Martes, 08 de septiembre de 2020

Entramos ante la presencia del Todopoderoso amparados en la sangre de su Hijo, por cuanto Jesucristo nos procuró eterna redención, al penetrar de una vez y para siempre en el lugar Santo. El asunto de la presencia de Dios es tan serio que nadie podría sobrevivir ante Él, aunque fuese muy sincero. La adoración ha de ser en espíritu y en verdad, bajo el conocimiento de que debe hacerse como se presenta en las Escrituras. Tenemos Salmos inspirados por el Espíritu, de manera que procuremos cantarlos, entonarlos, recitarlos; podemos colocar nuestras propias palabras, siempre y cuando estén alineadas con toda la Escritura.

Hemos de cuidarnos de la subjetividad en la adoración, porque las actividades religiosas cuando son simples deberes bajo los criterios humanos no manifiestan una coordinación de afecto al Señor. Si no obedecemos sus mandatos con amor, sino de acuerdo a nuestros puntos de vista, o si manifestamos un celo no conforme a ciencia, o si pretendemos adorar al verdadero Dios, albergando falsas enseñanzas, será siempre un fuego extraño. Los hijos de Aarón tomaron cada uno su incensario y colocaron fuego en ellos, con perfume, ofreciéndolo delante de Jehová, pero como nunca fueron ordenados para hacer tal cosa el Señor los consumió. Nadal y Abiú murieron quemados delante de Jehová, como símbolo del castigo que recibirán todos aquellos que osen adorarlo fuera de su mandato (Levítico 10:1-3). Algo parecido –si bien en otro contexto- les aconteció a Ananías y Safira, cayeron muertos por tratar de engañar al Espíritu Santo, aunque nosotros hayamos sobrevivido a nuestras desobediencias. Tal vez el Señor nos enseña a tener cuidado para que hagamos bien las cosas respecto a nuestra relación con Él, tal vez aquellos drásticos ejemplos de castigo inmediato están escritos para que aprendamos el justo respeto que le debemos.

Las congregaciones denominadas cristianas se reúnen en torno al árbol de navidad, a las fiestas religiosas (Semana Santa, Domingo de Ramos, Día de Resurrección, etc.), para realizar dramas, representaciones generales que suponen es grato ante el Altísimo. No pueden prescindir de alguna pintura que alguien hiciera de Jesús, el Cristo, no dejan a un lado la cruz que consideran un símbolo que los cuida o que los ayuda a recordar el martirio del Señor. Pero a nada de eso fuimos llamados, ya que aún la serpiente de bronce levantada en el desierto se convirtió en un instrumento de adoración, que hubo de ser eliminado. Los israelitas también se prostituyeron tras el Efod de Gedeón, una razón más por la que Juan recomienda a su iglesia a guardarse de los ídolos.

Ciertamente, un ídolo puede ser una imagen mental, una creencia fija o temporal en relación a lo que debería ser Dios. Los creyentes sabemos que la palabra de la cruz sigue siendo una locura para los que andan perdidos, aunque se muestren cercanos a ella. Sin embargo, para los que hemos sido redimidos, la cruz de Cristo es el poder de Dios. Por medio de la sabiduría presumida del mundo, el mundo no pudo conocer la sabiduría de Dios, quiso Dios por medio de la locura de la predicación salvar a los que somos creyentes (1 Corintios 1:18,21). Los hijos de Aarón hicieron su adoración según su imagen mental, no sobre los parámetros dictados por Jehová. Era su padre el autorizado por Dios, no los hijos.

Si alguien fue sectario en esta vida fue Jesucristo, cuando dijo que solamente él era el camino, la verdad y la vida, que nadie vendría al Padre sino a través de él (Juan 14:6). Agregó que nadie iría a él a menos que el Padre lo llevase, de tal forma que él lo resucitaría en el día postrero. Jesús vino a poner su vida por las ovejas (Juan 10), en tanto buen pastor, vino a borrar todos los pecados de todo su pueblo (Mateo 1:21), por lo tanto, no rogó por el mundo (Juan 17:9) por cuanto no iba a morir por ese mundo vanamente. Este evangelio se ignora en los púlpitos modernos desde hace muchos años, pero los seguidores del extraño evangelio pretenden adorar al Dios de la Biblia con fuego extraño, como si nada malo les fuera a acontecer.

Asaf dijo respecto a los impíos que no tienen congojas como los demás mortales que el Señor los había puesto en desfiladeros. De repente serán asolados y el Señor mismo despreciará sus rostros. Serán consumidos en forma súbita, por cuanto han ofrecido fuego extraño a un Dios que no lo ha demandado. Los transgresores que no habitan en la doctrina de Cristo no tienen a Dios, de acuerdo a lo dicho por un apóstol (2 Juan 9). Cuán importante es conocer y retener la doctrina de Jesucristo, todo su cuerpo de enseñanzas teológicas. Jesús no vino a darnos clase de moral y buenas costumbres, no pretendió convertirse en un líder pacifista o guerrero, simplemente vino a realizar un trabajo encomendado desde los siglos. Ese trabajo fue consumado en la cruz, de manera que nadie está autorizado para agregarle o quitarle a su completa confección.

Pero no limitemos la doctrina de Cristo a sus palabras recogidas en el evangelio, ya que él es el Verbo hecho carne, la Palabra misma, por medio de él fueron hechos los cielos y la tierra, todo cuando existe fue hecho. La Biblia entera es su palabra, así que urgimos a examinarla en forma completa, en especial a aquellos que suponen que allí está la vida eterna. La justicia del Padre exige una conducta perfecta, cumplida solamente por Jesucristo en esta tierra. Habiendo él sido el Cordero sin mancha, inmolado por causa de su pueblo, vino a tener herencia y a ser prosperado, viendo linaje. Esos hijos que Dios le dio somos todos aquellos que llegamos a creer en su nombre, pero hemos de reconocer al seguir sus enseñanzas que fuimos ordenados para vida eterna.

Tal vez en este punto algunos (y no pocos) se desvíen del camino que pretendían seguir. Acá tuercen las palabras del evangelio para invocar su libre albedrío y guardarlo en sus alforjas, a fin de que no se lo destruyan. Insistimos en el mensaje global de la palabra del Señor, ya que el amor mostrado a Jacob se coloca en evidencia y contraste frente al odio ejercido contra Esaú. En ambos casos, la Biblia asegura que Dios no miró la obra buena o mala de los gemelos, sino que fijó sus destinos desde la eternidad por el puro afecto de su voluntad. ¿Qué pues, diremos? ¿Hay injusticia en Dios? En ninguna manera, dice la Escritura. Dios es libre de amar a Jacob y de odiar a Esaú, sin que medie obra alguna en ellos, ya que el derecho del alfarero prevalece sobre el barro creado. Este es el Dios de las Escrituras, un Ser sumamente soberano que a muchos incomoda.

Diremos que ese Dios bíblico viene a ser extraño para los que intentan acercarse en la carne, por cuya razón invocan a otro dios que no puede salvar. En la pretensión de adorar al Dios de las Escrituras sirven al dios del extraño evangelio, el del mensaje anatema condenado por las Escrituras. Toda la alabanza y todo el sacrificio de vida que se pretenda hacer al dios que se tiene en la imaginación, cuya doctrina no concuerda con la de Jesucristo, es un fuego extraño ante el Todopoderoso de la Biblia. Serán consumidos como los hijos de Aarón todos aquellos que en su afán de servicio quemen fuego extraño ante el Dios Padre de Jesucristo.

Pedro aseguró que los que tuercen las Escrituras lo hacen para su propia perdición, así que hemos de cuidarnos en cuanto al servicio que se le dirige al Creador de todo cuanto existe. Celoso es su nombre, pero sigue siendo lento para la ira y grande en misericordia. Busquémoslo entre tanto que esté cercano, sepamos que por su amor inconmensurable nos escogió para salvación, a nosotros que solamente merecíamos la condenación eterna. Ese es el gran amor que Dios nos ha dado, al adoptarnos como sus hijos y para llamarnos sus amigos. Deleitémonos asimismo en Jehová, para que nos conceda los deseos de nuestro corazón (Salmo 37:4).

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 11:30
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