¿Sabía usted que hay alguien más grade que Jesús? En Juan 14:28 Jesús lo afirma: Oísteis que yo os dije: "Voy y vuelvo a vosotros." Si me amarais, os gozaríais de que voy al Padre, porque el Padre es mayor que yo. En base a esta declaración vemos que hay diferencia entre el Padre y el Hijo, que no son modalidades de una misma divinidad como la herejía gnóstica de nuestros días asegura (los Solo Jesús, por ejemplo). Vemos por igual que nadie puede asumir ser más grande que Jesucristo ni igual al Padre, si bien es cierto que Jesús dijo que quien lo había visto a él había visto al Padre. Pero ver a los dos como parte de la Divinidad no rompe la jerarquía presentada por Jesús. El Espíritu de Dios se movía sobre las aguas, dice el Génesis, es el que da vida (señala Jesús), el que opera el nuevo nacimiento, el que se contrista en nuestros corazones cuando fallamos. Es igualmente el que nos guía a toda verdad, el que nos recuerda las palabras enseñadas por Jesús, el que mora en nosotros hasta el día de la redención final. El que la Trinidad tenga función diferenciada no atenta contra ella misma ni sugiere función modal tripartita, como si fuese una sola persona.
De acuerdo al Salmo 89:27 Jesús es mayor que los reyes de la tierra, de manera que nadie más puede reclamar autoridad sobre los que gobiernan la tierra. El Papa cuando reclama su potestad superior sobre todo el mundo, alegando que todos le deben sumisión a él, está usurpando la posición de Jesús. Por igual, cuando dice que la roca sobre la cual Cristo fundó su iglesia fue Pedro y que éste fue el primer pontífice, está asumiendo otra función del Hijo De Dios. Jesucristo es la roca que los edificadores rechazaron, no Pedro ni ningún Papa. La cabeza de la iglesia es Jesucristo (Colosenses 1:18) y Dios es un Dios celoso, que no comparte su gloria con nadie (Exodo 34:14).
La roca que es Cristo viene profetizada desde tiempo antiguo; ya Daniel lo escribió en su libro (2:45) cuando interpretaba la visión de Nabucodonosor el rey. La roca no cortada por mano de hombre que desmenuza la estatua que representaba los reinos de la tierra desde entonces, se convertirá en una gran montaña que llenará toda la tierra y su reino no tendrá fin. Entonces, ¿cómo puede alguien reclamar para sí mismo ser la roca donde la iglesia está fundada? ¿No le pertenece ese atributo solamente a Jesucristo? Si Jesús es el Verbo Divino, la Palabra que vino a habitar entre nosotros, la afirmación de Pedro acerca de que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, no es más que la roca sobre la cual se fundaría la iglesia. No es Pedro mismo, una piedra diminuta e inestable, es Jesús como la Roca eterna que gobernará por siempre.
Estamos en presencia de la apostasía anunciada para los últimos tiempos, cuando se manifiesta el hijo de perdición. Recordemos que Juan nos anunció que así como vendría el anticristo han salido muchos anticristos. Estos se oponen a todo lo que tenga que ver con Dios, y se exaltan a sí mismos como si fueran Dios. El anticristo como personaje único también se sienta en el lugar de Dios, imitándolo, haciéndose pasar por Él, cumpliendo el viejo sueño de Satanás de ser semejante al Altísimo. Resulta por demás interesante que el Papa (y a través de los siglos el papado) se erige en lugar de Dios, como infalible, como dueño de la tierra y de sus reinos, como señor del cielo, del infierno y de la tierra. Es exaltado como Dios cuando se le pasea en su silla, cuando se le arrodillan y piden su bendición, cuando fornica con todos los reyes de la tierra. También cumple con los requisitos señalados por Daniel acerca de la abominación desoladora que vendría, que no haría caso del Dios de sus padres, que no tendría deseo por mujeres, sino más bien haría su propia voluntad. Se ensoberbecería hablando cosas sorprendentes, mientras va siendo prosperado en todo hasta que se consuma la ira, ya que lo que está determinado se cumplirá (Daniel 11: 36-38).
De todas formas, para todos aquellos que sostienen que el anticristo no ha llegado todavía, debemos recordarles que el Papa y su sistema representan la esencia misma del sistema anticristo. Si no fuere él el anticristo será un buen precursor y prototipo del mismo. Su honra es brindada al dios de las fortalezas (dinero, armas, corrupción y comercio con los reyes de la tierra), mientras hace comunidad con las religiones y poderes del mundo. Resulta asombroso cómo lo han llegado a llamar Santo Padre, cuando en la Escritura aparece solamente una vez esa expresión, la cual fue usada por Jesucristo la noche antes de su crucifixión, mientras oraba (Juan 17:11).
Cuando el Papa ostenta el título de Santo Padre se está haciendo más grande que Jesús, a quien dice representar en la tierra como sucesor de Pedro. El Papa no solamente usurpa el rol de Cristo, como roca de la Iglesia, sino el del Padre como el único Santo Padre a quien Cristo le debe sumisión. Ya Juan nos lo había advertido, que el anticristo es quien niega que Jesús es el Cristo. Es decir, si el Papa se cree Cristo, o el Santo Padre, está haciendo la función del anticristo (1 Juan 2:22-23). Repasemos la Escritura para no caer en la trampa del mundo y sus engaños: Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular. (Efesios 2:20). …porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo (1 Corintios 3:11).
Mucho cuidado con la roca de la Iglesia Católica, una piedra que intenta desplazar al verdadero Dios (Lucifer en el intento de ser como el Altísimo, como el Anticristo en su origen). Hay un texto en Deuteronomio 12: 37-39 que nos exhorta a tener cuidado con las falsas rocas: Él dirá: ¿Dónde están sus dioses, la roca en que se refugiaban, los que comían el sebo de sus sacrificios y bebían el vino de sus libaciones? … Ved ahora que yo, Yo Soy, y conmigo no hay más dioses. Yo hago morir y hago vivir; yo hiero y también sano; no hay quien pueda librar de mi mano.
El Anticristo es el adversario de Cristo pero que pretende ser amigo de él. Está en lugar de Cristo y al mismo tiempo contra Cristo, como parte del misterio de iniquidad (2 Tesalonicenses 2:7). Con Cristo de palabra pero contra Cristo por la práctica de vida, como la bestia que tiene dos cuernos como de cordero, pero que habla como dragón (Apocalipsis 13:11). Ahora bien, hemos de enfatizar en las palabras de Juan cuando hablaba que habían salido muchos anticristos en aquel tiempo. Hoy día también los hay, de manera que todos aquellos que mezclan la apariencia de piedad con la voz del dragón son anticristos. Son los mismos que pretenden asumir que pueden amar a Cristo aunque no comprendan su doctrina, los que intentan separar el corazón de la mente, o de la lógica, los que aseguran que existe una feliz inconsistencia en los que creen doctrinas antagónicas.
Hay quienes no toleran las herejías en torno a la persona de Cristo, como es el caso de los que batallaron contra Arrio y otros herejes similares, pero en cambio pasan por alto las desviaciones doctrinales respecto a la obra de Cristo en la cruz. Los enemigos de la Iglesia se camuflan dentro de ella, dándose a las enseñanzas de un tipo de fe y de práctica religiosa completamente anticristiana. La forma de ser casi imperceptibles radica en el hecho de que su ídolo se llama Jesús, su doctrina es casi la misma que él enseñó, su piedad es en grado sumo aparente.
El colmo de la estulticia de esta iglesia de hoy, que pareciera ser post-iglesia, es el hecho de señalar la herejía como pecado condenable pero no a los herejes como pecadores condenables. Para ello han acuñado el término cuasi-teológico de la feliz inconsistencia, como si alguien al haber asumido una doctrina distinta a la enseñada por Jesús y sus apóstoles pueda ser excusado por amar mucho a ese Jesús que dicen conocer. Tal pareciera que esa gente ha llegado tan lejos como el Papa y su sistema religioso, creyendo que son más grandes que Jesús. Son tan grandes que son capaces de amarlo con su corazón pero declararse ignorantes de la doctrina que enseñara en su palabra. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán grandes señales y maravillas de tal manera que engañarán, de ser posible, aun a los escogidos (Mateo 24:24).
César Paredes
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