importante de creencia, ya que muchos grandes teólogos asumen tal posición. Más bien, estos puntos de vista exhiben su contradicción con las Escrituras, pero la tradición en la que se sostienen lleva mucho peso histórico. Son numerosos los nombres que pudieran citarse (Lutero, Calvino, Agustín, por ejemplo) como para tragarse cualquier herejía en nombre de la falsa autoridad. 

Si lo dijo Spurgeon, entonces será digno de consideración, sin que importe que su alma se haya rebelado contra el Espíritu Santo, cuando abjuró del que colocara la sangre del alma de Esaú a los pies de Dios (Véase el Sermón Jacob y Esaú, de Spurgeon). Si Lutero mantuvo durante años su frase A Cristo por María, entonces hay que respetarle esa herejía; si creyó por siempre en la transubstanciación, hay que venerarlo porque fue un gran luchador teológico en la historia de la Reforma. He allí el problema con la autoridad humana, la cual pretende erigirse por sobre la autoridad de la Sola Scriptura.

¿Cómo pudo morir Cristo por todo el mundo, sin excepción, pero hacer eficaz su muerte solamente en los elegidos? ¿Así opera la economía de Dios? ¿No dijo Jesús que Judas era un diablo por él escogido, que él mismo iba conforme a las Escrituras y que ay de aquel por quien fuera entregado el Hijo del Hombre? Entonces, Jesús sabía que Judas lo iba a entregar y que ese acto debía ser una realidad, por lo que no se concibe cómo Calvino escribió que Jesús le estaba dando oportunidad de arrepentirse a Judas, cuando le lavaba los pies. Pero hay que respetar ese comentario por cuestiones de autoridad, lo que en realidad resulta en un razonar falaz.

Partimos del hecho de reconocer la inerrancia de las Escrituras. La revelación de Dios es el punto de partida de nuestra fe en Cristo, en tanto el fundamento de la iglesia es Cristo también. Jesucristo, de acuerdo al pacto eterno con el Padre, sirve de único fundamento de nuestra fe (1 Corintios 3:11). Pero Cristo no es solamente un nombre al cual clamar, sino que es una persona con una obra. Es santo y sin pecado, por lo tanto es el Cordero sin mancha destinado desde antes de la fundación del mundo, manifestado en los tiempos apostólicos (1 Pedro 1:20); respecto a su trabajo decimos que vino a morir por los pecados de su pueblo (Mateo 1:21). Se convirtió en la justicia de Dios porque cumplió con todos los requisitos del Padre y de su ley, de forma que reconcilió con Dios a cada uno de los que los que conformamos su pueblo.

Su expiación es el centro del Evangelio, su núcleo, la cual no puede ser pisoteada sin consecuencias. Poco importa la religiosidad de los que menosprecian el conocimiento de la justicia de Dios, eso no los libra de su castigo que llevan a cuestas. El trabajo de Jesucristo fue consumado en la cruz, por lo cual no cabe añadirle nada más. El fundamento de cada creyente es el Dios hombre Mediador, y en él estamos fundados. Hemos de tener cuidado con los materiales con los cuales edificamos, pero de seguro que no habrá ni una sola herejía que sirva de bloque en nuestra construcción. Así lo afirma el Señor cuando dijo que ni una sola de sus ovejas se iría tras el extraño, de quien no conoce su voz (Juan 10:1-5). Por lo tanto, quien no comprenda la justicia de Dios no tiene el fundamento de su fe establecido. No fueron vanas las palabras de Isaías cuando escribió que por su conocimiento justificaría el siervo justo a muchos (Isaías 53:11).  

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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