Pablo confesó que estaba limpio de la sangre de todos aquellos a quienes había predicado, porque no había rehuido el anunciar todo el consejo de Dios (Hechos 20:26-27). En otros términos, no solamente predicó a Cristo como el enviado de Dios para salvar lo que se había perdido, sino al Señor Dios soberano, el que hace como quiere, el que odió a Esaú pero amó a Jacob aún antes de que hiciesen bien o mal. Por más que sintió profundo dolor en su corazón por ese mensaje que debía entregar, lo hizo para que se aclarara ese consejo de Dios tan ocultado por escribas y fariseos, pero que sigue escondido bajo los púlpitos modernos porque alejan a las cabras que tienen en sus aposentos.
Jesucristo predicaba la doctrina de su Padre, de manera que hace falta no solo conocer su persona sino también su trabajo. Él vino en exclusiva a poner su vida por las ovejas, no por los cabritos. El que no es oveja no puede venir a él (Juan 10:26), el que no es enseñado por el Padre y no ha aprendido de Él, no podrá venir a él (Juan 6:45). Ninguna persona puede venir a Cristo por cuenta propia, a no ser que el Padre lo traiga (lo arrastre, de acuerdo al verbo griego usado: ELKO), en tanto todo lo que el Padre le da al Hijo vendrá al Hijo, y no será jamás echado fuera (Juan 6:37 y 44). Y el Señor acortará los días finales por causa de los elegidos (Marcos 13:22). También se levantarán falsos Cristos y engañosos profetas, maestros de mentiras, haciendo señales y prodigios maravillosos, para seducir -si le fuere posible- aún a los elegidos (Marcos 13:27).
Fijémonos en el futuro de subjuntivo que usó Jesús en esa frase. Eso indica una absoluta imposibilidad, de manera que los elegidos no seremos seducidos por esos falsos maestros que anuncian un Cristo de maravilla, ajustado a la talla de cada quien. Como un traje hecho por un sastre, así resulta el ídolo que cada quien se forja conforme a la medida de su mente, dando soltura a su imaginación respecto a lo que debería ser Dios. Ya en el final de todo, Dios enviará sus ángeles para reunir a sus elegidos, desde los cuatro vientos de la tierra (Marcos 13:27). El Señor vengará a sus elegidos, los que clamamos a él día y noche, no se tardará en responderles (Lucas 18:7).
Vemos que la Biblia habla cantidad de veces acerca de los elegidos, de los escogidos, de los predestinados, de los ordenados para vida eterna. Esos son los mismos que el Padre conoció o amó. Recordemos que la Biblia dice que Adán conoció de nuevo a su mujer, y tuvieron otro hijo. También Jesús afirmó que al fin de los tiempos dirá a un grupo de personas, que hacían milagros en su nombre y echaban fuera demonios, que nunca los conoció. ¿Cómo puede el Dios Omnisciente -que conoce todas las cosas- afirmar que va a decir que no conoció a ese grupo de personas? ¿Cómo pudo decir, igualmente, a una nación o entidad territorial o grupo de gentes que a ellos solo conoció de entre todas las demás personas de la tierra? Sencillamente porque en la Biblia el verbo conocer no solo significa una actividad cognitiva, sino que también implica una comunión especial.
El contexto de los textos define el término usado, de manera que así como el vocablo LOGOS en griego tiene más de diez sentidos distintos, desde escardilla hasta Verbo, estudio, entendimiento, lógica, etc., también muchos otros vocablos poseen sentidos diversos. ¿Cómo se hace para saber qué sentido empleó el escritor bíblico? Sencillamente el contexto ordena la rectitud interpretativa. Cuando Pablo en Romanos 8:29-30 habla de los que Dios antes conoció, dice de inmediato predestinó, llamó, justificó y glorificó. Se entiende que una persona predestinada lo fue porque alguien con capacidad soberana para actuar lo hizo. No vio Dios nada bueno en el hombre, cada cual se apartó por su camino, todos se desviaron, no hay justo ni aún uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios, todos están muertos en delitos y pecados. Entonces, dado todo ese contexto bíblico, ¿cómo pudo Dios escoger a alguien porque vio algo bueno en esa persona?
Si Dios vio algo bueno en esa persona a escoger entonces esa persona escogida tendrá de qué gloriarse, dirá que su salvación depende del trabajo de Cristo en la cruz y de sí mismo, gracias a su voluntad y a ese algo bueno que hizo que Dios lo escogiera. Por esas razones, el texto de Romanos 8 ha de entenderse como el que hace referencia a aquellas personas que el Padre amó (conoció íntimamente, con amor eterno, de acuerdo al puro afecto de su voluntad). No podrá entenderse tampoco como que Dios miró en el túnel del tiempo y vio que alguien iba a amarlo a Él. Si tal cosa hizo, entonces Dios no es Omnisciente, no sabe todas las cosas, sino que tiene que averiguarlas para después actuar en consecuencia. Tal cosa creen los del teísmo abierto, los que suponen que Dios no sabe el futuro sino que lo va averiguando según las múltiples posibilidades que tiene la persona para actuar de una u otra manera.
Pero el Dios de las Escrituras anuncia que Él declara el final desde el principio, porque Él hace el futuro, no lo descubre ni adivina. Si lo adivinara al mirar en los corazones humanos, sería un Dios que plagia las ideas humanas y las aprovecha para actuar en consecuencia, además de que dicta a sus profetas las cosas no propias sino las ideas que se robó en las mentes de los seres humanos. Así y aún más continúa la blasfemia de los que anuncian la herejía de la expiación universal.
Haber sido elegido por Dios significa haber sido escogido para creer en Jesucristo, para ser semejante al Hijo de Dios, para heredar la vida eterna, para vivir en santidad y aguardar la glorificación final. La Biblia también habla de los ángeles elegidos (1 Timoteo 5:21), de los elegidos de acuerdo al conocimiento (amor) previo de Dios (1 Pedro 1:2). Por cierto, en esta carta de Pedro se ve claramente el destinatario de la misiva, así que cuando el apóstol menciona que Dios no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan a arrepentimiento, ya usted deberá saber -por ese contexto introductorio- de quiénes está hablando.
¿Qué tipo de personas escogió Dios para salvación? Muchos tipos de personas (como le dijo Pablo a Timoteo: 1 Timoteo 2:4); pero Dios salvará a quien Él quiere salvar, ya que no depende de voluntad de varón sino de Dios que tiene misericordia de quien quiere tenerla. Por igual se ha escrito que Dios endurece a quien Él quiere endurecer, así que no depende de nosotros. El contexto en que Pablo le escribe a Timoteo sobre la voluntad de Dios en salvar a todos, nos habla de categorías de personas: en el verso 1 se nos dice que se exhorta a hacer ruegos (oraciones), intercesiones y acciones de gracias por todos los tipos de personas, los que están en autoridad (reyes, presidentes, magistrados, etc.), para que vivamos quieta y reposadamente. Entonces, tanto por amos como por esclavos, por ricos y pobres, por los que están en eminencia, por los asalariados, por los pobres de la tierra. En fin, ese conglomerado de personas que el Dios mismo escogió desde antes de la fundación del mundo para ser objetos de su gracia y amor continuo.
En 1 Corintios 1:26-29, la Biblia compendia el conjunto de los redimidos: No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte, y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Incluso este texto no está indicando que todos los necios de la tierra fueron escogidos para salvación, ni todos los débiles del mundo, ni todos los viles y menospreciados, sino que de entre ellos escogió Dios a algunos.
Pablo añade que los injustos no heredarán el reino de Dios, ni los fornicación, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios (1 Corintios 6:9-11).
Entonces, nuestra elección es perpetua, cae dentro del renglón de la profundidad de la sabiduría de Dios, dentro de lo inescrutable de sus juicios y caminos. ¿Quién entendió la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? El ladrón en la cruz nació de nuevo casi en el último instante de su vida, pero Juan el Bautista nació de nuevo desde el vientre de su madre. Dios hace como quiere, salvó a ese ladrón a su lado pero dejó que el otro descendiera al infierno. Redimió a Pedro, a pesar de haberlo negado varias veces, pero condenó a Judas que se amargó por su pecado. El Dios soberano no respeta los derechos supuestos de las personas, simplemente cada individuo le debe a Él un juicio de rendición de cuentas.
César Paredes
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