Una herejía es una escogencia que uno hace, del griego nos viene haíresis-escogencia, del verbo tomar o escoger. Una metáfora se abre con el verbo y nos lleva a la opinión privada sobre algún tema. El problema es que en materia de dogma cristiano el término se usó para señalar la conducta interpretativa de los que prefieren caminar fuera de la norma bíblica. Se trata de la interpretación privada señalada por Pedro como conducta impropia, para perdición del hereje. Él dice que ninguna Escritura es de interpretación privada, así que debe haber una interpretación pública: igual para toda la cristiandad.
De esta manera, las sectas o doctrinas que no son ortodoxas, pasan a ser una herejía que trae por fuerza la diairesis (una división) en el seno de la cristiandad. La inusual opinión se levanta contra el sentido común aceptado. Los judíos consideraban que la forma en que Pablo adoraba a Dios constituía una herejía. Sin embargo, lo que molesta es la falsa opinión que pretende dividir la verdad, a través de la disensión. El problema mayor llega cuando subvierte la fe por medio de la opinión teológica privada y contra la Escritura.
Por todo lo dicho, tener una falsa opinión que sea hostil a la doctrina revelada en la Biblia, de acuerdo a la fe dada una vez a los santos, ataca la palabra de Dios que es útil para la salvación. Una errónea creencia, una frase que viaja contra la doctrina, se considera herejía dentro de la vida cristiana. Cometemos diversos errores pero eso no tiene que constituir herejías; no obstante, cuando socava la base de la doctrina enseñada en la Escritura se cataloga como herejía. Arrio fue un ejemplo de hereje, al predicar que el Hijo no era consubstancial con el Padre.
La historia del cristianismo relata las veces en que se arremetió contra la persona de Cristo; hoy día, desde hace unos siglos, se arremete contra la obra de Jesucristo. Se dice que él murió en la cruz por toda la humanidad, sin excepción. Puede ser que se le reconozca como Dios hecho hombre, como el Hijo del Hombre, como el Verbo encarnado. No obstante, sutilmente se ataca al trabajo realizado en la cruz, dándole un valor y alcance no sostenido por las Escrituras.
Se incurre en la falacia por división y composición, al predicar de él una obra relacionada con su divinidad. Si murió por los pecados de su pueblo, pudo morir por los pecados de todo el mundo, ya que el trabajo de Dios deber ser exhaustivo y misericordioso por fuerza. Pero la Escritura enfatiza en la doctrina del Padre, enseñada por el Hijo. El Señor dijo que nadie podía venir a él a no ser que el Padre lo trajere a la fuerza. Agregó también que todo lo que el Padre le da vendrá a él, y él no lo echará fuera. Vemos que la deducción lógica de esas dos premisas universales resulta en una derivada universal: Nadie puede ser salvo por su propia cuenta.
Por ende, Dios como Ser soberano muestra su misericordia a quien quiere mostrarla, pero endurece a quien quiere endurecer. Eso indica que Jesucristo no murió por todo el mundo, sin excepción, sino por todo su pueblo (Mateo 1:21). No podemos catalogar a cada pecado como una herejía, pero sí podemos afirmar que validar los pecados como algo que no ofende a la santidad de Dios resulta una herejía. ¿Por qué? Porque eso va contra la doctrina bíblica de la ofensa contra el Altísimo. El ser humano caído se volvió en una persona que odia a Dios, al verdadero Dios de las Escrituras.
La herejía implica una creencia errónea en materia de fe; uno puede tener disensión en materia de fechas históricas, en cuanto a ciertos asuntos culturales relatados en la Biblia. Tal vez un poco de información precisa nos hace falta, con la ayuda de los expertos; pero si el nuevo nacimiento lo da el Espíritu Santo a los elegidos del Padre, sabemos que Jesucristo murió por ellos en exclusiva. La Biblia señala que ese nacer de lo alto no depende de voluntad humana alguna, sino de Dios. Entonces, mal podría atribuírsele al prospecto por nacer el aporte de su voluntad. La voluntad del creyente le viene como consecuencia de su nacimiento por medio del Espíritu (Tu pueblo lo será de buena voluntad en el día de tu poder). Serán todos (el conjunto de las ovejas) enseñados por Dios, y habiendo aprendido vendrán a mí (Juan 6:45).
Es de hacer notar que el Espíritu cumple entre tantas funciones la de llevarnos a toda verdad, junto a la de recordarnos las palabras de Jesús. De esta manera, no puede uno ni imaginarse la posibilidad de que alguien diga creer en Cristo si ignora lo que hizo Jesucristo. Recordemos a Isaías: Por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos (Isaías 53:11). Ocúpate de la doctrina, le dice Pablo a Timoteo, porque te podrás salvar a ti mismo y ayudarás a salvar a otros; es decir, la doctrina viene como signo inequívoco de la criatura ya redimida.
La consecuencia necesaria de la conversión es el conocimiento de la verdad; con ella seremos verdaderamente libres. El padre de la mentira es Satanás, el que cree una herejía está militando en la mentira, así que el Espíritu Santo no es su guía. Por otro lado, la Escritura nos dice que tenemos la mente de Cristo. Entonces, ¿a qué temerle a la doctrina? ¿Cómo puede alguien decir que eso es asunto de intelectuales y que prefiere amar a Cristo con el corazón? ¿Acaso el corazón no impone por igual los asuntos de la mente? La mayor parte de las veces la Escritura habla del corazón como un lugar de donde salen los malos pensamientos, así como las virtudes (amar a Dios con todo tu corazón es la mayor de las virtudes).
Dios no está reñido con el conocimiento de su palabra, al contrario, nos manda a escudriñarla porque en ella nos parece que está la vida eterna. Cuando el error socava la fundación de la fe, no puede admitirse como una interpretación de la verdad que puede ser considerada como válida; en este caso, ese error ataca de frente la verdad bíblica. Negar la deidad de Jesucristo se contempla como herejía, subvierte la fe; hablar de que la salvación pertenece a Jesucristo, pero que él intentó salvar a toda la humanidad, sin excepción, socava el fundamento del trabajo hecho en la cruz (Mateo 1:21; Juan 10:26; Juan 17:9; Apocalipsis 13:8; 17:8 y 17:17).
Al hablar de la satisfacción humana como el conjunto de obras que el hombre aporta para ayudarse con la justicia de Cristo, se imparte una herejía. La salvación es toda de gracia, no por obras para que nadie se gloríe. El hereje batalla con ciertas verdades, las confiesa como válidas, pero niega otras; la mentira casi siempre se acompaña de verdades a medias. Lo que la serpiente le dijo a Eva puede ser un ejemplo claro de lo que intentamos demostrar en cuanto a la mentira mezclada con verdades.
Finalmente, queremos dejar en claro que no existe herejía sin hereje. Puede que alguien comparta una herejía sin ser su creador, en todo caso se trata por igual de un hereje. El ejemplo de Jesús lo aclara: criticó a los fariseos que recorrían la tierra en busca de un prosélito, para hacerlo doblemente merecedor del infierno de fuego. Acá Jesús no excusa al engañado, sino que lo fustiga doblemente. Al decir que Jesús intentó salvar a toda la humanidad, sin excepción, se está profiriendo una herejía porque eso niega la Escritura. Al mismo tiempo, denigra de la eficacia de la sangre de Cristo, así como se intenta acusar a Dios de injusto, por castigar en el Hijo los pecados de todo el mundo, sin excepción, para después volver a cobrar su castigo en el infierno.
Negar la existencia del infierno que no se extingue y del castigo perenne, basado en que Dios es amor y justo, como hacen los adventistas y muchos otros que aún sin nombre creen en esa forma de fe, implica llamar mentiroso a Jesucristo quien tanto habló sobre el tema. En estos casos eso puede ser comprendido igualmente como herejía, así que hemos de tener cuidado con la interpretación privada, porque ello conduce a perdición de los intérpretes y de sus seguidores.
César Paredes
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