Tal parece que la teología posee un menú de ideas atractivas para las mentes deseosas de maravillas. La paradoja se presenta como el concepto de lo increíble, de lo contrario a lo que se espera. El Dios del amor deja de amar, o el Dios del odio deja de odiar; de la misma forma, el Dios soberano se despoja soberanamente de su cualidad soberana para dar paso al libre albedrío. Maravillas contradictorias, asuntos teológicos sacados de la manga para diversión del incrédulo. Claro, hablo de incredulidad por cuanto suponen que la Biblia, inspirada por el Logos eterno, contiene contradicciones.
Para tolerar lo contradictorio que encuentran en las Escrituras, han echado mano del vocablo misterio. Los iniciados son los que poseen secretos que deben guardar, si bien Pablo habla de lo que Dios mantuvo en secreto y lo dio ahora como revelación a los hombres. Pero no hay paradoja misteriosa entre la soberanía divina y la responsabilidad humana, dado que el hombre como criatura le debe sometimiento a su Creador, mientras éste no debe darle cuentas a la criatura.
No existe un amor general de Dios para cada pecador, pero sí un amor particular para cada uno de los que eligió (por ejemplo, Esaú y Jacob). Hay predicadores que asumen que resulta imposible para su feligresía comprender el misterio de la predestinación, por lo cual suspenden de sus mensajes ese tema. Tal vez esa comida resulta tóxica para las cabras, de manera que retienen el alimento de las ovejas para no maltratar la cizaña. Como si al leer las Escrituras uno pudiera encontrar una verdad escondida y opuesta a lo que se está leyendo, fantasías inventadas para no dar cuenta de lo que no gusta a los que se entregan a las fábulas artificiosas.
Textos cruzados fuera de contexto se levantan como el paradigma de los que aman los misterios y las paradojas en las palabras de la Biblia. Si Dios hace salir su sol para justos e injustos, como vio que todo lo que había creado le parecía bueno en gran manera, deducen en forma precipitada que la salida del sol presupone el amor de Dios para cada criatura humana. Judas no fue amado por Dios, de lo contrario no lo hubiera destinado como hijo de perdición. Judas no entregó al Señor por su propia intuición y decisión, más bien fue descrito en las profecías como el traidor que iría conforme a las Escrituras.
Si Juan 3:16 habla del amor de Dios al mundo, la manifestación de tal caridad no es otra que la dádiva de vida eterna a través de Jesucristo. Pero surge de inmediato un problema contextual, que no es misterio paradójico. Dios no se contradice jamás, pese a que a los que les disgusta la autonomía con que Él se manifiesta insisten en probar. ¿Ese mundo del que hablaba Jesús con Nicodemo se refería a cada habitante del planeta humano? Resulta evidente que el lector debe preguntarse con quién hablaba Jesús, así como lo que pensaba el maestro de la ley. Como judío, Nicodemo asumía que ellos eran los únicos amados por el Creador, mientras el mundo (el resto de las gentes) había sido desechado. Sin embargo, el mismo Jesús que habló con Nicodemo aparece en Juan 17 diciéndole al Padre que no rogaba por el mundo. Y eso sí que sería una paradoja gigante si se supone que el Hijo no cree en el amor del Padre, como si desobediente a su misión de entrega y sacrificio en favor del mundo amado por Dios se opusiera a lo dicho por él mismo en Juan 3:16.
Nada que ver con paradojas, simplemente que el mundo amado por el Padre viene a ser el mismo mundo por el cual el Hijo muere. Así que si el Hijo no rogó por el mundo, ese mundo no puede ser el mismo por el cual murió. Los fariseos también habían dicho que todo el mundo se iba tras Jesucristo, como dando a entender, para su sorpresa, que muchos seguían a Jesús. Pero si todo el mundo en la boca de los fariseos significara cada persona del planeta, habría una contradicción o paradoja en su exclamación. Y es que los fariseos no se iban tras Jesús, ni el emperador romano, ni el resto de la humanidad. Entonces, el lector tendrá que comprender que se habla de una exageración -una hipérbole- para señalar el impacto que tenía Jesús entre muchas personas.
El amor de Dios se define eterno, incluso cuando estamos bajo su ira (hablo de las ovejas). Con amor eterno te he amado, dijo Jehová a Jeremías, por lo cual te extenderé la misericordia. El Hijo en la cruz fue abandonado por haber sido hecho pecado, pero nadie puede decir que no fue amado simultáneamente. En cambio, cuando Dios odia lo hace desde la eternidad, como se demuestra en Esaú, en Judas Iscariote, en los réprobos en cuanto fe, todos los cuales fueron ordenados para tropiezo en la piedra que es Jesucristo. El buen trato que diera Jesucristo a Judas no presume de su buen amor como Dios, ya que fue escogido como hijo de perdición.
Si la expiación fuera universal, el amor de Dios tendría por fuerza que ser universal. Pero precisamente, porque Dios no es una Persona paradójica, no ama al que envía al infierno, no pasará la eternidad sufriendo por aquellos que maldijo. Siendo la expiación particular, definida, actual, el amor de Dios sigue siendo particular, definido y actual. El Salmo 7:11 nos aclara lo que acá decimos: Dios es juez justo y Dios está airado contra el impío todos los días. Poco importa que Dios no haga juicio definitivo contra el impío cuando uno lo quiera, pero su ira permanece como espada en la cabeza de aquellos que probarán su justicia ejecutada con ira.
En el Salmo 2, David habla de los reyes y príncipes de la tierra que atentan contra Jehová y su ungido, en el intento de romper sus ligaduras y cuerdas; habla de gente amotinada y objetora, de los que piensan cosas vanas. De inmediato, el verso 4 declara lo siguiente: El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. En lengua original se refiere a que Dios los pondrá en ridículo, como si el salmista describiera al Señor con lenguaje antropomórfico. La Biblia también ha descrito a Dios como alguien que se arrepintió de haber hecho al hombre, pero si lo vemos ligeramente pudiera parecer una paradoja frente a su carácter de omnisciente, de todopoderoso, de alguien que sabe lo que hace. Sin embargo, el contexto implica la figura del antropomorfismo lingüístico. Por ejemplo: También yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis (Proverbios 1:26).
Por eso no podemos dudar de que Dios endurece a quien quiere endurecer, como lo demostró con el Faraón de Egipto. Se ha dicho que Él hace como quiere, que todo lo que quiso ha hecho, de tal forma que nadie podrá entender el mundo y su caos pecaminoso como una paradoja divina. La Biblia con claridad ha señalado que Dios hace el bien y crea la adversidad, por lo cual nos conviene estar atentos a su palabra, evitando la acusación infundada de la contradicción.
El carácter providente divino no ha de confundirse con su amor eterno. Jehová proveyó para Judas Iscariote, lo hizo partícipe de la mesa de su Hijo. Lo cuidó cuando niño para que no muriese, lo hizo nacer en la región donde aprendería su lengua, bajo los parámetros de la cultura que compartiría con los otros apóstoles. Lo mismo hizo con Pilatos, con Caifás, el responsable del juicio y condena de Jesucristo, con los soldados romanos que maltratarían al Señor con azotes y espinas. La Escritura hablaba de la muerte del Señor en medio de malhechores, que sería enterrado en sepultura de rico. Eso aconteció no por casualidad sino porque Dios en su providencia lo hizo posible y viable.
Pero si alguien ve que Dios ama a los réprobos en cuanto a fe, destinados para destrucción, por el solo hecho de que les provee para tal fin, ha dejado de entender el sentido de las Escrituras. El amor de Dios se ve cuando garantiza a sus escogidos arrepentimiento para perdón de pecados y fe para creer la promesa de salvación. Si la providencia implicara amor, ahí sí que tendríamos un problema de paradojas; pero dado que aquello viene como instrumento o medio para el desarrollo del plan divino, pasa como elemento necesario en la logística del cielo.
¿No proveyó el Señor para que Faraón llegase a ser el mandatario temido en Egipto? ¿No estableció las condiciones lógicas para su formación política, en medio de tanta gente de su época? La Biblia dice que Dios pone y quita reyes, así que forma las condiciones para que ellos se establezcan y desarrollen, todo de acuerdo al guion que decidió desde los siglos. La Escritura sigue enfatizando en el propósito divino para los impíos en relación con los justos: El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos; pero la riqueza del pecador está guardada para el justo (Proverbios 13:22). Recordemos que las riquezas de los egipcios fueron destinadas a los israelitas, por providencia divina puesta en sus manos. Y Jehová tu Dios echará a estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas en seguida, para que las fieras del campo no se aumenten contra ti (Deuteronomio 7:22).
No hay paradoja cuando vemos a los ricos impíos regodeándose de sus bienes, paseando su lengua por toda la tierra, como el rey de Asiria en la creencia de su poder y libertad. No pensemos que aquello constituye parte del amor de Dios para el impío porque nos sería una contradicción. Pensemos más bien como Asaf cuando entró al santuario de Dios y comprendió el fin de ellos: el Señor los ha puesto en deslizaderos y los hará caer en asolamientos (Salmo 73:18).
Reflexionemos en este texto, antes de imaginar en el amor de Dios para el inicuo destinado a tropiezo: El hombre necio no sabe, y el insensato no entiende esto. Cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente (Salmo 92:6).
César Paredes
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