Domingo, 30 de agosto de 2020

Jacobo Arminio, el holandés al servicio de Roma, se infiltró en las filas protestantes hace unos siglos, para poder cumplir el cometido de sembrar su herejía y hacerla propagar. Camuflado como un soldado de la gracia soberana, enseñaba la proposición de la Iglesia Católica en cuanto a la salvación asistida o sinergística. El éxito del arminianismo consiste en que permeó la congregación protestante, causando división en las asambleas. La mayoría de ellas se acostumbraron a seguir fielmente la tesis romana, en gran medida bajo la ignorancia de su procedencia.

El arminianismo es una falsa doctrina, por lo tanto, sufre el castigo que reciben todos los otros evangelios, el anatema que Pablo descarga a los que enseñan y siguen otro evangelio. La Biblia viene a ser reinterpretada para ajustar la teología arminiana, de acuerdo a las enseñanzas jesuitas dictadas en su momento a este peón de Roma. Hoy día, los feligreses arminianos se apasionan en sacar textos aislados de sus contextos, para intentar validar la herejía en que militan. Ante las palabras que no se pueden torcer tan fácilmente, sus filólogos han llegado a desviar la simple semántica de un término. De esta manera su atrevimiento ha llegado bien lejos, al exhibir la desfachatez filológica más atrevida de la historia humanística. El verbo odiar lo han hecho aparecer como amar menos.

Nuestro Dios no cambia, de manera que aquellos a quienes Él ama hoy no serán odiados mañana. Jesucristo murió por todos los pecados de su pueblo, de acuerdo a las Escrituras. ¿Cómo ha podido Roma alterar la teología bíblica? Simplemente ha hecho caso de sus tradiciones, ajustadas a la gran masa de seguidores, para mantener cautiva a una gran parte de la humanidad. El catolicismo maldice a todo aquel que niegue el libre albedrío, a todo aquel que sostenga que Dios es el que ha decidido todo desde el principio, sin mirar las obras de los hombres. En realidad, Roma no ama la gracia soberana de Dios, más bien prefiere la gracia que ellos imparten, con la finalidad de mantener en cautiverio a sus seguidores.

La doctrina del arminianismo ha reemplazado al Dios de la Biblia, al fabricarse otro dios. El dios arminiano es más humanista, lo cual tiende a que el hombre se convierta en la medida de todas las cosas. Un dios más justo ha tomado el lugar del Dios de las Escrituras, ya que actúa en forma más democrática. Ahora son los seres humanos los que deciden todo, mientras el Dios de las Escrituras espera sentado a que las cosas sucedan y sea llamado como el genio de la lámpara para poder ayudar. En realidad, el Dios de Romanos 9 molesta demasiado a la mente generosa de los habitantes de la tierra.

Un Dios que predestina el camino de la humanidad, que ha odiado a Esaú, aún antes de haber sido concebido, incluso antes de hacer bien o mal, viene a ser una divinidad irresistible y muy antipática para el intelecto de la humanidad caída. Como dijimos ya, en el esfuerzo por maquillar esas palabras que describen la pequeñez humana frente a su Hacedor, la filología arminiana ha salido al paso para dictar pauta, diciéndonos que el verbo odiar significa amar menos. En otros términos, para que no suene como que Dios odia a alguien, se ha escrito que Dios amó menos a Esaú, pero que al fin lo amó. Por medio de ese recurso aportado, el feligrés se contenta al reconocer que el Dios de las Escrituras -ahora maquillado por Arminio y los jesuitas- se parece en grado sumo al dios que ellos tienen en sus cabezas.

Reemplazado el Dios de la Biblia, cualquier persona puede ajustar el resultado a la talla de su cuerpo espiritual. A fin de cuentas, la humanidad como medida de todas las cosas ha recreado a la imagen del hombre al Dios de las Escrituras. Pero no puede haber equívoco alguno en las palabras de la Biblia, ya que el Dios de Jeremías es el mismo de cada creyente, el que nos ha amado con amor eterno (Jeremías 31:3), el mismo relatado en Juan 15:9 (en la manera en que el Padre ha amado a Jesucristo, el Señor nos ha amado a nosotros). Es el mismo Dios que se describe en la Carta a los Efesios, cuando se dice que estando aún nosotros muertos en nuestros delitos y pecados fuimos resucitados juntamente con Cristo, ya que por gracia hemos sido salvados (Efesios 2:4-5).

Tenemos que reconocer que Dios nos ha amado a nosotros primero para que de esa manera nosotros podamos amarlo a Él (Juan 4:19). Fue Jehová quien colocó a su pueblo en el regazo de Jesucristo, para que cargara con todos los pecados de ese pueblo por el cual el Señor rogó la noche previa a su crucifixión. Cada hijo de Dios está representado en la línea de Jacob, el que fue amado sin que se tuviese en cuenta su obra buena o mala, el que fue amado aún antes de haber sido concebido (Romanos 9). Por eso también se ha escrito que todo eso fue de acuerdo a como Él nos escogió en Cristo desde antes de la fundación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de Él (Efesios 1:4).

¿Y qué dice la Escritura respecto al Buen Pastor? Que daría su vida por las ovejas (no por los cabritos) -véase Juan 10:26 y compárese con Juan 10:1-5. Esta teología de la elección y la predestinación no nos lleva a la quietud que presuponen los enemigos de la fe de Cristo, diciendo que no evangelizamos porque ya los escogidos creerán de todas maneras. Al contrario, la única vía para que las ovejas lleguen a creer es por la evangelización. ¿Cómo invocarán a aquel de quien no han oído? ¿Cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Cómo predicarán si no fueren enviados? En cambio, los que alegan que Jesucristo salva aún a los que no han oído el evangelio, sin importar si conocen o no a Jesucristo, son aquellos que no deberían tener incentivos para predicar. En realidad, estos últimos aceptan que serán salvos todos aquellos que tengan un buen corazón delante de Dios, aunque no lo hayan conocido.

Esa teología del error, del extraño, contra la Biblia misma, no es más que herejía absoluta. Jesucristo dijo que él era la puerta de las ovejas, que era el único camino hacia el Padre, que nadie podía ir al Padre sino por él. En tal sentido, toda aquella oveja por la cual haya muerto el Señor será atraída al redil por medio de su palabra. Ese es el incentivo de la predicación, la seguridad de que habrá ovejas que escucharán al buen pastor. Tal vez en algunas cabras añada mayor condenación, las que habiendo oído el mensaje lo despreciaron, por lo cual recibieron un espíritu de estupor para que terminen de perderse. Ese espíritu de error es enviado por el mismo Dios, es el engaño propagado por doquier al decir que el hombre debe poner su grano de arena para su propia redención.

En realidad, lo que nos enseña la Biblia implica todo lo contrario de lo que los extraños predican. Jesucristo hizo todo lo que tenía que hacer para la redención total de todo su pueblo, el mismo por el cual rogó antes de su crucifixión. Jesús no rogó por el mundo (Juan 17:9) de manera que constituye un adefesio el suponer que murió por todos, sin excepción, como si Dios no supiese su objetivo y tuviese desperdicio alguno. La gran pregunta que el incrédulo se hace a veces es la misma que está planteada en la Carta a los Romanos: ¿Por qué, pues, Dios inculpa? Pues ¿quién se puede resistir a su voluntad? Esa es la interrogante del hombre que alterca con su Creador, la misma inquisición que se hicieron Arminio, Luis de Molina y que sigue haciéndose Roma.

De verdad que el arminianismo ha sido la droga que ha dopado a miles de almas con un evangelio diferente, por lo tanto maldito. Decir que hay herejías sin herejes, más que una mentira, es una estupidez. Se predica para que el hombre tenga un cambio de mentalidad respecto a la dimensión del Creador frente a la criatura, pero si la criatura continúa con su soberbia, la cual fue heredada del viejo Lucifer, seguirá muerta en sus delitos y pecados por la eternidad. La Biblia condena la herejía junto a sus herejes, porque Dios sigue airado contra el impío todos los días.

Sabemos que la paga del pecado es la muerte, pero también conocemos que el regalo de Dios es vida eterna, en Cristo Jesús, de manera que no podemos andar con cavilaciones de si seremos o no seremos predestinados, ya que a esa indagación no se nos ordena. Lo que debemos hacer es reflexionar en lo que Jesucristo ha dicho, examinando las Escrituras si es que en ellas nos parece que está la vida eterna. A partir de allí, cada quien descubrirá si ha sido llamado a seguir al Señor o si ha sido destinado a ir tras el error teológico de un dios que no puede salvar. Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros, dice un texto de la Biblia.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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