Razón tuvieron los latinos con su frase que dice: la palabra blanda tiene su veneno (Blanda oratio habet venenum suum). Al suavizar el discurso del Evangelio se envenena la fuente, algo que Jesucristo advirtió para no hacer. Cuando enseñaba a la multitud reseñada en Juan 6, sus palabras resultaron ásperas al punto de que aquellos discípulos (montones que lo seguían) las consideraron duras de oír (Juan 6:60). El hombre natural no soporta el camino de la cruz, pero se da a la tarea de oscurecer lo que aparece prístino y sencillo.
El orgullo humano necesita doctrinas agradables, para que no lo destronen del alma de la humanidad. Lo que resulta bochornoso, en ocasiones lo denominan digno de ser imitado, como si con esa negación de la realidad descartaran lo que los acusa. Jesucristo realizó una expiación completa, algo que agradó al Padre en forma total. Esa satisfacción nos asegura la salvación a cada uno de aquellos que representó en la cruz. No olvidemos que la Escritura dice que Jesús salvaría a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21).
Los grandes tesoros cuando se consiguen son guardados con celo, custodiados con astucia y después son explotados adecuadamente. Eso se desprende en parte de lo que afirmara Jesús respecto al reino de los cielos (Mateo 13:44-46). No cambiamos el tesoro por baratijas, no recibimos espejitos a cambio del oro. Dios está contra los profetas que ven vanidad y adivinan mentira, por cuanto engañan al pueblo, diciendo: Paz, no habiendo paz, que trabajan en conjunto con los que edifican la pared y con los que la recubren de fábulas (Ezequiel 13: 9-10).
Se ha vuelto tan común hoy día la prevaricación de la doctrina de Cristo, que una mezcla de gente cohabita en los templos bajo el principio de no hacerse daño. Para esa vanidad de vida se ha inventado el criterio dualista de corazón-mente, como algo separado, dándosele preferencia al corazón que siente pasión por el Mesías pero relegando a la nada a la mente que escudriña intelectualmente. Se han olvidado de que Jesús es el Logos, la razón pura, la inteligencia, de manera que sus palabras están llenas de lógica y verdad espiritual. Bajo el ardid de amar a Jesús con el corazón, se menosprecia la doctrina bíblica que obliga a pensar.
Esa manera de actuar, Pedro la denomina habladurías del mal o detracciones (1 Pedro 2:1). La censura o murmuración contra la palabra de Dios resulta desdichada, blasfema y signo de alguien que no tiene ni al Padre ni al Hijo (2 Juan 1:9). Un niño que toma leche de su madre no consume veneno suave para después alimentarse con comida sana. El niño debe mamar la leche sana desde un principio, para ir creciendo adecuadamente, evitando su prematura muerte. De igual forma las personas que han nacido de nuevo, desde el primer momento en que han creído la doctrina propia de la salvación, deben alimentarse de la palabra incorruptible. No puede alguien pretender consumir un evangelio anatema y después saltar al verdadero evangelio, como si hubiese sido necesario navegar primero en el error.
Jesús lo afirmó por igual, que sus ovejas cuando oyen su voz lo siguen, sin que se vayan jamás tras la voz del extraño. ¿Quiénes son esos extraños? Son los mismos reseñados por Ezequiel, los que profetizan vanidad y adivinan mentira, los del otro evangelio acusado por Pablo, aquellos que desdibujan la expiación de Cristo para que resulte más suave la palabra de la cruz. Existe un mandato bíblico de inmiscuirnos en la razón, para las nuevas criaturas que somos bendecidas por Dios con las bendiciones espirituales en Cristo, para servirle con nuestros cuerpos a través de un culto racional (Romanos 12:1).
Hemos de reconocer que existe un montón de gente ordenada para tropezar en la piedra del ángulo, la roca que es Cristo, gente que carece de fundamento sólido y parece que construye su casa en la arena. La roca donde tropiezan los que hablan vanidad, y los que los siguen a ellos, tiene un filo cortante para los que no son enseñados por el Padre, para los que nunca aprenden. Ella anuncia que nadie puede venir si el Padre no lo trae, porque se necesita ser enseñado por Dios y haber aprendido, para poder ir al Hijo. De esa manera se puede comer el pan de vida, beber de la fuente de agua eterna, y no ser echado nunca fuera (Juan 6).
Es un error decir que Jesús pretendió la salvación de todo el mundo, sin excepción; es un error guardado en una falacia el afirmar que como Jesús es Todopoderoso su sangre también lo es, en el sentido de tener la posibilidad de expiar a todo el mundo, sin excepción. Continúa siendo un error el afirmar que Jesús murió por todos pero que su sangre solamente resulta eficaz en los elegidos. ¿Por qué es un error? Porque no fue lo que pretendió el Padre, como también se demuestra por la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní. El Señor rogó por los que el Padre la daba, pero en forma explícita aseveró que no rogaba por el mundo (Juan 17:9; 20).
Hoy día se ha puesto de moda el asegurar que Jesús murió de alguna manera por Judas Iscariote, que si él no se hubiera suicidado de seguro hubiese encontrado perdón. Incluso hay quienes afirman que el arrepentimiento de Judas al devolver las monedas, al confesar que había entregado a un inocente, más su intención manifiesta de castigarse con el suicidio, sirve como signo de arrepentimiento para perdón de pecados. Tal afirmación resulta en profecía de vanidad y mentira, dado que Jesús aseguró que Judas era diablo, que era el hijo de perdición que debía hacer aquello que le fue encomendado para que la Escritura se cumpliese.
Incluso Juan Calvino afirmó en sus Comentarios de la Biblia que cuando Jesús le lavaba los pies a los discípulos, incluido Judas, confiaba en que con ese acto Judas se arrepintiera. Parece ser que muchos que se acercan a la verdad todavía tropiezan con la roca que es Cristo, con su palabra, porque no vale acercarse ni tener celo por Dios (hasta llegar a matar a otro por asuntos de doctrina), sino que se tiene que haber sido enseñado por el Padre, para que habiendo aprendido se vaya seguro hacia el Señor.
Las personas reseñadas por Pablo en Romanos 10:1-4, poseían un gran celo por Dios pero no lo conocían conforme a ciencia. ¿Por qué no lo conocían, si se la pasaban estudiando el Antiguo Testamento? Porque no se sujetaban a la justicia de Dios, al ignorarla y procurar colocar la suya propia. Al parecer, gracia y obras se perturban la una a la otra, en tanto que las buenas obras son consecuencia de la gracia pero nunca su causa. El acto de examinar las Escrituras es una actividad intelectual; eso no quiere decir que una persona marginada de la cultura universitaria no pueda conocer a Dios. Simplemente se quiere decir que todos tenemos intelecto, el cual conviene ejercitar para poder conocer lo que la Biblia enseña tocante a Jesucristo. Ya Jesús lo dijo: Escudriñad las Escrituras, porque ellas son las que dan testimonio de mí (Juan 5:39).
Hay gente que sale a predicar el evangelio bajo la creencia de que aún los no elegidos pueden llegar a creer. Para ello argumentan que Cristo murió por todo el mundo, que su sangre es de tal valor que sirve como enlace para cada persona si tan solo deseara creer. ¿No encierra tal afirmación el concepto de la expiación universal? ¿Acaso los réprobos en cuanto a fe, de los cuales la condenación no se tarda, podrán ser afectados positivamente por la supuesta expiación universal? Eso equivale a decir que como Dios es amor, y dado que Él es Todopoderoso, su amor es también todopoderoso y alcanzará por sobre cualquier obstáculo a todos los perdidos. Pero eso no es lo que afirma la Biblia, como tampoco es la voluntad eterna e inmutable del Todopoderoso.
Mucho cuidado con los profetas de vanidad que hablan mentira, palabras que Dios no ha dicho, porque ellos engañan al pueblo, se dan a las fábulas, prometen prebendas que jamás saldrán como oferta divina. El Evangelio es la promesa de Dios de salvar a su pueblo de sus pecados, en tal sentido pasa por una buena noticia para todos aquellos que son creyentes, de acuerdo a los planes eternos que no cambian del Padre Celestial. Jesús vino a morir por su pueblo, por sus escogidos, por su iglesia, no por el mundo que no fue amado por Dios. ¿Suena dura esa palabra? Entonces mire el Capítulo 6 del evangelio de Juan, allí podrá encontrar a muchos discípulos de Jesús que se ofendieron por esta palabra. Ellos fueron muy sinceros y al instante se apartaron de Jesús.
César Paredes
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