Domingo, 11 de abril de 2021

Si no fuese un peligro, no lo advertiríamos. Pero un error doctrinal en lo que concierne al corazón del evangelio suele ser un veneno mortal instantáneo. Aunque hay religiones dentro del cristianismo que asumen la doctrina arminiana como la más humanista, esa suposición no lleva al Jesús de la Biblia. Un cohete disparado hacia un objetivo, el cual requiere un ángulo adecuado, si se le aumenta o disminuye un grado al ángulo no llegará al destino previsto si el recorrido implica una gran distancia. ¿Cuánta distancia cree usted que existe entre el pecador común y el reino de los cielos? La Biblia da indicaciones para poder acercarnos a Dios, pero el Espíritu es quien da la habilidad para cumplir con nuestra responsabilidad.

Toda la humanidad tiene la responsabilidad de arrepentirse, de admirar a su Creador, más allá de que su muerte espiritual lo haya deshabilitado por completo. Urge el nuevo nacimiento, como le dijo Jesús a Nicodemo el maestro de la ley. Esa obra proviene de lo alto, de la acción sobrenatural del Espíritu y no puede comprenderse como una actividad humana. Lo único humano que existe en ese nuevo nacimiento consiste en la actividad del anuncio del evangelio. Sin el evangelio no hay comprensión de a quién se ha de invocar (Romanos 8), por lo cual conviene ser enviado para tal misión. Son admirables los pies que llevan el evangelio a todo el mundo.

Dios odia la mezcla, como lo enseña desde el Antiguo Testamento. Ni siquiera la lana y el lino podían mezclarse, como un anuncio emblemático relacionado con la prohibición de la mezcla espiritual. El fuego extraño en la congregación se concibe como una abominación a Jehová, así que cuánta mayor abominación existe en la mezcla de dos evangelios. Pablo declaró que sería maldito el que anuncie un evangelio diferente al que ha sido revelado en las Escrituras. El evangelio predicado por el apóstol es el mismo que enseñó Jesucristo. La doctrina del Hijo vino a ser la misma que la del Padre, así conviene conservarla pura y apegarse a ella, ya que el que no habita en la doctrina de Cristo no tiene ni al Padre ni al Hijo (Juan). Si Jesucristo aseguró que nadie podía venir a él a no ser que el Padre lo trajere, ha de entenderse que los que a él no vienen no han sido nunca traídos por el Padre. Si Jesucristo no quiso rogar por el mundo, en su oración intercesora la noche antes de ir al tormento de la cruz, ¿por qué razón el arminianismo enseña que Jesucristo murió por todo el mundo, sin excepción?

El ángel le dijo a José que al niño por nacer le colocara el nombre Jesús (Jehová salva) porque él salvaría a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21). No le dijo que salvaría a todo el mundo, sin excepción; de esta manera queda patentado el interés del otro evangelio en traer confusión al combinar verdad con mentira. En Apocalipsis 13:8 y 17:8 se lee que los que adoraron a la bestia no tenían sus nombres escritos en el libro de la vida del Cordero, desde la fundación del mundo. El sacrificio de Jesucristo no pudo ser en vano, como si él hubiese muerto por toda la humanidad en forma potencial, quedando a la espera de que los muertos en delitos y pecados levanten la mano para indicar que desean ser salvados.

La propiciación implica reconciliación, así que Jesús nos reconcilió con el Padre. No puede alguien reconciliado con Dios ser expulsado al infierno de fuego. Esto da qué pensar, ya que si el infierno existe y está ocupado se implica que hubo un fracaso en la reconciliación. Como si la sangre de Jesús no haya sido suficiente para dar la libertad al cautivo en las tinieblas de Satanás. En realidad, Jesús dijo la verdad: les he dicho que ninguno puede venir a mí, excepto que le sea dado por mi Padre (Juan 6:65). El libro de los Hechos dice lo siguiente: …Y creyeron todos lo que habían sido ordenados para vida eterna (Hechos 13:48). El conocer del Señor se nos presenta en muchas oportunidades como algo más que el acto cognitivo que sugiere el verbo. Así como Adán conoció a Eva su mujer y tuvieron otro hijo, el Señor dirá en el día final a muchos que nunca los conoció. Ese verbo conocer implica tener comunión íntima, de manera que en Romanos 8 leemos que a los que antes conoció, también los predestinó…, lo que debe leerse como a los que antes amó. Pero Arminio y sus seguidores aman el torcer las Escrituras y aseguran que Dios tuvo que averiguar en el corredor del tiempo quiénes iban a aceptarlo y quiénes no lo harían, por lo que en esa actividad se descubre el acto de la predestinación.

Tal aseveración posee demasiadas incongruencias ante el Dios lógico de la Biblia. 1) Hace a Dios falto de conocimiento, de manera que tiene que averiguar algo que no sabe (pérdida de Omnisciencia); 2) Presume que Dios hace un acto inútil, predestinar lo que ve como seguro (se predestina para salvación lo que por sí mismo no puede salvarse); 3) Presume también que el hombre no murió en sus delitos y pecados, sino que está levemente enfermo y tiene cura por medio de su libertad individual (la fábula del libre albedrío); 4) Se asume que Dios vio en el túnel del tiempo los eventos por venir, de manera que se aprovechó de lo que en esa visión aprendió. Por ejemplo, la redención del hombre pudo ser prevista de esa manera: Dios vio que un grupo de personas deseaba crucificar a un mesías, así que aprovechó esa coyuntura histórica y envió a su Hijo; 5) Hace a Dios un plagiario, al dictar ante sus profetas los eventos por venir como si fueran creaciones suyas. Las palabras de los profetas serían un plagio divino que el Creador obtuvo de la información adquirida.

Podríamos seguir añadiendo incongruencias a esta sola presunción arminiana sobre la forma en que Dios predestinó, dado que dicen que conoció cognitivamente al averiguar lo que iba a suceder. Pero baste para el lector la comprensión de lo que hasta acá se ha expuesto, de tal forma que pueda concluir a partir de las premisas establecidas.  Dice Pablo que los gemelos no habían nacido y ya tenían un destino que no fue averiguado en el tiempo, más bien fue antes de la creación del tiempo: antes de que hicieran bien o mal, antes de que fueran concebidos. Agrega el apóstol lo siguiente: A Jacob amé, mas a Esaú odié (Romanos 9:11-24). Dios tiene misericordia de quien quiere tenerla, pero endurece a quien quiere endurecer; crea vasos de misericordia para hacerlos objetos de su amor, pero igualmente ha creado vasos de ira preparados para ira y destrucción eterna.

Ante semejante declaración bíblica, el arminianismo ve aquello como algo odioso y satánico. Sus filólogos batallan para que el texto diga otra cosa, llegando al desvarío de asegurar que en lengua griega el verbo ODIAR cuando se refiere a una actividad divina significa AMAR MENOS. Por otro lado, sus hermeneutas aseguran que Pablo habla de dos naciones y no de personas, que se refiere a un acto histórico y no a una actividad teológica. La herejía es libre, así que cada quien puede añadir a su placer conforme a lo que le dicte su corazón. Ciertamente, de la abundancia del corazón habla la boca, el árbol malo dará un mal fruto (confesará el evangelio anatema), mientras el árbol bueno dará un buen fruto (confesará el evangelio apostólico aprendido de Jesucristo). Los escogidos de Dios decimos como está igualmente escrito en la Biblia, bendecimos a Dios Padre por nuestro Señor Jesucristo, quien nos bendijo con toda bendición espiritual en las regiones celestes en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado (Efesios 1:3-6). ¿Y qué decir de Efesios 1:11, el cual habla con la claridad de quien no esconde nada? En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad.

Dios nos escogió desde el principio para salvación, en la santificación del Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual fuimos llamados mediante el evangelio de los apóstoles, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo (2 Tesalonicenses 2: 13-14). Fijémonos en que la predicación del evangelio se hace imperativa para que los elegidos sean alcanzados para la salvación eterna. Se deja evidencia de la verdad frente a la mentira arminiana, con la cual se nos acusa de desgana en la predicación del evangelio (la realización de la gran comisión). Predicamos porque estamos seguros de que hay elegidos que acudirán a Cristo, como producto de la acción del Espíritu y de su palabra inspirada. La predestinación no supone un trabajo automático y mecánico divino, como si el evangelio y la gloria del evangelio de Cristo se colocaran a un lado. Al contrario, urge enviar a predicar el evangelio como todo el consejo de Dios, no como una mezcla de fuego extraño ante el altar divino. Por igual se dice de los contrarios, de los que siguen el patrón de Esaú: a los desobedientes, para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo; piedra de tropiezo y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes, a lo cual también fueron destinados (1 Pedro 2:7-8).

Los arminiantos no han sido regenerados, no han pasado de las tinieblas a la luz por el hecho de que tengan la Biblia y se la memoricen. Eso hicieron los viejos fariseos con la ley de Moisés, además de recorrer el mundo en busca de un prosélito. Las obras no salvan a nadie, la doctrina errada dirige a mal destino, como el cohete que tiene mal ajustados los grados del ángulo. No se trata de que la gracia sea una perspectiva teológica más, sino de que se presenta como el resultado lógico de quien ha sido redimido, de quien ha comprendido la Escritura como consecuencia de tener el Espíritu de Dios. Toda doctrina de la gracia se manifiesta como esencial al evangelio de la fe de Jesucristo, se atañe a sus enseñanzas o cuerpo doctrinal, muy bien recogidas en los evangelios y a lo largo de toda la Escritura en general. La gracia se presenta como la verdad frente a la mentira de las obras (si por gracia ya no es por obras, de otra manera la gracia no sería gracia).

En síntesis, Dios ha declarado a través de Isaías que Él ha hecho todas las cosas, que Él declara las cosas nuevas antes de que ellas sucedan (no por averiguarlas en los corazones humanos) –Isaías 42:9. No hay otro Jehová, sino uno solo; no se confunda con otro dios porque hay un solo Dios (como un solo evangelio). Él es el que forma la luz y crea las tinieblas, hace la paz y crea el mal (Isaías 45:5-7). No hay ninguno como Jehová, que declara el final desde el principio, que dice que su consejo permanecerá, haré todo mi deseo, porque he hablado y hago que eso suceda (Isaías 46:9-11).  Jehová mata y da vida, hiere y sana, sin que haya nadie que libre a alguien de sus manos (Deuteronomio 32:39). La suerte se echa en el regazo, pero de Jehová es la decisión de ella (Proverbios 16:33).

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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