Si uno tuviera que resumir lo que significa el evangelio, el contenido esencial de toda la Escritura, la personalidad del Creador de todo cuanto existe, más allá de que parezca una colosal tarea intelectual, resulta muy sencillo. Dios en su complejidad no deja de sorprendernos por la simplicidad con que se nos manifiesta. Lo que ha dicho en su palabra no parece encriptado, no se ha escondido ante los ojos de sus hijos. La única condición que se exige para su comprensión presupone el deseo de saber la verdad, aunque pueda traer cierto dolor. La verdad duele a veces, pero la mentira siempre será un aguijón que conduce hacia la muerte. Desde la eternidad hasta la eternidad, Dios ha amado a todos sus elegidos. Ha tenido un plan que puede contener muchos planes internos, para cumplirlo en el tiempo que le ha asignado para su manifestación. Pedro nos dijo en su primera carta (1 Pedro 1:20) que el Cordero de Dios estuvo preparado desde antes de la fundación del mundo, para ser manifestado en nuestro tiempo (en nuestra historia, en el momento en que vivieron los apóstoles). Ese podría ser un punto de partida para el resumen de la gracia pura y simple. En otros términos, Dios tuvo un plan que llenaría de gloria al Hijo. Sería la gloria de Redentor, en tanto el Cristo sufriente, el Siervo justo, el que salvaría a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21).
Ese plan fue preparado antes de que Adán entrara en escena, antes de que el pecado entrara en la tierra. La inquietud lógica consiste en saber si Adán tenía que pecar, o tal vez tendría la posibilidad de no caer en la tentación. Ello lleva a la única respuesta posible: Adán tenía que caer bajo la fuerza de la persuasión de su mujer y de la serpiente antigua. Si uno escoge la posibilidad de un Adán que pudo haber resistido la tentación, Dios hubiese quedado expuesto como un Dios no asertivo, no Omnisciente ni Omnipotente. ¿Qué hubieran pensado los ángeles y arcángeles, con todas las huestes celestiales, si el Hijo de Dios hubiese sido preparado vanamente como Cordero? El Creador no podía fallar en aquella preparación, eso hubiese sido inconcebible. Ahora bien, surge una nueva pregunta: ¿Por qué preparó Dios a su Hijo como Cordero? La respuesta que demos a esa interrogante definirá lo que hemos llegado a creer de la personalidad de Dios. Por ahora podemos decir que se nos presentan dos opciones para la motivación de la preparación del Cordero: 1) Dios fue preventivo solamente, por si acaso Adán cayera en el pecado; 2) Dios estaba seguro absolutamente de la caída del primer hombre sobre la tierra. Si decimos que Él solo previó que la caída sería apenas una posibilidad entre varias, estaríamos hablando de un Dios incierto, inseguro, que prepara varios futuros porque no está seguro de lo que acontecerá. Al parecer, la Biblia destruye tal posición. Pero si optamos por la opción siguiente, que dice que el Todopoderoso estaba seguro en forma absoluta de la caída en el Edén, se nos abren todavía otras posibilidades. La Biblia nos ha dicho que el hombre se pregunta ¿Cómo sabe Dios? ¿Hay conocimiento en el Altísimo? (Salmo 73:11).
La Biblia responde que Él sabe todas las cosas y conoce el final desde el principio, pero añade que Él hace todas las cosas. De hecho, el nombre Jehová significa que Él hace todas las cosas posibles. La manera en que Él llega a tener conocimiento nos hablará también de su personalidad. Si tuviese necesidad de averiguar los eventos y acciones de las personas, por ejemplo, no sería un Dios Omnisciente. Claro que no, porque en un primer momento no sabía aquello que tiene que ir a averiguar. De allí que los que piensan que Dios tuvo que mirar en los corazones de los hombres si ellos aceptarían o rechazarían a su Hijo, suponen que el Creador no es en principio Omnisciente. Lo que no ocurre desde el principio no puede ser contado como eterno. Lo que la Biblia enseña a lo largo de sus textos responde a la interrogante sobre cómo sabe Dios. El resumen sería que Dios conoce el futuro porque Él lo ha preparado. De hecho, la predestinación, la elección, la determinación de todas las cosas, demuestran que Dios ha decretado todo cuanto acontece. No hay un átomo libre que pueda alterar los planes eternos del Dios inmutable. Todo cuanto ha creado está sujeto al designio de la voluntad divina, por lo cual una criatura no puede ser independiente de quien lo ha formado. Por criaturas me refiero a todo lo que ha sido creado.
Aún al malo ha hecho Dios para el día malo (Proverbios 16:4). Quiso Dios someter el mundo a vanidad, por causa de aquel que lo sujetó a esperanza. Pablo tuvo un profundo dolor en su corazón cuando recibió la tarea de dar a conocer la verdad dura de la predestinación y reprobación hechas por Dios. En los primeros párrafos del capítulo 9 de su Carta a los Romanos, el apóstol define su dolor y coloca como testigos de su situación a su conciencia y al Espíritu Santo. Él mismo quisiera ser considerado maldito (anatema y réprobo, de acuerdo al contexto), por causa de sus parientes según la carne. Pero sigue escribiendo alegando que Dios no ha faltado a su promesa, ya que había prometido una Simiente que sería enviada por medio de Isaac (en Isaac te será llamada descendencia -o la simiente), alegando que es una sola aquella simiente. No por ser israelita se es parte de la Simiente que es Cristo, el prometido para supueblo. De esa forma, el apóstol define el destino de la humanidad: Dios ha querido desde el principio mostrar su amor para los elegidos, sin mirar en sus obras y aún antes de ser engendrados. Pero su odio es mostrado para con los réprobos en cuanto a fe, aquellos que también destinó para que tropiecen en la piedra que es Cristo. Estos pueden ser tanto seres humanos que vivieron antes, en la época del Antiguo Testamento, como los de ahora. Coloca la figura de Jacob y Esaú, los gemelos que fueron destinados para fines diversos, diciiéndonos que mientras Jacob fue amado Esaú fue odiado.
Como eso suena muy duro, el escritor bíblico levantó la figura del objetor, del hombre que alterca con su Creador. Este dice que eso es injusto, que Esaú no pudo resistirse a la voluntad divina, por lo tanto no puede ser inculpado. Ese es el punto álgido de la teología cristiana, lo cual ha levantado mucho polvo en el camino. Teólogos de renombre, gente común, feligreses de distintas generaciones, han estado en contra de lo que la Escritura dice al respecto. Siguen contrariados por la manera en que Dios presentó sus credenciales de Todopoderoso. No es de extrañar que la mayoría de las iglesias rechazan tal doctrina, pero no pudiendo arrancar las páginas de la Biblia tuercen sus palabras. Algunos han llegado tan lejos como para cometer el desvarío intelectual de afirmar que Esaú no fue odiado sino amado menos. Bueno, si eso fuese verdad, el objetor bíblico no hubiese argumentado contra Dios. Recordemos que esa figura levantada en el texto da fe pública de las palabras duras que el apóstol tenía que decir y, que en efecto, dijo. Si Esaú se hubiese perdido por su propia cuenta, no hubiese habido objeción alguna. Fijémonos que ese objetor no habla en contra del amor de Dios porJacob, amor no merecido, porque sostiene que la gracia es buena. Pero se enfada por la reprobación que Dios hizo de aquel grupo destinado para descargar su ira por el pecado. Tal vez, por medio de ese contraste, Dios quiso que valorásemos cuál amor nos ha dado Él como Padre. Si nuestra elección hubiese sido por méritos propios, tendríamos de qué gloriarnos. Dado que ningún ser humano tiene el más remoto chance de alcanzar esa salvación tan grande, los redimidos nos quedamos estupefactos al saber que fuimos elegidos para ser objetos del amor de Dios. Pablolo reafirmó en otra carta, diciéndonos que por gracia sois salvos, y esto no devosotros pues es un don de Dios (Efesios 2:8); no por obras, para que nadie segloríe (Efesios 2:9).Esta doctrina de la gracia soberana fue enseñada reiteradamente por Jesucristo. Él dijo que nadie podía venir a él si no le fuere dado del Padre. Esta expresión ofendió a muchos que lo seguían como discípulos, los cuales también se habían beneficiado del milagro de los panes y los peces. Ellos se retiraron haciendo murmuraciones contra las palabras del Señor. Jesús les ratificó lo que había dicho poco antes: Os he dicho que ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trajere (Juan 6:37; 44; 65).
Ciertamente, solamente lo que el Padre le da a Jesucristo irá hacia él, para no ser echado fura jamás, para ser resucitado en el día postrero. Esa es la gracia soberana, si alguno tiene objeción por lo que la Escritura dice, tiene problemas con Jesucristo. No puede alguien contrariar la Escritura y llamarse creyente, más bien tal persona es un advenedizo, in infiltrado en el redil de las ovejas. Pero hay muchas ovejas todavía fuera del redil del buen pastor, cuando lo escuchen lo seguirán y no se irán jamás tras el extraño. Jesús también les dijo a unas personas que parecían turbadas del alma, de acuerdo a Juan 10:26, que ellos no creían porque no eran de sus ovejas. Con esta declaración hemos de comprender que la condición de oveja precede al hecho de creer. De acuerdo al libro de los Hechos, solamente creían los que estaban ordenados para vida eterna.
Esta es la gracia pura y simple, los que creen son salvados, y estos son los que han sido elegidos desde la eternidad como vasos de misericordia del Padre eterno. Los que no creen son condenados por despreciar la verad y la luz que vino al mundo. Al preferir la mentira y las tinieblas, Dios les envía un poder engañoso (una religión y doctrina engañosa) para que se pierdan definitivamente. Por esta razón, las iglesias contienen hoy día innumerables personas incrédulas. El llamado para los que habitan en la Babilonia espiritual es a huir de allí, para que no sean partícipes de sus plagas. El que no tiene la doctrina de Cristo, no es de él; el que le diga bienvenido al que no trae la doctrina del Señor, se hace partícipe de sus plagas (2 Juan 1:9-10).
César Paredes
destino.blogcindario.com
Tags: SOBERANIA DE DIOS