La Biblia presenta dos grupos de personas relacionadas con la gracia de Dios. Losendurecidos, aquellos destinados para condenación desde antes de la fundación del mundo, y los de corazón nuevo (blando, de carne) cuyo nuevo nacimiento les demuestra la gracia salvadora del Señor. El endurecido camina por el mundo con su corazón de piedra, así también tiene su cabeza, con un entendimiento entenebrecido que lo incapacidad para discernir las cosas de arriba, las que pertenecen a Dios. Este grupo resiste la palabra divina, aunque acepte en principiomuchos datos moralistas importantes. Pueden darse a la tarea de memorizar textos, de cantar himnos al Dios de las Escrituras, pero como la mujer samaritana adoran lo que no saben.
La Biblia también dice que por su conocimiento salvaría el Siervo justo a muchos. No por la ignorancia, ya que Dios no pretende tener hijos que desconozcan el evangelio y que confiesen la falsa doctrina del pastor extraño. Nada de eso, la oveja redimida sigue al buen pastor y huye del extraño, porque desconoce la voz de los extraños. La predicación del evangelio es necesaria para la salvación de los escogidos por Dios, ya que ese es el mecanismo que ha sido diseñado desde lo alto para alcanzar la enorme cantidad de hijos que Dios le ha dado al Cordero inmolado como fruto. Verá linaje, dice la Escritura, y será saciado.
Dado que la Escritura recomienda probar los espíritus para ver si son de Dios, esos espíritus se refieren a personas. Hay formas de probar esos espíritus, pero la mejor es por el fruto que confiesan, como dijera Jesucristo. De la abundancia de su corazón hablará también su boca. El árbol bueno produce fruto bueno, pero el árbol malo producirá siempre fruto malo. Más allá de que Satanás se disfraza junto a sus ministros como ángeles de luz, como ovejas del prado, es el fruto que sale de sus corazones lo que los delata. Hay un punto en que se les verá la costura, en que la rotura del sobre dejará de ver su contenido. Mucho le cuesta comprender la naturaleza de la soberanía divina, y, aunque intenten imitar la buena confesión del evangelio, su habla natural y espontánea delatará lo que realmente creen.
La gran roca con la que tropiezan los ministros de Satanás se llama predestinación, elección soberana, condenación eterna sin miramiento a las obras buenas o malas. Eso no se puede digerir sin arrugar la cara, sin sentir lo amargo del trago. Siempre hay que darle alguna vuelta para poder digerir el producto bíblico, torcer un poco las palabras del evangelio para ajustarlo a la medida del dios que traen en sus corazones. Incluso, predicadores célebres relacionados con la gracia soberana, se han dado un traspiés al encontrarse con los textos que hablan del derecho del alfarero a hacer con su masa de barro lo que quiera.
Charles Spurgeon fue un campeón de oratoria protestante, siempre hablando contra los peligros del arminianismo. Pero su alma se resistía a creer lo que Dios hizo con Esaú, por lo que en un sermón titulado Jacob y Esaú dejó en evidencia lo que su corazón creía. Él llegó a decir que una cosa era la soberanía de la gracia de Dios sobre el destino de Jacob, pero otra muy distinta era la condenación de Esaú. Para Spurgeon, Dios no pudo condenar a Esaú antes de haberlo creado, antes de mirar en sus obras. Para este predicador protestante, quien se hizo no una sino dos autobiografías, Esaú se condenó a sí mismo por vender la primogenitura, por ser un fornicario, por tener a menos la gracia divina. Tal pareciera que Spurgeon y unas miríadas de seguidores se espantaron con el hecho de leer que Dios odió a Esaú aún antes de hacer bien o mal, aún antes de ser concebido. Las palabras bíblicas son súper claras, con lo cual nos da a entender que los réprobos en cuanto a fe fueron destinados desde antes (desde los siglos) para que tropiecen en la piedra o roca que es Jesucristo. Por si fuera poco, Charles Spurgeon nos asegura que su alma se revuelve y conmociona, se rebela, contra aquél que ponga la sangre del alma de Esaú a los pies de Dios. Es decir, Spurgeon se rebela contra el que pretenda decir que Dios es el que haya condenado a Esaú sin mirar a sus obras malas, desde antes de haber sido concebido. Bien, aceptamos su rebeldía y convulsión, pero aclaramos que Spurgeon se rebeló contra el Espíritu Santo, se indispuso contra Él, ya que fue ese Espíritu el que inspiró aquellas palabras de Pablo en su Carta a los Romanos.
Otras palabras de ese célebre predicador de la Reforma Protestante, el que tanto criticó a los arminianos, al pretender el calvinismo como si éste fuera el evangelio mismo, demuestran la costura rota de su alma. Él dijo que si hubiera necesidad de colocar otro apóstol, no dudaría en que ese sería Charles Wesley, de quien nadie es digno de desatar su calzado. Precisamente, Wesley fue el archienemigo de la soberanía de Dios, el que dijo que un Dios que predestina sería semejante a un tirano o a un diablo. Charles Wesley ironizaba contra ese Dios de las Escrituras, diciendo que había que anunciar a voces ante los pueblos y naciones que nacierany se levantaran porque el Dios del cielo les había preparado un lugar en el infierno. Wesley creía en la regeneración por el bautismo, en la salvación de los paganos sin Cristo, y aún antes de morir le confesaba por carta a alguien que era su amigo que tal parecía que él no había creído en ese Cristo del evangelio.
Las palabras de Wesley acerca de que Dios es un diablo o un tirano ya eran muy conocidas, junto a su odio por esa doctrina de la Escritura. Entonces, cabe preguntarse qué fue lo que motivó las palabras de Spurgeon en relación a la nobleza y pureza espiritual del señor Wesley. Tendremos que concluir que aquellas palabras salieron de la abundancia de su corazón, por eso su fruto lo delató como un árbol malo. Poco importa la obra gigantesca y religiosa que haya hecho, ya que los viejos fariseos se movían por toda la tierra en busca de un prosélito, para hacerlo doblemente merecedor del infierno de fuego. Aún Satanás también recorre toda la tierra, como lo relata el libro de Job, en su trabajo cotidiano. Trabajar, obrar, frutos carnales, son esfuerzos para colocar una justicia rota en sustitución de la justicia de Cristo.
El grupo de los que han nacido de lo alto, cuyo corazón de piedra fue removido para transplantar uno de carne, al que le fue dado un espíritu nuevo que ama la palabra y andar en los estatutos del Señor, es un pueblo peculiar, separado del mundo, formado para Dios mismo y para alabanza de su gloria. La doctrina de la elección soberana fascina a los corazones del pueblo de Dios. Ese pueblo entiende que, de no haber sido de esa manera, nadie sería salvo. Al vivir y morir dentro de esta doctrina, se vive en el conocimiento del Siervo justo, que salvaría a muchos, a todo su pueblo de sus pecados. Pero los que han resistido esta doctrina, viven y mueren en sus pecados, porque creen en un dios que no puede salvar sino a través del consentimiento humano. Semejante dios no existe sino en las mentes de los seducidos por Satanás. Estos son los que no tienen amor por la verdad, sino que se complacen en la mentira, los que reciben el espíritu de estupor para perderse definitivamente.
Pero hay un tercer grupo, el de las ovejas que todavía no han oído la voz del buen pastor. Ellas están vagando por el mundo y el Señor las llama a su tiempo. Cuando oigan la voz del buen pastor, saltarán de alegría y lo seguirán, dejando al extraño con sus voces raras que desconocerán por siempre. Estas pueden ser ovejas perdidas de la casa de Israel, o también las ovejas extraviadas en el redil de los gentiles. A todas ellas llamará el Señor en el día de salvación, haciendo que el Espíritu las haga nacer de lo alto, para darles fe y esperanza, para que crean su palabra y sean alimentadas con el maná que descendió del cielo.
El que tiene oídos para oír, que oiga.
César Paredes
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