Los saduceos quisieron colocar en una trampa a Jesús, al preguntarle sobre las relaciones matrimoniales en el reino de los cielos. Recibieron, en cambio, un escarmiento por su falacia presentada, ya que si no creían en la resurrección a qué la pregunta sobre los maridos de una mujer muerta. Parte de la admonición fue que ellos erraban si ignoraban las Escrituras, el punto crucial del encuentro. Dios es un Dios de vivos, no de muertos, así que su ignorancia en cuanto al contenido de la palabra divina los hacía perseverar en el error de su falsa creencia. Esa enseñanza pasa como paradigma para los que hoy día pretenden simular su fe refugiados en la ignorancia de las Escrituras.
Se ha dicho que el tema de la soberanía divina se dificulta para mucha gente que se considera lega en la materia, pero pareciera un escondite al estilo de los saduceos para hacer creer que ese conocimiento no tiene la importancia teológica que se supone. Jesús continúa diciendo que debemos examinar las Escrituras si creemos que en ellas está la vida eterna. No existe excusa para la ignorancia que mata, como bien se desprende de la afirmación de Pablo en Romanos 10:1-4. Isaías reclama por igual que el conocimiento sobre el siervo justo justificará a muchos, así que conviene vivir en la doctrina de Cristo, de acuerdo a lo declarado por el apóstol Juan.
La misericordia de Dios no asegura que todo pecado sea perdonable para todas las personas, ya que de acuerdo a sus propias palabras Él tendrá misericordia de quien quiera tenerla. El aprendizaje de Judas Iscariote a los pies de Jesús no garantizó la redención de su alma, como tampoco lo hace el que la gente eche fuera demonios en el nombre de Jesús. Ahora bien, si Jesús hubiese muerto por Judas Iscariote de seguro éste sería salvo, pero no sucedió de esa manera. Jesús dejó fuera de su oración sacerdotal al mundo por el cual no quiso rogar (Juan 17:9), por lo que la última diferencia entre perdón y condenación se encuentra en el acto de la representación que Jesús realizó en el madero. El pecador no puede expiar ni uno solo de sus pecados, así que no depende del que quiere ni del que corre sino de Dios que tiene misericordia. Por esa razón el salmista declaraba que se contaría como feliz el que tuviese su transgresión perdonada y cubierto su pecado (Salmo 32).
El arminiano dice que no hay predestinación divina sino en relación a lo que Dios ve en el corazón humano. En otras palabras, Dios elige basado en lo que ve a futuro, en la seguridad de lo que descubre en el corazón humano. Pero en definitiva para el arminiano no existe soberanía absoluta de Dios en materia de elección, sino más bien un contrato basado en el libre albedrío humano. Sin embargo, pese a su creencia, viene a preguntar sobre el significado de uno y otro texto, como tratando de descubrir alguna vía de escape para lo que la Escritura señala. Semejantes a los saduceos son ellos, cuando sin creer en la resurrección vinieron a Jesús para preguntarle algo sobre lo que descartaban como válido. El arminiano recibe la misma respuesta: erráis si ignoráis las Escrituras.
Ese error acerca de la doctrina de Cristo no parece resolverse en una enciclopedia teológica, antes que nada se presenta como una prueba de andar extraviado y sin luz en el mundo. El que no vive en la doctrina de Cristo no tiene ni al Padre ni al Hijo, ha declarado el apóstol Juan. La doctrina de Jesucristo no conviene ignorarla, no conviene aprenderla de forma errada, ya que esa ignorancia mata el alma. No se trata de conocer para ser salvo, sino de conocer porque se es salvo. Dios no deja en la ignorancia teológica a ninguno de sus redimidos, ya que el conocimiento del siervo justo justificará a muchos. Los judíos que ignoraron la justicia de Dios colocaban la suya propia como suplemento de su carencia, pero de nada les sirvió porque el apóstol les dijo que estaban perdidos (oraba por su salvación).
Los saduceos preguntaron sobre algo que acontecería en la resurrección de los muertos, pero ellos no creían en esa resurrección. Los modernos arminianos tampoco creen en la predestinación de pura gracia, sin mirar en las obras humanas, por lo cual preguntan acerca de Esaú. ¿Por qué, pues, Dios inculpa? Pues ¿quién puede resistirse a su voluntad? En otros términos, un arminiano típico hace fila con el objetor presentado en Romanos 9 y declara que Dios sería injusto si condenase a priori a las personas. El Señor sigue respondiendo igual que antes: ¿quién eres tú para discutir con Dios? Erráis ignorando las Escrituras. Si no conocen al Siervo Justo no podrán ser justificados, así que si lo conocieran no harían la pregunta del objetor. Tampoco se ofenderían con las palabras del Señor, como los viejos discípulos descritos en Juan 6. Entenderían que nadie puede venir a Cristo si no le fuere dado del Padre, pero el que a él no viene no puede hacerlo porque no ha sido enviado. De lo contrario, si hubiese sido enviado hubiese ido y sería resucitado en el día postrero (en la primera resurrección). El que ignora las Escrituras ignora por igual el poder de Dios para redimir el alma de su elegido.
El Dios de vivos implica que Abraham, Isaac y Jacob siguieron con vida en los tiempos de Jesús en la tierra, siempre vivos en la presencia del Señor. El Faraón murió en sus delitos y pecados, lo mismo que Judas y Caín; éstos no tienen por Padre al Dios de amor, sino al padre de la mentira. Negar la resurrección significa negar la doctrina de Jesucristo, negar su divinidad refiere al rechazo de la substancia del Señor, negar la elección de Dios presupone la negación de la doctrina de Cristo, de la esencia del evangelio. La muerte del Mesías implica un concepto crucial para la fe cristiana, así que distorsionar su efecto y alcance conduce a la demostración de que se vive en la muerte propia de los delitos y pecados. ¿Cómo llamaría usted a un saduceo? ¿Le diría hermano con poco conocimiento? ¿Cómo llamaría usted a un arriano, (a alguien que niega la divinidad y eternidad del Hijo)? ¿Le diría hermano con falta de conocimiento? ¿Cómo llamaría usted a quien niegue el carácter soberano de Cristo, su muerte en expiación por todos los pecados de su pueblo (Mateo 1:21)? ¿Llamaría hermano a quien negare la obra de Jesucristo en la cruz? ¿Y cómo llamaría usted a quien pasare por alto el texto de Juan 17:9 (que dice que Jesús no rogó por el mundo)? Si llama hermano a cada una de estas personas implica que usted no tiene ni al Padre ni al Hijo, por cuanto niega la doctrina de Cristo y no vive en ella. ¿Cómo podrá tener el Espíritu de Cristo? Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo no es de él (Romanos 8:9).
Algunos aseguran que Dios es malo por lo que hizo con Esaú, pero dicen por igual que no entienden en realidad la razón por la cual Dios hizo tal cosa, y pretenden ser excusados porque tal entendimiento supone un nivel lógico e intelectual muy elevado. Uno podría preguntarles ¿cómo se atrevieron a tal acusación si no entendieron lo que la Biblia dijo en forma simple? Si uno no entiende algo debe abstenerse de acusación, pero si uno acusa se hace responsable de lo que dice. Si uno no logra entender lo que Biblia dice en forma plana y clara, pareciera que el evangelio le sigue permaneciendo escondido. Dice la Escritura que el entendimiento de los incrédulos fue cegado a fin de que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo (2 Corintios 4:4). Por un lado o por otro se queda sin escapatoria, si el conocimiento del siervo justo justificará a muchos, la ignorancia de muchos los hace permanecer en la oscuridad en la que habita el príncipe de las tinieblas.
César Paredes
Tags: SOBERANÍA DE DIOS