S?bado, 31 de julio de 2021

Al final de los tiempos, frente al Creador Eterno, habrá dos simientes: la de los justos y la de los impíos. Pero eso no se nos presenta como un asunto a futuro, más bien se muestra como lo presente y actual. Además, lo que asombra a muchos, las dos simientes han existido desde siempre y son excluyentes. Una oveja no se convierte en cabra y una cabra jamás será una oveja. El Señor dijo que había venido por las ovejas perdidas de la casa de Israel, pero nosotros los creyentes somos el Israel de Dios. No vino por las cabras perdidas de la casa de Israel ni de la de los gentiles. 

Dos mundos se confrontan el uno al otro, el amado por el Padre y el que no fue motivo de ruego por el Hijo. En Juan 3:16 y Juan 17:9 se contempla esta oposición, para evitar generalizaciones apresuradas. Jesucristo murió por el mundo amado por el Padre, por los hijos que Dios le dio, por las ovejas que le entregó. Estos incluyen también a los mismos o a todos aquellos que creerían por medio de la palabra de sus primeros discípulos. Ahora bien, los que habrían de creer a partir de entonces son los que obtienen fe como regalo divino (Efesios 2:8). Jesucristo es el autor y consumador de la fe, el que guarda en sus manos lo que el Padre le da.

Ese mismo Jesús aseguró que nadie podía venir a él a no ser que el Padre lo trajera a la fuerza, de acuerdo al verbo griego usado (ELKO). Esto molesta a muchos, ya que no depende del que quiera ni del que corre sino de Dios que tiene misericordia; pero ese mismo Dios de misericordia ha dicho que endurecerá a quien Él quiera endurecer. Su derecho de Alfarero sobre su barro nadie se lo puede disputar, así que conviene ahorrarse el juicio en contra que se le hace al Creador. Muchos teólogos y afiliados religiosos del cristianismo estiman como injusto el que Dios haya escogido desde antes de la fundación del mundo a quienes salvaría y condenaría. Esto lo hizo, de acuerdo a sus propias palabras, según el propósito de su voluntad, sin mirar en las obras buenas o malas de la gente, antes de que el ser humano fuese concebido.

En tal sentido resulta impropio e insano decirle a la gente que si quiere puede hacer una oración de fe o de arrepentimiento, o que tal vez pueda dar un paso al frente dentro de una sinagoga llamada iglesia; lo que sí resulta adecuado sería presentarle su grado de responsabilidad ante el Ser Supremo, ante quien debemos un juicio de rendición de cuentas. Si leídas las palabras del evangelio, de la Escritura en general, el individuo es movido por el Espíritu de Dios para arrepentimiento y perdón de pecados, mejor para él. Si lo que le produce la teología bíblica implica un rechazo a la soberanía absoluta de Dios, indica que anda todavía muy perdido.

Josué le dice al pueblo que si ellos piensan que ha estado mal el servir a Jehová, que escojan entre los dioses a quienes sus padres sirvieron en la esclavitud, o a los dioses de los Amorreos en cuya tierra viven. Ese texto de Josué 24:15 nos da a entender que no tenemos mejor opción que servir a Jehová, pero que, además, no lo creamos como una posibilidad entre tantas. En realidad sus padres fueron parte del pueblo enseñado en forma general acerca de la verdad bíblica, sin embargo ellos no fueron conocidos por Dios. En Romanos 3:11-12 clarificamos cualquier duda al respecto: No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se volvieron detrás de sus propios caminos, inútiles, no hay quien haga lo bueno, ni siquiera uno solo. 

Dios nos salvó (a todo su pueblo) con un llamamiento santo, no de acuerdo a nuestras obras, sino a su propósito y gracia dadas a nosotros en Cristo Jesús desde antes de los tiempos. Esto lo dice Pablo en 2 Timoteo 1:9, así que la Biblia no hace más que confirmar que solamente lo que el Padre le da al Hijo irá a él, para que sea resucitado en el día postrero. De todo ese conjunto de personas Jesucristo no perderá uno solo, ya que habiendo ellos sido enseñados por el Padre y habiendo aprendido de Él fueron enviados para vida eterna. 

Solo hay dos simientes, la semilla del diablo y la semilla del Señor. Esta última se fortalece en la promesa que le fue hecha a la mujer en Génesis 3:15, la que viene por vía de Isaac, la simiente que es Jesucristo. La responsabilidad del hombre no descansa en el mito del libre albedrío, se apoya y se exige del hecho de ser criatura formada por el Dios Soberano. El gran Yo Soy es quien es, nosotros no somos sino por su voluntad. Desde esta perspectiva podemos mirar nuestra pequeñez y debemos sostenernos con temor y temblor, ya que tenemos pendientes un juicio de rendición de cuentas. Todos habremos de responder acerca de lo que hemos hecho con lo que nos ha sido dado: la vida misma y la obra de Dios para reconocer al Hacedor de todo.

El Salmo 37 y Proverbios 11 refieren a los dos grupos de gente mencionados. El inicuo puede creer en el Señor pero siempre añadirá algo más a su creencia, algo que le brinde mayor confort y esperanza. Su obra se suma a la de Cristo en la cruz, para hacerla más completa. A él le será dicho que nunca fue conocido por el Señor. El impío por su impiedad caerá, mientras el justo es librado de la tribulación para que el impío entre en su lugar. El alma generosa será prosperada. Y el que saciare, él también será saciado (Proverbios 11:25). 

Los justos heredarán la tierra y vivirán para siempre sobre ella, no hay justo desamparado ni su desendencia que mendigue pan. El impío toma prestado y no paga, mas el justo tiene misericordia y da. Así que conviene acercarse a estos libros de la Biblia para ver de cerca las buenas obras preparadas de antemano para los que andamos en caminos de justicia. Por igual existe la advertencia de la extinción de la posteridad de los impíos. 

Jesús enseñaba sobre el árbol bueno y sus buenos frutos, así como sobre el árbol malo y sus malos frutos. Dijo que imposible resultaba que el buen árbol diera mal fruto o que el mal árbol diera buen fruto. De inmediato se refirió con un conector de causalidad al origen y razón de estos hechos: dijo que de la abundancia del corazón hablaba la boca. En otras palabras, Jesús hacía referencia a lo que se tiene dentro y se ha creído como doctrina, lo cual producirá inevitablemente una confesión a través de la boca (del vehículo de comunicación natural humano). ¿Qué es lo que se cree y resulta como buen fruto del alma?

No es otra cosa que la doctrina aprendida. Si has sido enseñado por el Padre y has aprendido de Él, sin duda que tendrás en tu corazón la doctrina del Hijo que es la misma del Padre. Al creer la verdad tendrás un fruto verdadero, no podrás jamás dar un mal fruto. Al contrario, el impío (aunque pretenda ser una oveja limpia) no ha aprendido la doctrina del Padre, no ha sido enseñado por Él, no ha sido enviado a Jesucristo para ser su discípulo. Esas circunstancias le son adversas y como consecuencia no podrá jamás dar un buen fruto, no sostendrá por siempre la sana doctrina. 

La confusión del impío le resulta natural así que confesará tarde o temprano un falso evangelio. Hemos de estar atentos como los creyentes de Berea, para cotejar con la Escritura la Escritura misma. El recto o el justo es el Señor, de esa forma nosotros somos sus descendientes y él pasa a ser nuestra justicia. Nuestra gloria descansa en el Señor, en su doctrina o cuerpo de enseñanzas teológicas. Dice la Escritura que el Espíritu nos lleva a toda verdad y nos recuerda las palabras del Señor. 

¿Pensará usted que la teología no importa sino solamente la idea de seguir a Cristo? Recuerde que muchos de sus discípulos lo dejaron de lado porque la palabra escuchada les parecía dura de oír (Juan 6). El Señor los dejó ir sin intentar siquiera retenerlos un momento, ya que él sabe a quién ha escogido. Si usted piensa que usted es el que escoge su destino, entonces no ha entendido la teología de la Escritura. Ha llegado el momento de reflexión y revisión de lo que ha creído para ver su lejanía de la verdad. Esto es un asunto de vida o muerte eterna, así que conviene estar apercibido para comprender si andamos en el camino de justicia o el de impiedad. La justicia de Dios es Jesucristo (no una prescripción de deberes y haceres), el camino de la impiedad es contra Cristo (no apenas una serie de conductas desviadas del deber moral). Hay gente que tiene una maravillosa conducta social pero su corazón detesta la doctrina del Señor, porque sin su Espíritu es imposible asumir con gozo lo que el mismo Dios ha enseñado.

César Paredes

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Tags: SOBERANÍA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 7:05
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