Lunes, 15 de mayo de 2023

El profeta solitario, llamo yo a Elías, destinado a vivir cerca de un arroyo, a huir del rey Acab y de su esposa la reina pagana Jezabel. Además, fue alimentado por unos cuervos (animales inmundos), también vivió fuera de su nación en casa de una viuda pobre, alimentándose de aceite y harina. Una vez clamó a Jehová y le preguntó si solamente él había quedado. Dios le respondió que se había reservado de toda la nación tan solo a 7.000 hombres, pero no se los mostró al profeta. Si uno se viera rodeado de 7.000 hermanos estaría dichoso, pero Dios se los reservó para Sí mismo, lo que al parecer demuestra que Elías no los conoció.

Sin embargo, un amigo ejemplar estuvo con él, el llamado profeta Eliseo. De él también se escribió en las Escrituras, dándonos a entender que esa pareja de hombres de Dios hicieron grandes señales y prodigios que autenticaron su envío especial de parte de Jehová para el Israel pagano. Si uno recuerda el censo hecho por David, había más o menos 1. 570.000 hombres, sin contar las mujeres ni los niños. Sabemos que había transcurrido cerca de 100 años entre David y Acab, así que podemos incrementar la población de Israel -ya dividido en dos reinos- quizás en unas cuatro o cinco veces, para sacar la cuenta de la proporción entre la totalidad de las personas en Israel y los que Jehová se reservó, para de esa manera asombrarnos de los pocos escogidos del Señor (1 Crónicas 21:5). Al Señor le preguntaron si eran pocos los que se salvaban, y respondió que lo que era imposible para los hombres era posible para Dios. También habló de la manada pequeña, de los pocos escogidos, de entrar por la puerta estrecha, del reino de los cielos que lo arrebataban los valientes, de andar por el camino angosto.

Predicamos el evangelio para testificar ante los que están perdidos, por lo cual juzgamos con justo juicio quiénes necesitan la palabra de Dios. De entrada diremos que todos la necesitamos, pero hay un grupo de personas numeroso que no ha llegado a creer. A lo mejor no creerán nunca, pero puede ser -desde nuestra perspectiva- que por oír el evangelio lleguen a ser llamados eficazmente. Dios conoce a los que son suyos, a los cuales ha ordenado que huyan de Babilonia. Jesús dijo que seríamos enseñados por Dios y que habiendo aprendido iríamos a él. También afirmó que nadie viene a él si no le fuere dado del Padre, que todo lo que el Padre le da vendrá a él.

Hay gente cuya condenación no se tarda. Por eso probamos los espíritus para ver si son de Dios. Están las personas cuyo orgullo los satisface por todos lados y no quieren enterarse de las buenas noticias de salvación. Por supuesto que si no se enteran es porque fueron ordenados para tropezar en la roca que es Cristo. Están los falsos cristianos, aquellos que confiesan creer pero que introducen interpretaciones privadas de la Escritura para su propia perdición. Todas estas cosas juntas las sufrimos los escogidos de Dios una vez que hemos creído, por la sencilla razón de que tenemos que lidiar contra la mucha falsedad de cada día.

¿Cómo juzgamos nosotros a los que creen o no creen? Por medio del evangelio: Nos vamos a la ley y al testimonio. Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido (Isaías 8:20). ¿Acaso no fue eso lo que Cristo quiso decir cuando habló de que de la abundancia del corazón habla la boca? Dime qué evangelio crees y te diré si eres mi hermano. No tienen conocimiento aquellos que erigen el madero de su ídolo, y los que ruegan a un dios que no salva (Isaías 45:20). 

Tal vez su dios no está esculpido en madera o bronce, poco importa; podría ser un dios esculpido en su imaginario, de acuerdo a sus propias concupiscencias. En otros términos, un dios ajeno al de las Escrituras, mezclado con lo que ella anuncia pero que llena todas las expectativas de lo que usted considera que debe ser un Dios. Aún así se trata de un ídolo, de una mentira, por cuya razón la Biblia advierte que los mentirosos no heredarán el reino de los cielos. Satanás es el padre de la mentira, saque usted su propia conclusión. 

El que no creyere será condenado (Marcos 16:16; así que es por medio de Jesucristo y su Evangelio que podemos llegar a creer, por aquella palabra sembrada por los primeros discípulos -Juan 17:20-: los que han de creer en mí por la palabra de ellos). Esa palabra no está corrompida, así que solamente se puede nacer de nuevo de una simiente incorruptible, mediante la palabra de Dios que vive y permanece (1 Pedro 1:23). El falso evangelio no ha salvado una sola alma, ya que proviene del padre de la mentira. 

Ni los apóstoles en su tiempo, ni los ángeles del cielo, que anuncien un evangelio diferente al que ha anunciado la Escritura podrá ser válido. Solo será para maldición (Gálatas 1:9). La Biblia nos dice que no creamos a todo espíritu (a toda persona), sino que hemos de probar los espíritus para saber si don de Dios, porque muchos falsos profetas y maestros han salido por el mundo (1 Juan 4:1). El que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error (1 Juan 4:6). 

Existen personas que mantienen una conducta aceptable para la sociedad, cuyo comportamiento religioso parece vestirse de piedad. Sin embargo, al no creer el Evangelio tal como lo anuncia la Escritura dan testimonio de que andan perdidos. A ellos se les dirá que nunca fueron conocidos por el Señor. El Señor conoce a los que son suyos. Nuestro juicio a los espíritus (personas) tiene que estar cimentado en el Evangelio que se profesa y que se cree. No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1 Samuel 16:7). Que éste sea nuestro criterio, para no dejarnos llevar por la apariencia de piedad, pues Satanás mismo se disfraza de ángel de luz (2 Corintios 11:14). 

Nadie puede tener paz si anda en la dureza de su corazón. No querrá Jehová perdonarlo, sino que entonces humeará la ira de Jehová y su celo sobre tal persona (Deuteronomio 29: 19-20). Cuando decimos bienvenido al que no trae la doctrina de Cristo estamos justificando al impío, siendo nosotros abominación a Jehová (Proverbios 17:15). ¿Vamos nosotros a decirle a lo malo bueno y a lo bueno malo? ¿Vamos a hacer de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz? ¿Vamos a poner lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo? ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! (Isaías 5:20-21). 

Destrucción repentina les vendrá a aquellos que digan paz y seguridad, cuando no la tienen. El espíritu de estupor sale de parte del Señor para que los que no aman la verdad, sino que se complacen con la mentira, terminen de perderse. La mentira no es solo decir una mentira suave o dura, es también vivir en el engaño del falso evangelio, creer en una expiación universal que blasfema la sangre del Cordero que murió por los pecados de su pueblo, conforme a las Escrituras (Mateo 1:21). 

La mentira doctrinal hace que la gente se pierda, en cambio el ocuparse de la doctrina nos puede salvar, como le dijo Pablo a Timoteo. Por supuesto, si la persona no es enseñada por Dios y no ha aprendido, no podrá ir a Cristo (Juan 6:45). Por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos (Isaías 53:11). Basta ya de decir que se puede amar a Jesús con el corazón, pero ignorar al mismo tiempo su doctrina porque eso es un asunto difícil o teológico. Toda persona que ha nacido de nuevo (del Espíritu) posee la mente de Cristo (1 Corintios 2:16), así que no hay excusa para vivir en la ignorancia, si es que el Espíritu Santo guía a toda verdad. Como en realidad Él guía a toda verdad, de seguro los que andan en la mentira doctrinal no han sido guiados por el Espíritu Santo, por lo tanto no han sido renovados para arrepentimiento y perdón de pecados. El tal sigue tan impío como Judas Iscariote o Esaú, el hermano gemelo de Jacob.

La soledad de Elías habla a lo lejos, junto a la soledad de Isaías (Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?), junto a la soledad de Juan el Bautista, la voz que clamaba en el desierto. Somos miembros de la manada pequeña, seguimos al buen pastor, andamos por el camino angosto y hemos entrado por la puerta estrecha. Viva la soledad en Cristo, viva la compañía entre los hermanos; somos rechazados por el mundo porque el mundo ama lo suyo. Mucho consuelo hay en las Escrituras, las que dicen que el Señor despreciará el rostro de los impíos, que ellos serán consumidos de repente y que su herencia será para los justos.

La soledad de Elías nos recuerda que él vivía en la presencia de Jehová, no se puede de otra manera. De ese lugar brota la esperanza, el renacimiento de cada día, la renovación de nuestro entendimiento. En ese entorno se nos asegura que no seremos avergonzados en la esperanza gloriosa en Cristo, y desde allí asumiremos con gozo cuando el mundo nos acuse mintiendo. El mundo buscará el mínimo pretexto para maldecirnos, pero nosotros clamamos con David: Maldigan ellos, pero bendice tú (Salmos 109:28).

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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