S?bado, 20 de mayo de 2023

El error moral conduce hacia abajo en cuanto al nivel ético enseñado en la Biblia; el error intelectual lleva a otro más grande, así que estos dos errores tienen vectores opuestos pero un final de muerte. Una opinión falsa en materia teológica conduce a otra igualmente falsa, para poder sustentar la primera; como el pecado que lleva a más pecado hasta encontrar la muerte eterna. Una herejía lleva a otra más grande, de tal forma que como la levadura leuda toda la masa. Resulta más útil para Satanás corromper intelectualmente a los de arriba, es decir, a una persona que esté en eminencia. Por ejemplo, un teólogo tiene influencia sobre sus lectores, sobre su auditorio general. Un pastor o un predicador, en virtud de su dominio sobre una masa de oyentes, puede ejercer mayor control sobre quienes lo siguen.

Entonces, la herejía que lanza el de arriba genera mayor impacto como una piedra pesada que con fuerza se arroja en un lago. La onda expansiva es mayor dependiendo del impacto con que cae la roca; de igual forma será mayor el golpe a la conciencia adormecida si la verdad a medias, si la mentira descarada se escucha o se lee de la boca o de la pluma de una persona de gran influencia sobre su público. Los medios de comunicación de masas convierten en verdad las emisiones de voz de la serpiente antigua, el trato sin cuidado por el afán de predicar el evangelio abarata en ocasiones el mensaje central de la doctrina de Cristo.

Grandes llamas surgen de pequeñas chispas lanzadas por lenguas descontroladas. La blasfemia contra el Dios de la creación, revelado doblemente en lo que hizo y en su ley dada a Moisés, aparece en gran parte por la conjetura herética salida de supuestos pensadores que pensaron mal. Un pequeño error interpretativo sirve de trampa para agigantarse y consumir como fuego las conciencias entenebrecidas de los que tímidamente se han acercado a las Escrituras. 

El arrianismo parece una simple opinión sobre la naturaleza de Cristo, pero su tejido produjo una tienda de campaña para múltiples herejías. Al negar la consustancialidad del Hijo con el Padre, se invoca la posibilidad de negar la divinidad en Jesús. Al mismo tiempo, da pie para seguir separando al Dios Trino y negar posteriormente la persona del Espíritu Santo. Por supuesto, esto último viene bajo otro nombre, pero siempre cimentado en una opinión privada anterior. 

Por ese camino de osadías del pensamiento, una herejía da a luz a otra más nueva. El gnosticismo pretende asegurar que un Dios puro no puede contaminarse con la carne, así que Jesús no vino en carne como la Biblia lo dice. Pelagio aseguraba que Cristo no producía salvación, pero que el libre albedrío humano hacía que uno pudiera imitar la conducta de Cristo o seguir la ley de Moisés. Después de ser condenado como hereje, vuelve arrepentido admitiendo que Cristo sí que producía salvación, pero él se sujetaba todavía al mito religioso del libre albedrío. La iglesia oficial de entonces toma como dogma la premisa herética de Pelagio sobre la libertad suprema del hombre.

Hoy día esa idea del pelagianismo viaja cómoda gracias al peón de Roma, a Jacobo Arminio, un espía introducido por los jesuitas en las filas de los reformados que apenas habían aparecido en Europa. Muchos grupos protestantes se abrieron camino bajo esa inspiración pelagiana o semipelagiana, barnizados como arminianos, proclamando que la gracia del Dios soberano resulta repugnante si no se toma en cuenta el libre albedrío del ser humano.

Por otro lado, a los que predicamos la gracia absoluta de Dios se nos tilda de calvinistas, como si siguiéramos a Calvino. Han llegado a decir (incluidos muchos calvinistas) que el calvinismo es el evangelio mismo. Pero resulta que Calvino también cometió errores graves, como decir que Jesucristo murió por todos, sin excepción, pero que su sangre resulta eficaz solamente en los elegidos. Además, dijo que Jesús le dio oportunidad a Judas Iscariote, cuando le lavaba los pies, para que se arrepintiera y no hiciera el trabajo  ordenado desde los siglos por el Padre Eterno.

Separados de todas las opiniones heréticas, seguimos como el profeta Elías en la soledad, como Juan el Bautista en el desierto, con la voz que proclama el evangelio de salvación como una promesa para los escogidos del Padre. Para el resto del mundo se anuncia el deber de cada quien de arrepentirse y creer en el evangelio, pero el que no lo crean no los excusa de su responsabilidad. Así lo anuncia una y otra vez las Escrituras, así lo repetiremos por siempre. 

Nos quedamos perplejos o desconcertados al sumar los errores doctrinales en los cuales militan los que hacen fila en la cristiandad. No en vano Jesús afirmó que a muchos les dirá al final que nunca los conoció. El Señor conoce a los que son suyos, no puede el árbol malo dar un fruto bueno, pero tampoco dará un fruto malo el árbol bueno. La oveja que ha sido rescatada de la boca del lobo, de las tinieblas como cárcel, camina siguiendo al buen pastor; jamás se irá tras el extraño porque desconoce su voz. De manera que el Espíritu Santo no deja en el error doctrinal a ninguna persona que haya nacido de nuevo. Los que se ufanan de confesar el evangelio pero de anunciar igualmente herejías viejas o nuevas, en realidad no cumplen con el principio enunciado por Jesús en Juan 10:1-5. 

La iglesia de Roma sirve de modelo para ver la transmutación de las herejías. Un error doctrinal da paso a mayores errores; si María es la madre de Dios, entonces tiene influencia sobre el Hijo. Si influye en su hijo porque le dio a amamantar, consigue favores especiales. Por esa vía simplista se transita a más errores de interpretación, hasta llamarla corredentora, cuasi mediadora, de forma que resulta más eficaz para el feligrés pedirle a la madre de Dios que a Dios mismo. Es como si Dios estuviera airado con la gente y su madre lo aplacara bajo su mirada que lo controla, hasta conseguir el favor que por cuenta propia no daría. 

Claro está, María para ser madre de Dios tuvo que haber sido sin pecado concebida. También resulta lógico que haya ascendido al cielo, que se aparezca como los ángeles que se enviaban en la época del Antiguo Testamento, dando declaraciones sobre el futuro de la humanidad y proclamando nuevas revelaciones. Lógico también se ve el que haya distintos nombres para ella, dada la diversidad cultural de la humanidad. Cuando se habla de no tener ídolos, de acuerdo a lo que la Biblia anuncia, se responde que no se idolatra sino que se venera. Bueno, ya vemos cómo trabaja la herejía, de la mano de Satanás como padre de la mentira.

Podemos mirar otros errores en Roma, como la mezcla de las Escrituras con el Magisterium, con las Tradiciones, la invocación a los santos, la justificación por la fe y por las obras, el libre albedrío, los sacramentos, los pecados veniales frente a los mortales. El Apocalipsis menciona a la Gran Ramera, pero le añade que es madre de otras rameras. Así que el protestantismo también heredó de la corrupción herética el hábito de dar opiniones privadas, las que suman errores intelectuales en la interpretación bíblica. La ética de Jesús nos frena para no caer en los pecados más bajos que la moral humana anuncia, a los que el alma alejada de Dios se inclina (Romanos 1); la doctrina de Jesús sirve para la rectitud interpretativa de las Escrituras, de manera de evitar el gran incendio propagado por las interpretaciones privadas que llevan a la destrucción del alma.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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