La declaración de Dios acerca de su misericordia ha dejado a muchos con la inconformidad de la suficiencia de la palabra revelada. Ante la ofensa sentida han llegado a subestimar la proposición divina para sustituirla por la misericordia humana. Tendré misericordia de quien yo quiera tenerla, me compadeceré de quien me compadezca, suena despótico en los oídos de quienes no reciben tal piedad. Aquellos discípulos de Cristo que oyeron sus palabras y se ofendieron, se retiraron para buscar mejores discursos. Pasaron algunos siglos hasta que llegara su defensor, Pelagio, un monje británico de los siglos IV y V, opuesto a la doctrina del pecado original o heredado de Adán.
Pelagio sostuvo varias herejías: 1) el pecado de Adán le hizo daño a él solo; 2) Jesucristo y la ley de Moisés son solamente modelos a imitar; 3) cada quien puede seguir ejemplos de moral sin que necesite una redención particular; 4) el libre albedrío humano será suficiente para que cada quien decida su eternidad. Este conjunto de enseñanzas ilustran la misericordia humana, el hombre que tiende un puente de gracia a los hombres, la redención antropocéntrica, el evangelio humanista que prescinde del exceso de soberanía divina.
Más allá de que Agustín de Hipona combatiera la herejía de Pelagio, la iglesia oficial lo destituyó y lo condenó al exilio; pero pasado algún tiempo volvió arrepentido de algunos de sus planteamientos herejes, por lo que la institución eclesiástica de turno lo recibió en su seno, pero acogió el libre albedrío como doctrina oficial. Posteriormente, en plena Reforma Protestante, surge Arminio, un peón de la iglesia de Roma al servicio de la teología jesuita. Luis de Molina fue el creador de lo que se conocerá más tarde como molinismo, una tesis que afianzada en Aristóteles plantea el justo medio como sustento lógico de la teología. En resumen, el molinismo se propuso reconciliar la certeza del decreto divino, su implacable fuerza de certitud, con la libertad humana (junto al conjunto de sus contingencias).
Vemos que el arminianismo (doctrina relativa al planteamiento de Arminio) parte del concepto de misericordia humana. Dios ahora tiene misericordia de toda la humanidad, sin excepción, lo cual se ve ante los ojos humanos como más justo. Dios no odia a nadie, pese a que la Biblia da ejemplos del odio de Dios; Dios está airado contra el pecado pero no contra los pecadores (otra supuesta asunción que también depende de la tesis de Luis de Molina). Como la Biblia también abunda en textos que sugieren el conocimiento anticipado de Dios en cuanto a todas las cosas (Hechos 15:18), el arminianismo ha propuesto que ese conocimiento lo obtuvo Dios al mirar en los corredores del tiempo.
Desde esta perspectiva de la misericordia humana, parece ser que nadie puede culpar a Dios de odio; el Todopoderoso se despoja por un momento de su soberanía imperial para dejar libre a la criatura, de tal forma que ella decida sin presión de ningún decreto inmutable. Eso es lo que se conoce como justo medio, así que la nueva misericordia triunfa sobre la misericordia revelada en las Escrituras. El conocimiento intermedio (o medio) de Dios se deberá para el molinismo al hecho de que, si Dios conoce ciertamente lo que ocurrirá, la libertad humana desaparecería absolutamente. Al intentar hacer concurrir la libertad humana junto a la soberanía divina, se inserta el conocimiento medio.
Ese conocimiento medio sería algo así como un saber de todas las posibilidades que se abren si un hecho determinado ocurre. Pero esto también lo afirman los del Teísmo Abierto, con lo cual se añade que Dios no conoce necesariamente el futuro. El molinismo pretendió dar cuenta de todos los hechos, de sus contras, de tal manera que antes de hacer el mundo Dios supo todo el cúmulo de posibilidades que ocurrirían. Pero en ningún momento Dios hizo tales posibilidades sino que las estudió y las comprendió (de allí su conocimiento medio), entendiendo el justo medio (en el decir de Aristóteles) y se propuso hacer su universo.
En otros términos, con el molinismo se ha pretendido dar rienda suelta a la tesis de Arminio acerca de la misericordia universal de Dios; la expiación de Jesucristo también se habría realizado en beneficio de toda la humanidad, sin excepción. Así que la tesis de Pablo perdió sentido, cuando planteaba la soberanía divina en su Carta a los Romanos. Pablo afirmó que Dios odió a Esaú, aún antes de que hiciese bien o mal, antes de que fuese concebido. Si hubiese dejado la carta en ese punto, cabría la posibilidad de aceptar el molinismo como interpretación teológica de la Escritura, pero Pablo añadió el colofón siguiente: para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama (Romanos 9:11).
La Biblia abunda en textos que declaran que el no regenerado está incapacitado para dar buen fruto (Mateo 7:18); el árbol malo siempre dará fruto malo, la cabra no puede convertirse en oveja, Cristo vino por las ovejas perdidas pero no vino por ninguna cabra. A los cabritos pondrá a su izquierda y los enviará a castigo eterno; Dios odió a Esaú, al Faraón, al hijo de perdición (Judas Iscariote), como odia a todos los hacedores de iniquidad, está airado todos los días contra el impío y ha ordenado a los réprobos en cuanto a fe para que tropiecen en la Roca que es Cristo. Jesús habló en parábolas para que oyendo no entendiesen, no sea que se arrepintieran y él tuviera que salvarlos. Jesús no rogó por el mundo, la noche antes de su crucifixión, sino solamente por los que el Padre le había dado y le daría.
La Biblia ha declarado que la humanidad entera murió en delitos y pecados, que no hay justo ni aún uno, que no hay quien busque a Dios. Así que si el Dios del molinismo pudo valorar todas las posibilidades en su conocimiento medio de todas las cosas, no pudo ver nada digno de tomar en cuenta para redimirlo en base a sus obras (la buena obra de querer seguir a Dios, de aceptar el evangelio de Cristo, de repetir una oración de súplica, etc.). Dice Pablo: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados…siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia (Efesios 2:1-2).
El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable (Proverbios 28:9). ¿Cuál conocimiento medio pudo tener Dios si lo que vio fue maldad en los corazones de los impíos? Ciertamente, Dios sabía lo que acontecería porque el Cordero de Dios estuvo ordenado desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1:20). El hombre por naturaleza ama las tinieblas (Juan 3:19), así que ni siquiera la humanidad creyó porque vio la luz del Hijo de Dios que había venido a este mundo. Los que creyeron y siguen creyendo lo hicieron y hacen porque el Espíritu les dio vida, de acuerdo a la voluntad del que todo lo ha ordenado. Por eso se escribió también que fuimos predestinados en amor (no en odio, como los réprobos en cuanto a fe), para ser hijos suyos por medio de Jesucristo (Efesios 1:5-8). ¿Será que Dios se vio a Sí mismo odiando a Esaú, en su conocimiento medio? Buena pregunta para los molinistas-arminianos y calvinistas tolerantes.
La misericordia humana intenta prevalecer por sobre la misericordia divina, pero lo que logra es simplemente una salvación hipotética, una oferta universal con una redención potencial. Si la voluntad divina desea algo que no puede alcanzar, por lo tanto presentará a un Dios frustrado, cuyo infierno le viene como monumento a su fracaso. La salvación se convertiría en una oferta como un producto de venta, para que algunos pocos alcancen a obtenerla en base a su buena voluntad y esfuerzo libre. El Dios de la misericordia humana desea la redención de todos, sin excepción, para lo cual se sacan de contextos los textos bíblicos que engañan a los incautos. ese Dios (dios) ofrece a todos por igual una redención que descansa en la voluntad de los muertos en delitos y pecados (como si Lázaro pudiera oír la voz del predicador y salir de su tumba, o como si Lázaro habiendo oído la voz del Señor no hubiese salido de su cripta).
En la misericordia de Dios el elegido cree por la fe de Cristo, no por su propia fe; la fe pasa a ser un regalo de Dios, no es de todos la fe y sin fe es imposible agradar a Dios. Por lo tanto, bajo la misericordia de Dios Cristo es el autor y consumador de la fe. Pero como antaño, cuando los viejos discípulos de Jesús se ofuscaron y ofendieron por las palabras de la soberanía de Dios enseñadas por Jesucristo, hoy en día muchos siguen considerando injusto ese amor particular de Dios por sus elegidos. Rechazan por completo el odio de Dios a Esaú, insinuando que Esaú se perdió por su actitud y rebeldía (entonces tendrán que reconocer que se perdió por su libre albedrío, pese a que el objetor levantado en Romanos 9 interviene a favor del pobre de Esaú, quien no pudo resistirse a la voluntad de Dios). Pero un Dios que deja que el hombre se pierda por su libre albedrío sería un Dios sin misericordia, igualmente, ya que por el sumo respeto a la libertad humana no lograría salvar ni una sola alma.
La falsa misericordia humana pervierte el decreto divino, asume una hipotética redención universal, clama por una expiación universal de Jesús en la cruz, supone un amor inmutable de parte de Dios por todas sus criaturas (lo cual debería finalmente incluir a Lucifer como objeto de su amor). Esa falsa asunción de la misericordia humana por sobre la divina hace creer que la humanidad puede llegar a hacer lo bueno, estando habituada a hacer lo malo. Ignora por igual la corrupción de la voluntad humana, lo cual sí que se traduce en un odio del hombre a Dios. Si el Espíritu de Dios no obrara en el corazón humano, nadie podría acudir a Dios, pero sabemos lo que Jesús le dijo a Nicodemo: que era necesario nacer de nuevo y que esa actividad no compete a humano alguno sino a Dios que lo hace libremente, sin resistencia alguna.
Más allá de que se desprendan enseñanzas éticas de la vida de Jesús, el Señor vino a salvar a su pueblo de sus pecados. Pelagio y Arminio, entre tantos otros, han enseñado que importa sobremanera el ejemplo moral de la vida del Mesías, en su esfuerzo por cumplir la ley divina; ellos pasan por alto el sacrificio exclusivo en favor de su pueblo (Mateo 1:21; Juan 17:9). El sacrificio realizado por los sacerdotes en el Antiguo Testamento mostraba a Cristo (Hebreos 9:22), lo cual nos convenía (un sacrificio único una vez y para siempre). La misericordia de Dios resulta suficiente, como dijera Cristo: Así, Padre, porque así te agradó. Entre estas dos misericordias prefiero la divina, como dijera también la Escritura: Ay del hombre que confía en el hombre, (o maldito el hombre que confía en el hombre) y que hace de la carne su brazo, y su corazón se aparta de Jehová…No verá cuando venga el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra de sal y deshabitada (Jeremías 17:5).
César Paredes
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