S?bado, 24 de abril de 2021

No se trata de una electrólisis para la salud del cuerpo, más bien tiene que ver con el ritual judío aplicado por Jesús previamente a la traición de Judas. La protesta de Pedro nos sirvió para una comprensión teológica acerca de nuestra limpieza espiritual, los que hemos creído necesitamos solamente lavarnos los pies. Una metáfora entendible, como todas las que Jesús expuso en relación a su misión entre su pueblo elegido. Metáforas que algunos no han podido comprender, pese a pertenecer a alguna nómina religiosa; recordemos lo de las parábolas que el Señor decía para que no todos pudieran entender su mensaje. Tal parece que Calvino con su esfuerzo académico no alcanzó a comprender, ni siquiera por su fuego religioso exhibido contra Servetius ni por su énfasis en la idea de la soberanía divina.

Aquellas personas que el Señor ha limpiado (de pies a cabeza) no necesitan otra limpieza que el perdón de pecados cotidianos. Parece que Juan lo describió muy bien en sus cartas, cuando dijo que el creyente que afirma que no ha pecado hace a Cristo mentiroso, pero que si acudimos a él confesando nuestros pecados recibiremos el perdón basados en su justicia y misericordia. Esa teología la saca Juan de lo que el Espíritu le inspira, pero también de lo que aprendió en forma directa de Jesús, en especial en estos últimos momentos en que el Señor lavaba los pies a los doce. Sí, el Señor dijo que no todos estaban limpios, porque sabía quién le iba a entregar (Juan 13:11). Esa frase del apóstol figura como una pintura que clarifica el sentido del texto, sin que pueda vislumbrarse una semántica diferente.

Pero los teólogos que responden preguntas que nadie se hace en ocasiones abren el sobre que deja ver lo que piensa su alma. Si el Señor sabía quién le iba a entregar (por lo cual enfatizó en que no todos estaban limpios de pies a cabeza), si, además, ya había opinado acerca de Judas como del hijo de perdición, como de alguien que debía seguir su destino para que la Escritura se cumpliese, si había dicho también que él había escogido a los doce discípulos pero que uno era diablo, ¿cómo puede Calvino extraer de la teología de Jesús, y de lo escrito en el evangelio de Juan, que el Señor quería y deseaba darle una segunda oportunidad a Judas? 

En sus Comentarios, cuando uno busca en Juan 13:11, puede leer lo que dice este reformador. De la expresión del Señor referente a los doce, cuando dice que no todos están limpios, Calvino cree, entiende y dice que tal vez Jesús quería que Judas pudiese ser movido por algún sentimiento de arrepentimiento. No satisfecho con eso añade: El propósito de no nombrar a Judas como el que no estaba limpio consistió en no cerrarle a él la puerta del arrepentimiento. Bueno, no podemos imaginar lo que le habría acontecido a la humanidad si Judas se hubiese arrepentido, lo que hubiese ocasionado a la reputación de las profecías bíblicas, o cómo hubiese caído en descrédito la enseñanza de Jesús. 

La piedad de Calvino subraya su fe, lo que ha creído de cuanto ha leído y enseñado. Suponer y asegurar que Jesucristo quiso que Judas se arrepintiera -mientras le lavaba los pies- desdice todo lo escrito como profético en relación al traidor, todo lo que el mismo Señor había declarado de ese diablo que él había escogido a propósito entre los doce. Pero Calvino acababa de decir igualmente, en referencia al texto mencionado (Juan 13:11) que los hijos de Dios no son regenerados en el primer día … sino que permanecen en la carne… Esto es tan grave como lo otro, ya que la regeneración no es otra cosa que el nuevo nacimiento, y si no lo somos desde el primer día en que hemos sido regenerados por el Espíritu, ¿será un proceso continuado, inacabado, algo que vamos logrando con nuestro esfuerzo? 

Un enredo tras otro, como quien sigue los pasos errados de un caminante cuyo fin es camino de muerte. Dice Calvino en su interpretación de Romanos 5:18 que Dios nos hizo un favor común a todos (toda la humanidad), porque se lo propuso de esa manera, aunque no fue en realidad extendido a todos (¿quién entiende?). Ya que Jesucristo sufrió por los pecados de todo el mundo, y la benignidad de Dios es ofrecida en forma indiscriminada a todos, aunque no todos la reciben.  Si tomásemos en serio lo que escribió Calvino, ¿qué se podría decir de Apocalipsis 13:8 y 17:8, cuando se declara que servirán a la Bestia aquellos cuyos nombres no fueron escritos en el libro de la vida del Cordero desde la fundación del mundo? ¿Cómo se podría hablar de la benignidad de Dios para con Esaú, solo para satisfacer a Calvino? ¿O cómo hablar de benignidad para con aquellos destinados para que tropiecen en la roca que es Cristo, de acuerdo a las palabras de Pedro?

Si algo no cuadra entre un comentarista de las Escrituras y las Escrituras mismas, vayamos siempre a la ley y al testimonio. No torzamos lo que fue ordenado por Dios, ya que si así hacemos sería para nuestra propia perdición. Lo que tanto ha molestado de la doctrina de Cristo ha sido el carácter soberano del Dios de las Escrituras. El hecho de que Jesús haya dicho que nadie podía venir a él a no ser que el Padre lo haya traído, ha sido recibido como ofensa, como una palabra dura de oír y de repetir. A lo largo de los siglos de la vida del cristianismo, el mundo religioso llamado cristiano se ha debatido entre creer lo que Jesús ha dicho o interpretar lo que la Escritura dice crudamente. El Sínodo de Dort no fue diferente, aunque haya condenado al arminianismo como el gran error de los siglos. 

Un debate sobre el tema de la extensión de la expiación de Cristo ha recreado la teología cristiana para satisfacer a grupos disgustados con la crudeza de la verdad bíblica. Por un lado están los que dicen que Jesús murió por todo el mundo, sin excepción, haciendo la salvación un hecho potencial antes que actual. De otra parte están los que sostienen que Dios vio satisfecho el sacrificio hecho por el Hijo en favor de todo su pueblo (Mateo 1:21). Pero dentro de éstos últimos hay quienes suponen que Cristo murió por todos, sin excepción, aunque solamente su muerte demuestra su eficacia en los elegidos del Padre. Pero, en caso de que alguno de los no elegidos decida arrepentirse lo podrá hacer y alcanzará la redención si lo quisiere. No será por desgana de Dios que se pierda sino por no aprovechar la ocasión brindada por Dios.

Vemos que el arminianismo consigue su objetivo con los reformados que sostenien la eficacia de Cristo al morir por su pueblo, como también asegura que el mundo no elegido podría ser salvo si lo quisiera. 

La universalidad de la salvación triunfa en alguna medida al mostrar su rostro populista. Más humanista y conciliatorio, el sentir arminiano cobra ventaja en los templos de los religiosos del cristianismo. Suena más grato al oído humano el escuchar que la salvación es un asunto humano, competencia del libre albedrío de los hombres, antes que un asunto exclusivamente restringido a la voluntad divina. El arminianismo niega que Cristo haya muerto por alguien en particular, lo cual proclama la potencialidad de la redención. Aunque el Sínodo de Dort haya afirmado que Cristo murió por su pueblo en forma específica, la droga arminiana ha ido perneando los salones de reunión del culto cristiano a lo largo del planeta. En tal sentido, lo que se cree hoy día bien pudiera afirmarse como una resultante de teología moral cristiana y adaptación humanista de la doctrina de Cristo. 

Los que se toman en serio los asuntos de la Biblia deberían pensar lo suficiente en este tema trascendental de la doctrina de Jesucristo. Pasar por alto estos puntos doctrinales de la salvación deshonra la grandeza de la gloria del Dios que quiso honrar a su Hijo dándole un pueblo para redimir. Su soberanía absoluta gira en torno a la teología de la gracia, y si se trata de gracia ya no se trata de obras. La obra humana no concurre con la gracia, ni siquiera para decidir bajo la fábula del libre albedrío humano. Dios decidió desde la eternidad su amor por Jacob y su odio por Esaú; los que objeten tal posición demuestran que andan extraviados de la verdad. Los que insisten en apegarse a la mentira, en odiar la verdad, recibirán de parte del Dios de la Biblia un poder engañoso para que terminen de creer de acuerdo a sus propias fabulaciones (Carta de Pablo a los Tesalonicenses).

De la abundancia del corazón habla la boca, así que cualquiera que se desvía de la doctrina de Cristo no tiene ni al Padre ni al Hijo. ¿Podrá tener al Espíritu? Decir que Judas tenía la oportunidad de arrepentirse por el solo hecho de que Jesús le lavara los pies, puede ser una frase ligera. Sin embargo, cuando el sobre se abre y muestra lo que contiene se puede ver lo que abunda en el corazón de la persona que habla. Examinemos las Escrituras, si nos parece que allí tenemos la vida eterna.

César Paredes

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Tags: SOBERANÍA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 8:32
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