La buena noticia que tenemos los que pertenecemos al pueblo de Dios es que Jesucristo se convirtió en la justicia de Dios. Su trabajo en la cruz hizo posible la redención eterna para cada uno de los que él representó. Si alguien no tiene esa doctrina de la expiación, no ha recibido todavía la buena noticia; decir que se cree en Cristo como alguien que nació, murió y resucitó resulta en una verdad, pero ¿cuál es la esencia del evangelio? Dios amó a Jacob desde la eternidad, antes de que fuera concebido, antes de que hiciera bien o mal; para él el evangelio es de verdad una buena noticia, en cambio, para Esaú no existió jamás la buena nueva.
Tampoco hubo una promesa de salvación para Judas Iscariote, sino todo lo contrario: era un diablo y debía hacer aquello que se le había ordenado. Su castigo vendría como consecuencia de su maldad, pero el daño que debía hacer estuvo profetizado. El mismo Cristo le dijo: lo que has de hacer, hazlo pronto. Señaló que él lo había escogido pero que era un diablo, así que de esa manera la Escritura se cumplía. Quizás alguien piense que Judas es una excepción, pero la Biblia dice todo lo contrario. Ella habla de aquellos que fueron ordenados para tropezar en la roca que es Cristo (1 Pedro 2:8).
La gente de religión no aprecia esta doctrina bíblica, más bien la condena por considerarla una palabra dura de oír. Pero el amor de Jehová nuestro Dios se ha manifestado por medio de su misericordia, en que siendo nosotros pecadores Cristo murió por nuestra causa. Ahora bien, nadie puede decir verdad si afirma que Cristo murió por Judas. Tampoco murió por los que fueron ordenados para tropezar con Jesucristo, ni por ningún otro réprobo en cuanto a fe. ¿Murió Jesús por aquellos cuyos nombres no fueron escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo? En absoluto, como lo asegura Apocalipsis 13:8 y 17:17. No murió por aquellos por los cuales no rogó la noche antes de morir (Juan 17:9).
En Jehová será justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel (Isaías 45:25); ¿cuál descendencia? Todo el Israel de Dios, todo el remanente, como bien se ha dicho: si fueren los israelitas como la arena del mar, solo el remanente será salvo. No todo Israel (todo israelita nacional) será salvo, sino que en Isaac sería llamada la descendencia, la cual es Cristo. Pero el remanente es el conjunto de personas que Jehová ha escogido para brindarle su cobijo y amor. El mundo desprecia ese amor, porque nunca lo ha percibido. Puede darse cuenta de la providencia divina, pero jamás del amor que no le ha sido conferido.
Se ha escrito que será feliz aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Feliz será aquel a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño (Salmos 32:1-2). Vemos que aquella persona que no tiene engaño en su espíritu es todo aquel que ha recibido la doctrina de Cristo. Los que no permanecen en la doctrina de Cristo tienen el engaño del enemigo, del falso maestro, de la errónea enseñanza. Por supuesto que esa doctrina sigue siendo dura de oír para los que no tienen los oídos prestos para el evangelio. Lo mismo les aconteció a un grupo de discípulos que siguieron a Jesús por mar y tierra, emocionados por el milagro de los panes y los peces. Ellos murmuraron cuando comprendieron lo que Jesús les decía: que ninguno podía ir a él si el Padre no lo enviaba.
El evangelio de Juan, Capítulo 6, debe ser leído por aquellos que se interesan en la doctrina de Jesucristo. Allí podrán enterarse de lo que Jesús enseñó respecto a la absoluta soberanía de Dios. Dijo el Señor que seríamos enseñados por Dios para poder ir a él (Juan 6:45), que todo lo que el Padre le daba vendría a él, para jamás ser echado fuera (Juan 6:37). Pero nadie puede venir al Señor por medio del evangelio anatema, ya que esa palabra está corrompida. Es por la palabra de aquellos primeros discípulos que el Señor recibe a los suyos (Juan 17:20). Aquella palabra de Dios que vive y permanece para siempre, pertenece a la simiente incorruptible, como hablara Pedro: 1 Pedro 1:23-25.
Jesucristo fue declarado nuestra pascua (1 Corintios 5:7), ya que recibió el castigo de nuestros pecados; pero como ya dijimos, no llevó el Señor el castigo de ningún réprobo en cuanto a fe. Se deduce que hubo predestinación, no basada en una previsión divina, como si Dios tuviera que mirar en el corredor del futuro. Dios se propuso desde siempre reservarse un pueblo para Sí mismo, para tenerlo en adopción y entregárselo a su Hijo (se cumple la palabra: los hijos que Dios me dio -Hebreos 2:13), como también refirió Isaías: Verá el fruto de su aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos (Isaías 53:11).
Hace falta un conocimiento, el cual da el Padre (Isaías 53:11 y Juan 6:45). Sin ese conocimiento no existe evangelio, sino una simple religión estéril. Esa religión vacía se observa domingo a domingo en la celebración de las multitudes que se han aferrado al ídolo Baal-Jesús. Ellos adoran lo que no saben, desconocen lo que hizo el siervo justo, por lo cual su celo por Dios carece de ciencia o de conocimiento (Romanos 10:1-4). Anunciamos este evangelio para que los que tienen oído puedan oír, pero los que están sordos no escuchan y si oyen no comprenden. Ellos tienen esta palabra por indiscernible, aunque siempre están aprendiendo pero no pueden sostenerse del Espíritu de Dios. Les da lo mismo creer lo que la Biblia dice y al mismo tiempo participar con los modernos apóstoles, profetas, habladores de nuevas lenguas (o de extrañas lenguas), con intérpretes que inventan sus palabrerías; asimismo, proclaman la universalidad de la expiación de Jesucristo. Afirman que Jesús murió potencialmente en la cruz, haciendo posible la salvación para cada ser humano, lo cual hace que la diferencia final se sostenga en el libre albedrío humano.
Por eso no les decimos bienvenidos a los que traen la falsa doctrina de la expiación, ya no queremos hacernos partícipes de sus males. Sabemos que todos aquellos a quienes el Señor les ha dado su Espíritu, los que han nacido de nuevo, son llevados a toda verdad. No deja el Señor en la ignorancia de su evangelio a ninguna de sus ovejas; la conversión y el apartarse de la errónea manera de pensar y vivir sigue al nuevo nacimiento como un inevitable fruto inmediato. No salva Dios a ninguna oveja por cuotas, ya que el pago fue efectivo y de un solo momento. De una vez y para siempre, como dice el autor de Hebreos, lo cual nos convenía.
Pero hay muchos religiosos que recibieron el falso evangelio de la gracia con las obras, los cuales parecieran darse cuenta por momentos de esta teología; sin embargo, al abrazarla no desechan su vana manera de creer que han demostrado desde su vieja conversión de fe, por lo cual no tienen por pérdida todo lo que han aprendido de su vana religión. Vemos que Pablo sí que tuvo por basura todo su tiempo de fariseo, pero éstos se agradan en resaltar que creyeron en tal mes y año, bajo tal o cual predicador, sin importar que la teología aprendida tenga el sello de anatema.
¿Cuál es ese conocimiento del siervo justo que justifica a muchos? Su expiación, los términos de la misma, el hecho de venir a morir por los pecados de su pueblo (Mateo 1:21). Como podemos observar de lo dicho, no vino Jesús a morir en forma universal por cada pecador, ni para hacer posible la salvación, sino como cumplimiento del propósito eterno que tuvo el Dios Trino en su pacto íntimo, de salvar al remanente que se propuso como objeto de su amor eterno. Ese amor eterno nos extiende su misericordia, para hacerla perpetua, lo cual se convierte en la mejor noticia que las ovejas del Señor podamos escuchar.
El falso evangelio pretende universalizar la salvación bajo el criterio de una oferta general, que hace que dependa del libre albedrío humano el aceptarla o rechazarla. Eso hace más democrático el acto de la predicación de la mentira, lo cual se traduce en palabra blanda de oír. Fácil es esa palabra, cualquiera la puede oír. Pero es palabra anatema, propia del ídolo Baal-Jesús que no puede salvar, del ídolo que se lleva a cuestas en una procesión, colgado en un crucifijo o en la mente que se baña en las fuentes de la teología espuria. Ese es el chiquero teológico del cual beben a diario las cabras y todos aquellos que caminan junto a ellas, que aunque siendo ovejas todavía no han sido llamados con llamamiento eficaz. Por esa razón el Señor dijo a su pueblo que saliera de Babilonia, el lugar de la confusión.
En cambio, las ovejas que han oído la voz del buen pastor caminan junto a él y lo siguen, jamás se irán tras el chiquero teológico porque desconocen la voz de los extraños. Ese desconocimiento quiere decir que no tienen comunión con el extraño, con los del evangelio de la falsa doctrina, que no le dicen bienvenido al que no trae la doctrina de Cristo. Engañados andan los que siguen al espíritu de estupor enviado por Dios para que sigan creyendo la mentira, ya que no se gozaron en la justicia. ¿En cuál justicia no se gozan? En la de Cristo, en la expiación hecha en exclusiva por su pueblo que vino a redimir.
Jesucristo murió solamente por los pecados de su pueblo (Mateo 1:21), no rogó por el mundo que no vino a salvar (Juan 17:9), murió como justo por los injustos (sus ovejas). Al cargar con nuestras culpas nos imputó su justicia para que podamos reconciliarnos con Dios, de esa manera fuimos justificados por su sangre y somos llamados hijos de Dios. Somos los hijos que Dios le dio.
César Paredes
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