El célebre profeta Balaam había profetizado cosas ciertas de parte de Jehová. Nos recuerda a los falsos maestros que engañan porque dicen cosas verdaderas sacadas de las Escrituras. Sin embargo, con los falsos maestros del evangelio anatema, la interpretación privada que levantan al torcer las Escrituras constituyen su error introducido en la asamblea. Balaam conocía la exactitud del Creador al que servía, porque nos guste o nos parezca raro toda la humanidad está al servicio del Altísimo. Aún al malo hizo Jehová, para el día malo (Proverbios 16:4).
La fama de Balaam en Israel y las naciones circunvecinas se extendía con el acierto de sus profecías y anuncios. Por esa razón un rey malvado llamado Balac lo contrató con el fin de que maldijera al pueblo de Dios. He allí la razón de llamarlo un profeta por contrato, ya que sirviendo al Dios de Israel su amor al dinero lo condujo a todos los males posibles para él. Su nombre devino en un sinónimo de enemigo del Señor, aunque imitaba la práctica religiosa aprendida. Los maestros de mentiras sienten sed de poder, sea del dinero o de la fama, pero se doblegan por el salario que paga Satanás.
Hoy día el mundo denominado cristiano raya la apostasía, con apóstoles, profetas, sanadores, hablantes de lenguas extrañas, balbuceadores, espiritistas que reciben mensajes de los demonios y los traducen como si fuesen de Dios mismo. Si no recibimos el mensaje de Dios se recibe el del diablo, no hay término medio, aunque sea por intermedio de los demonios o de los seres humanos que sirven al Príncipe de este mundo. Al viejo profeta le habló su asna para menosprecio de su valía, por medio del ángel de Jehová, Jesucristo mismo.
Balaam nos demuestra con creces que se puede militar en el evangelio como si se creyese de verdad, pero sin conversión alguna. No hay conversión cuando no hubo regeneración del Espíritu, pero sí que hubo una apariencia de piedad que genera resultados convenientes para los simuladores. Precisamente, la fama del profeta se debía a sus aciertos en materia profética, así que en medio el negocio de la profecía pretendía ejecutar unos parámetros que suponía un conjunto de reglas espirituales que le aseguraban el éxito.
Resalta el holocausto que exigía, cuando utilizaba el número siete como su preferido (el que en medios israelíes significaba perfección). Dios todo lo gobierna, así que cuando el profeta intentó maldecir a Israel Dios lo puso a bendecirlo. No siempre sucede de esa manera, ya que hay gente que maldice sin que sea refrenado de momento por el Señor, pero como decía David al Señor: maldigan ellos pero bendice tú. El pueblo de Dios debe descansar en el poder protector de Jehová, el que bendice por siempre y no maldice jamás a su pueblo. Cosa seria resulta meterse con el pueblo de Dios, el cual Él ha elegido para alabanza de su gloria. La Escritura afirma que somos la niña de sus ojos.
La salvación pertenece al Señor; todo el pueblo de Dios ha pertenecido a la cautividad, como también nació la nación de Israel cautiva en Egipto. Esa cautividad refleja nuestra naturaleza de servicio al mundo, a la oscuridad del principado de la serpiente antigua, que se llama diablo o Satanás. Jesucristo vino a ser nuestro liberador, habiéndonos comprado con sangre, habiéndonos representado en la muerte de cruz, clavando el acta de los decretos que nos eran contrarios. Su justicia satisfizo al Padre, de manera que mientras tomaba nuestros pecados nos los intercambiaba por su justicia. Justificados por la fe de Cristo tenemos paz para con Dios.
Tenemos la bendición del Señor a su pueblo, pero existe por igual la maldición de los que no son su pueblo escogido. Balaam fue uno de los malditos por el Señor, aunque lo dejó actuar como su siervo para demostrar lo que les acontece y cómo actúan los falsos maestros de todos los tiempos. Dios bendice a los que bendicen a su pueblo, pero maldice a todos los que maldicen a su pueblo que ha elegido desde los siglos. Los maestros que predican verdades de la Biblia y que asombran por su conocimiento, suelen engañar con mayor facilidad a sus fieles. De repente se les ve la costura del sobre, en su habla espontánea mientras exponen su teología, animados por su verbo encendido olvidan el esfuerzo hecho para ocultar lo que abunda en su corazón. De esa manera dicen algo indebido, una frase incoherente que denuncia que no creen aquello que han expuesto.
Balaam había anunciado muchas verdades eternas del Dios de la Biblia, pero su apariencia de piedad se vio develada por su amor al dinero. Siembre existirá el detonante que quite el velo piadoso que como piel de oveja oculta la naturaleza de lobo del teólogo mentiroso. Pese a las cosas buenas que dijo murió como enemigo de Dios. Balac de Moab, un rey que no quería perecer, apeló al gran profeta de Israel para maldecir a Israel. Le ofreció dinero suficiente para que el profeta desvariara en el pensamiento de que quizás aceptaría esta vez tal atrevimiento en virtud de su servicio. El dinero se convirtió en la razón de su fracaso final.
Balaam aceptó la oferta de Balac, en el presupuesto de que las bendiciones de Israel por él proferidas lo habían convertido en un especialista de la bendición y maldición, como si Jehová podría salirse de la ecuación. Olvidaba que los decretos de Jehová son irreversibles, que lo que había ordenado para Israel su pueblo se había hecho desde el principio, de acuerdo al principio de la predestinación. Pero lo que Balaam hacía en ese momento también estaba de acuerdo al propósito de Dios. Como dijera el profeta Amós, ¿habrá sucedido algo malo en la ciudad que Jehová no haya hecho? (Amós 3:6).
Balaam no ignoraba los caminos del Dios de Israel, sabía cómo trataba Jehová a su pueblo. Los falsos maestros conocen por igual lo que la Biblia enseña, pero son atrevidos en el engaño porque sirven al Príncipe de este mundo. El dinero, raíz de todos los males, viene como denominador común de los que aspiran a la prosperidad por medio de la religión. Maldíceme este pueblo, porque es más fuerte que yo; quizá yo pueda herirlo y echarlo de la tierra; pues yo sé que el que tú bendigas será bendito, y el que tú maldigas será maldito (Números 22:6). Esas fueron las palabras de Balac, gobernante de Moab.
Los falsos profetas son como brutas bestias, de acuerdo a las palabras de Pedro. Balaam demostró ser más ignorante que su asna, la cual no quería pasar adelante porque había visto al ángel del Señor con su espada. Recuerdo el objetor que levantó Pablo en su Carta a los Romanos (capítulo 9), mucho más inteligente que los universalistas arminianos que proclaman que Jesucristo murió por todo el mundo, que está a la espera de que la gente se convierta y haga su parte porque él ya hizo la suya. Ese objetor reconoció que Esaú no podía volver otro el destino trazado por el Omnipotente Jehová. Había razonado adecuadamente como lo hizo el asna de Balaam, si bien el profeta estuvo embrutecido con la realidad frente al conocimiento de Jehová.
Los que conocen la palabra del Señor pero desean que fuese otra la declaración, intentan como Balaam rogar al Dios del cielo para que les ayude a interpretar privadamente la Escritura. No encontrarán otra respuesta sino la que está declarada, ya que Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta (Números 23:19). A la ley y al Testimonio, dijo Isaías, tenemos la palabra profética más segura (2 Pedro 1:19-21). Si existe un Dios para su pueblo, ¿habremos de consultar a otros dioses? ¿Buscaremos una voluntad divina que se acople a nuestra visión carnal de las cosas?
La comezón de oír hace que la gente se junte y busque quien le hable de acuerdo a sus concupiscencias. La gente se da a las fábulas, en la cavilación de que esas palabras suaves sobre Dios aligere la Escritura. Sepamos que la gente cuyo Dios es el Señor es una gente a salvo. Somos salvados porque Dios nos escogió por Sí mismo para habitar con seguridad en su presencia. Nuestra eternidad está garantizada como una de felicidad continua, sin que nadie nos pueda maldecir con eficacia como tampoco lo fue Israel bajo el intento de Balac.
Si somos creyentes sabemos que Jesucristo es nuestra justicia y esperanza, estamos seguros de que no existe otra esperanza sino el Hijo de Dios. El Señor le dijo a sus discípulos: Ustedes no me escogieron a mí, Yo los escogí a ustedes. Un apóstol escribió que le amamos a él porque él nos amó primero. Esto no es sino el círculo de la soberanía divina: somos consecuencia del deseo de Dios, estamos sujetos a su decisión eterna.
Al final de la vida todo el mundo estará frente al Señor en algún momento. Unos serán separados de otros, solamente dos grupos: las ovejas y las cabras. Unos irán a vida eterna mientras los otros a condenación perpetua. Si esta situación le inquieta urge escudriñar las Escrituras, de acuerdo a lo que Jesucristo sugirió: allí está la vida eterna. Los que creemos no descansamos en las obras, sino en la gracia. Y si gracia ya no es por obras, de otra manera la gracia no sería gracia. Pero los que estaremos a la derecha del Cordero siempre lo hemos estado en ese lugar, ya que hemos sido amados desde la eternidad. Es cierto que un día estuvimos bajo la ira de Dios, en la ignorancia de nuestra mente depravada, pero cuando fuimos llamados eficazmente lo supimos. Sin embargo, Dios ha declarado habernos amado con amor eterno. Cuidémonos y apartémonos de los profetas por contrato, su fin es la muerte espiritual.
César Paredes
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