La predestinación es un concepto que trae paz al alma de los redimidos. De no haber sido porque Dios desde los siglos decidió quiénes irían a la eternidad como sus hijos, no hubiese quedado un alma sin ver la gloria de Dios. Isaías dijo que seríamos semejantes a Sodoma o a Gomorra, pero que gracias a que el Señor se guardó para Sí un remanente podemos seguir adelante con alegría. Al mismo tiempo, los enemigos del evangelio aseguran que por causa de la predestinación se pierde el deseo de la virtud, al mismo tiempo que poco importaría la doctrina para el que ya ha sido escogido para salvación. Claro está, hay variantes dentro de la teología impía ya que algunos afirman que si Dios predestinó a alguien eso lo hizo porque miró a través del tiempo, por lo cual descubrió que había personas con deseo de seguirlo y de aceptar esa dádiva ofrecida.
Si examinamos el argumento enemigo podemos darnos cuenta de sus falacias. Muchos engaños se encierran en esa premisa supuesta, ya que su método de presentación ha sido siempre fijado en el hecho de separar los textos de sus contextos. Olvidan ellos que hay textos rectores por los cuales deben regirse los que parecieran menos claros. Es decir, si Dios definió a la humanidad como nada y como menos que nada, caída por completo en su maldad, ajena a Él, sin deseos de buscarle, con un corazón dispuesto siempre al mal, con una lengua y garganta llenas de veneno y amargura, sin que hubiese entre los hombres siquiera un solo justo, todos bajo el manto de la muerte absoluta a nivel espiritual, no habrá por lo tanto nadie a quien mirar en el túnel del tiempo. Además, en cuanto a la supuesta anulación de la doctrina o de la virtud cristiana, la predestinación hecha por el Padre desde los siglos, de manera inmutable y de acuerdo al designio de su voluntad, va de la mano con el hecho de que los que llegamos a creer debemos hacerlo por medio del evangelio que se anuncia, creyendo todo el consejo de Dios. El evangelio de los falsos maestros (teólogos del otro evangelio) es considerado una maldición, pero los que lo predican o lo creen son considerados igualmente anatemas.
Dios no necesita averiguar nada porque es Omnisciente y no llega a saber nada nuevo. Todo lo hizo porque quiso, aún al malo para el día malo. De hecho Él se declara como uno que hace el bien y el mal, que crea la luz y las tinieblas, que amó a Jacob mientras odió a Esaú sin mirar en sus obras buenas o malas y aún antes de que fuesen concebidos. En cuanto a la doctrina, ésta siempre importa, ya que la Biblia asegura por diferentes maneras que el Padre es quien enseña a todos los que quiere para que vayan al Hijo. Es Él quien los envía hacia Jesucristo para que los guarde en sus manos y los pastoree, de manera que los resucite en el día postrero.
Esa enseñanza del Padre se hace por muchas vías. En forma directa, por medio del Espíritu que convence a las ovejas despertándolas de su muerte y haciéndolas nacer de nuevo, sin que se esquive el anuncio del evangelio. Pablo aclara que no se podrá invocar a Cristo si no se conoce, haciéndose necesaria la predicación de la noticia de salvación. Declara igualmente que esa noticia endurece a muchos para que aumente su castigo judicial, por su preferencia por la mentira y por su desamor por la verdad. De esta manera los creyentes somos un grato olor en Cristo para Dios, olor de vida en los que somos salvos pero olor de muerte en los que se pierden. Ese olor, en ambos casos, es un grato olor para Dios.
Aquello de decir que podemos hacer muchos males para que vengan bienes, por el hecho de que estamos ya predestinados, lo acusamos como blasfemo. Esa es la acusación típica de los que se burlan de la predestinación, asumiendo que así es muy fácil la vida cristiana. En realidad es muy fácil, pero la obediencia a Dios no solo es fácil sino solamente posible para los que a Dios aman conforme al propósito de los que han sido llamados para tal fin. En otros términos, la justicia humana (todas sus obras) es como trapos de inmundicia ante Dios. Pablo contó como basura todo lo que había realizado mientras fue un fariseo que seguía la ley de Moisés, al perseguir incluso a la iglesia. Pablo no era un depravado sexual, o un ladrón y sedicioso, tampoco era un asesino o malhechor, era un hombre que intentaba cumplir la ley y estudiaba a fondo todo lo que se había escrito en el Antiguo Testamento. Pese a sus credenciales, dijo que aquello era inútil, basura o estiércol (lo que dice en lengua griega) que no merecía ningún valor.
También la Escritura dice que fuimos escogidos o predestinados para obediencia a Dios. Eso concuerda con lo anunciado por Ezequiel, en lo referente al nuevo espíritu que nos sería dado para querer andar en sus estatutos. Juan dice que el que no habita en la doctrina de Cristo no tiene ni al Padre ni al Hijo. Fijémonos en que muchos dicen que viven en Cristo, que lo aman, que incluso lo adoran con vehemencia. Algunos, incluso, tienen obras que dicen son milagrosas para exhibir. Pero Juan no habló de vivir en Cristo como si eso fuese posible sin vivir en su doctrina. La doctrina es el cuerpo de enseñanzas dadas por un maestro. De manera que el Maestro de Galilea dejó muchas enseñanzas que reflejan la doctrina de su Padre, la teología que enseñó.
Por ejemplo, él afirmó que nadie podía ir a él si el Padre no lo enviare. Agregó que todo lo que el Padre le daba iría a él, pero que él no lo rechazaría en ninguna manera sino que lo resucitaría en el día postrero. Dijo también que esas personas enviadas por el Padre estarían guardadas en sus manos y en las manos de su Padre, el cual es mayor. Por otro lado también enseñó que ninguno de los que le dio el Padre se perdió, excepto el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. Pidió en la plegaria del Getsemaní, la noche antes de su crucifixión, por los que el Padre le daría por la palabra enseñada por sus apóstoles. Recordemos que esa enseñanza de ellos no era otra que la enseñanza de Jesucristo. Como parte de esa doctrina del Señor, éste dijo en aquella oración al Padre que no pedía por el mundo, que no rogaba por el mundo sino solamente por los que le había dado y le daría.
Es decir, el Señor, que es la manifestación máxima del amor del Padre por la humanidad, no pidió por el mundo por el cual no vino a morir. Él vino a morir por el mundo expresado en Juan 3:16, de acuerdo a su enseñanza ante Nicodemo. Ese es el mismo mundo de Mateo 1:21, el que refiere a la liberación de los pecados de su pueblo. ¿Cómo puede ser posible que muchas personas se llamen cristianas, pero al mismo tiempo rechacen la muerte específica de Cristo por su pueblo? ¿Cómo es posible que todavía, pese a la enorme evidencia bíblica, continúen pregonando que Jesucristo murió por todos, sin excepción?
Si Jesucristo murió por todo el mundo (sin la exclusividad de la muerte por su pueblo), todo el mundo sería salvo. Ah, pero los que tuercen la Escritura para perdición de ellos, y para hacer doblemente dignos del infierno a los que los siguen, insisten en que Jesús hizo la salvación posible para cada persona. Dependería entonces de la buena voluntad de la gente, de la inteligencia para entender la oportunidad que le dan, de tal forma que se respetaría el tan sonado libre albedrío humano. En otras palabras, Jesús no salvaría a nadie en particular sino que hizo posible la salvación para cada ser humano, lo cual convertiría la gracia en salario.
Claro está, para los del otro evangelio este Dios sería mucho más justo que el declarado explícitamente en las Escrituras. Por eso hacen fila con el objetor levantado en la carta a los romanos, cuando dice que Dios parecería injusto si condenare a Esaú sin que éste pueda ejercer su libre albedrío. Sí, porque Esaú no pudo resistir la voluntad de Dios -no pudo ejercer su libre albedrío- y por esa razón Dios no lo puede condenar so pena de injusticia en Él. Ciertamente, el ser predestinado para salvación, o para obediencia a Cristo, o para adopción como hijos de Dios, presupone ciertas consecuencias necesarias. Si nombramos algunas, podríamos comenzar por decir que ninguna de las ovejas rescatadas por el Señor podrá creer un evangelio diferente al enseñado por él y sus apóstoles. Eso está expresamente declarado en Juan 10:1-5, al afirmarse que ellas no se irán jamás tras el extraño (el que predica el evangelio diferente y anatema). Otra consecuencia inequívoca de haber sido elegidos para adopción sería el que creeremos la doctrina de Cristo, habitaremos en ella y la confesaremos como el verdadero fruto del árbol bueno. Otra consecuencia más sería el hecho de que no le diremos bienvenido a nuestra vida a ninguno que llamándose hermano no trae la doctrina del Señor.
Es de mucho confort y placer el haber sido ordenados para vida eterna, el haber sido inscritos en el libro de la vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo. Ha sido con amor eterno que nos ha amado el Padre, por lo tanto nos será prolongada su misericordia. Lo que podemos decir es que los que no tienen la doctrina de Cristo en su plenitud no han llegado a ver la luz y siguen en las tinieblas del príncipe que opera como autoridad de la mentira y confusión. No aseguramos que ellos son por fuerza réprobos en cuanto a fe, pero sí aseguramos que hasta el momento no les ha amanecido Cristo. Si Dios les da arrepentimiento y fe, de seguro llegarán a creer lo que el Padre inequívocamente les enseñará. Es entonces cuando serán contados como hermanos de cada uno de los que integran la iglesia de Cristo.
César Paredes
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