S?bado, 15 de agosto de 2020

Un punto de partida para la comprensión del propósito divino para con la humanidad creada, podría ser el fruto prohibido. En el Génesis se plantea la prohibición de comer de un fruto, como algo que precedería a la tentación, la advertencia antes de la caída. Esto nos plantea una interrogante lógica, ¿sabía Dios que Adán caería ante la prueba a la que sería sometido? Negar ese conocimiento implicaría señalar al Creador como un ser no omnisciente. Al contrario, decir que lo sabía nos exigiría averiguar cómo supo que su recién creado hombre sucumbiría ante el tentador.

Sabemos lo que Pedro dijo respecto al Cordero sin mancha, que fue preparado o destinado desde antes de la fundación del mundo, para ser manifestado en el tiempo apostólico. De ello se deduce que el Mesías o la Simiente vendría por seguro, ya que Dios no prepara algo por si acaso, siendo Él un Sí y un Amén. ¿Cómo sabe Dios? ¿Hay conocimiento en el Altísimo? La respuesta que demos a esas interrogantes que la gente se plantea, dibujará el Dios en el cual hemos creído.

Evidente resulta que Dios hace el futuro, de otra manera no podría conocerlo. Si no lo hubiera hecho, tendría que averiguarlo, en desmedro de su Omnisciencia. En resumen, Adán tenía que caer en el Edén, para no frustrar los planes divinos respecto al Redentor y a toda la gloria que le daría por redimir al pueblo escogido. Ese pueblo, por cierto, también fue escogido desde antes de la fundación del mundo, de acuerdo a múltiples textos de la Escritura.

Las presuposiciones esotéricas respecto a la sabiduría de Lucifer, al que pretenden separar de Satanás, como si fuesen dos personas distintas, manifiesta el atractivo para las mentes inquietas. La serpiente antigua, como la Biblia le dice, que se llama diablo o Satanás, es también el mismo ángel de luz caído en su soberbia. Al querer ser como Dios vino a ser como Satanás, para lo cual fue hecho, de acuerdo a lo dicho en Proverbios 16:4, entre tantos otros textos.

El conocimiento del bien y del mal no puede ser motivo de orgullo humano, ya que viene a causar dolor en el alma. Por supuesto que hoy día todos conocemos la diferencia entre lo bueno y lo malo, incluso la ley moral divina se ha escrito en los corazones de los seres humanos (libro de Romanos). Pero con mayor sabiduría permanecieron los ángeles no destinados para la desobediencia; estos últimos siguieron a Lucifer, convertidos hoy día en los demonios o seres espirituales de maldad.

La realidad de hoy habla del hombre muerto en delitos y pecados, por cuanto la paga del pecado es la muerte.  Sabemos que la dádiva de Dios es vida eterna, en Cristo Jesús, nuestro Señor. Esa dádiva vino al mundo como la luz, la cual muchos han rechazado porque no desean que sus obras sean descubiertas, ni señaladas como frutos del gran deterioro que sufre el ama humana. La misma interrogante respecto al pecado de Adán, en cuanto a si tenía o no tenía que caer, se hace respecto a la humanidad que acepta o rechaza a Jesucristo.

La Biblia dice que los que tropiezan en la Roca que es Cristo fueron destinados para ese fin. Agrega que los que adoran a la bestia son los moradores de la tierra, cuyos nombres no fueron escritos en el libro de la vida del Cordero, desde la fundación del mundo (Apocalipsis 17:8). Dios pone en los corazones de los hombres el dar el gobierno y la autoridad a la bestia (Apocalipsis 17:17).  Jesucristo dijo que vino a poner su vida por las ovejas (Juan 10:1-5), pero que los que no creen en él no lo hacen porque no son de sus ovejas (Juan 10:26). En realidad, Jesús predicó que ninguno puede venir a él si el Padre no lo trae (Juan 6:37, 44, 65).

El fruto prohibido sigue vigente, la ley divina ordena y veta conductas, pero el hombre actúa de oficio sin necesidad de un tentador. Sin embargo, los creyentes deben meditar en la forma en que debemos resistir al diablo para que de nosotros huya. El conocimiento místico de las cosas, las presuposiciones de sabiduría bajo el criterio de desconocer al autor de todo conocimiento, sigue como un mal fruto del árbol malo. La Biblia nos habla de la sabiduría y nos incita a aprender de ella, a desearla como el fruto que no se prohíbe.

Entonces hay un fruto permitido, la vida eterna con Jesucristo, pero para eso nadie es suficiente. Al preferir las tinieblas a la luz, la humanidad pretende hacerse sabia, pero se hace necia. La luz de Dios siempre ha venido al mundo, primeramente, en forma de ley moral en los corazones humanos, después, por medio de la escritura para la enseñanza de mucho pueblo, pero más tarde la luz nos fue presentada en el Dios encarnado. ¿Habrá alguien interesado en ver la verdad? Jesucristo dijo que él era el camino, la verdad y la vida, pero el hombre debe nacer de nuevo. Esa obra, se ha escrito, no es humana sino sobrenatural, por voluntad de Dios.

La predicación del evangelio se hace para alcanzar a todos aquellos a quienes Dios, como Padre, ha enseñado. De esa manera vendrán al Hijo y no serán echados fuera, serán resucitados en el día postrero. Pablo dijo que la predicación era una locura, dado que Dios ya sabe quiénes habrán de creer (sus propios elegidos) y quiénes lo rechazarán (sus propios réprobos). En el plano humano esa locura habla mal del Dios de la Biblia, pero en el plano divino ha venido a ser el método escogido para dar la gracia a cuantos Dios ha querido.

Si estamos locos, agregó el apóstol Pablo, lo estamos para el Señor. La conducta que desentona con el modelo social o particular, suele ser el rasgo necesario para tildar de locura la actitud devota de los piadosos. El mundo odió a Jesucristo, hasta matarlo; no podemos asombrarnos si a nosotros también nos odia. Nuestra aflicción viene del mundo, aunque hemos de tener confianza en que Jesucristo venció al mundo.

El transitar del creyente se hace hacia la eternidad, en la esperanza que no avergüenza. Hay caminos que el mundo considera rectos, pero su fin es camino de muerte. Aquellas personas que desprecian su alma son capaces de batallar para ganar el mundo, para satisfacer los deseos de sus ojos y echarse encima la vanagloria de la vida. ¿De qué aprovecha al hombre si ganare el mundo y perdiere su alma? Cada quien tiene su propia responsabilidad ante el Juez Supremo, sin que pueda alegar que no fue predestinado para vida eterna. Esa sabiduría no nos compete a nosotros, ella queda como fruto prohibido; le conviene al hombre acercarse a Dios, buscarle mientras pueda ser hallado.

Lo que ha sido revelado no aparece prohibido, nos compete, pero aquello que ha sido escondido debe permanecer oculto hasta que el día aclare. Es decir, cuando estemos en la presencia del Señor conoceremos lo que se nos dé a conocer. Ahora conocemos en parte, pero con suficiencia para descubrir las cualidades del Creador. Él se ha presentado como Dios justo y salvador, exigiendo la justicia por el pecado, pero pagando con su propio Hijo las culpas de todo su pueblo (Mateo 1:21). De esta forma Jesucristo llegó a conocerse como la justicia de Dios, nuestra pascua, el justo que pagó por los injustos, el que convertido en pecado, aún sin haber pecado, expió todas nuestras culpas en el madero.

Jesucristo es el fruto permitido, el que debemos comer. Como maná que descendió del cielo, el que lo come no tendrá hambre nunca más y será saciado. En el Génesis Dios prohibió un fruto, pero el hombre cayó en desobediencia. Después de la caída de Adán le fue prometida una Simiente, Jesucristo. Ante el viejo mandato divino el hombre se atrevió a ignorar la advertencia, hoy día hay un nuevo mandato: buscar a Jesucristo y recibirle. Tal parece que la gran mayoría de los seres humanos intentan de nuevo ignorar el peligro del desprecio al Señor. Después de esta vida lo que queda es el juicio de rendición de cuentas; preparémonos porque nuestro tiempo es muy breve en esta tierra.

César Paredes

[email protected]

destino.bogcindario.com

 


Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 6:35
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios