Un Dios que ama y que odia recibe amor y odio a la vez. A Jacob amó, por eso todos los que estamos representados en él lo amamos; de manera que por habernos amado primero la consecuencia necesaria es nuestra correspondencia. Por otra parte, como odió a Esaú, todos los que están representados en ese renglón lo odian en la intimidad de su ser -sea en forma consciente o inconsciente- en tanto Dios Creador. De allí que Pablo escribiera que si alguno no ama al Señor Jesucristo, sea él maldito (1 Corintios 16:22). De esta forma queda servida la mesa de la argumentación para que aparezca el objetor que defiende a Esaú, con lo cual podrá decir que si nadie puede resistir la voluntad de Dios ¿por qué, pues, inculpa?
Lo cierto es que Dios ha amado a su pueblo con amor eterno. Más allá de que cuando anduvimos muertos en nuestros delitos y pecados éramos por naturaleza hijos de la ira, el amor de Dios no quedó suspendido. Simplemente ese amor estuvo allí mientras Dios nos hacía ver su ira por el pecado hasta que fuimos llamados eficazmente. Algo parecido sucedió en la cruz del Calvario: Jesucristo fue abandonado por el Padre por cuanto fue hecho pecado por nuestra causa. Nadie podrá decir con seriedad que el Padre dejó de amarlo, simplemente se apartó de él por unos instantes para demostrar su aborrecimiento por el pecado.
En esta tierra siempre andarán dos grupos en forma paralela y no mezclados unos con otros: los que caminan con los hombres sabios y se hacen más sabios y los que andan con los locos para ser destruidos (Proverbios 13:20). ¿Y qué es andar con los locos? Es llegar a ser como ellos, crecer con mayor locura, con gran insensatez, andar arruinado y destruido. Como bien lo aseguraba Pablo: las malas amistades corrompen las buenas costumbres (1 Corintios 15:33). La locura moral es la que siguen los psicópatas, los que no se someten a las normas y principios adquiridos en el seno de la sociedad. La ética es desafiada con arrogancia, por lo cual se puede preguntar con insolencia: ¿Y cómo sabe Dios? ¿Habrá conocimiento en el Altísimo? El loco intenta imponer su propia ley, ya que se siente por encima de cualquier persona o instrumento que le coarte sus derechos. De esta forma pide a voces que se respete su libre albedrío, llama a lo bueno malo y a lo malo bueno, dice paz cuando no la hay y la Escritura viene a ser una asunción relativa que puede acomodar privadamente.
El loco del que habla la Escritura es un psicópata del alma, deseoso de destruir la del otro porque la suya la tiene comprometida. Sin ninguna empatía por las cosas espirituales, camina enajenado sin el Espíritu de Dios. Por esa razón tiene el espíritu del mundo, el espíritu del Acusador de los hermanos, de los que odian al Padre y de los que rechazan y se burlan de los que anuncian el evangelio. Lo que más les preocupa a estos locos señalados en la Biblia es su estima personal, separarse de la vergüenza del evangelio, alejarse de todo lo que los haga parecer cercanos a Jacob. Ellos no ven el dolor que provocan sus acciones, ni las miserias del alma alejada de Dios; a ellos les preocupa ganar el mundo, a pesar de que por esa causa pierdan su alma.
El loco o el enajenado de Dios siente miedo al peligro exterior, pero su mayor angustia se anuncia en la dimensión del afecto, como si se expusiera a una contradicción interna. El mundo considera enajenados a los cristianos, por el solo hecho de asumir que Dios existe. El evangelio ha venido a ser la locura de Dios, pero quiso ese mismo Dios salvar a los hombres por medio de la locura de la predicación. Y esto es algo interesante, porque desde ambos lados se ve locura: Para el mundo estamos locos por Cristo, para Dios están locos o enajenados de Él los que se dedican a la impiedad. Si judíos y griegos demandaban señales y sabiduría, el Cristo crucificado vino a ser tropezadero para los judíos pero locura para el mundo -los gentiles o griegos (1 Corintios 1:23).
Puesto que en la sabiduría de Dios, el mundo no ha conocido a Dios mediante la sabiduría, a Dios le pareció bien salvar a los creyentes por la locura de la predicación (1 Corintios 1:21). En una ocasión en que Pablo fue detenido, habiendo esperado muchos meses para su juicio, el gobernador Festo lo hizo comparecer ante el rey Agripa. Mientras Pablo hablaba en su defensa, contando cómo Jesús se le había aparecido en el camino a Damasco, Festo le dijo a gran voz: ¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te vuelven loco! (Hechos 26:24). El apóstol era un hombre de mucho estudio, conocedor de Moisés y los profetas, lector de poetas griegos y romanos, de sus filosofías, por lo cual se le podía suponer como una persona melancólica o fuera de sí.
El hecho interesante es que para el mundo enajenado de Dios estamos locos, como si ellos en tanto enfermos reconocieran su anomalía, estableciendo la diferencia que separa su conciencia del universo de los otros, de los creyentes. Igualmente, para el creyente el mundo anda en su locura, sumido en una ética relativa que le impide comprender la mente de Dios. La Biblia llama a ese loco de mundo hombre natural, diciendo que no acepta las cosas del Espíritu de Dios porque le parecen locura. El mundo está incapacitado para comprender esos asuntos divinos porque no puede discernirlos (1 Corintios 2:14).
Dentro de la poesía hebrea bíblica nos encontramos con una constante exclamación contra los malhechores. Apártense de mí, hacedores de maldad, porque yo me aferraré a los mandatos del Señor (Salmo 119:115). Hay una continua advertencia a no entrar en los caminos del malvado, porque el mal no existe solo en abstracto sino también en la concreción de los que lo practican. Existe una admonición a no hacer amistad con el iracundo, ni tratos con el violento, porque podríamos aprender sus maneras y poner trampas a nuestra vida. Entrar en la casa de los iracundos y violentos para buscar su compañía es un síntoma de locura, y por causa de nuestra naturaleza contaminada somos propensos a aprender más rápidamente del mal que del bien (Proverbios 22:24). De la misma manera los israelitas aprendieron las obras de los paganos con los que se mezclaron, dejando que la influencia social los persuadiera. El hablar con la pasión de las palabras puede llevar a muchos a cometer acciones equivocadas, lo que traerá castigo de una u otra manera. La inmoralidad sexual, toda impureza o avaricia, jamás debería ser nombrada entre nosotros. Tampoco la conducta indecente, ni tonterías ni bromas groseras, cosas que no son apropiadas (Efesios 5:3-4).
Los que preferimos el amor de Dios antes que el amor del mundo entendemos que esa preferencia es el producto de la ley divina grabada en nuestros corazones. Al acostarnos, al levantarnos, con quienes nos rodean, hablamos estas cosas. El que oye será bienaventurado, porque palabra de sabiduría es la Escritura, mas el que la desecha pierde su juicio. El Trino Dios de la Biblia es la compañía del creyente, está presente en sus pensamientos, en sus conversaciones y afectos. El ateo es el que ha sido olvidado por Dios, por eso no puede amarlo ni conocerlo. Solo hay dos grupos en este transitar nuestro, el que representa Jacob y el que lidera Esaú. Uno tiene el amor como estandarte, el otro tiene afecto solamente por los suyos (porque el mundo ama lo suyo) y siente animadversión por Jacob. Cada quien sabrá dónde se encuentra su ciudadanía.
Pablo presentó todo el consejo de Dios, nos habló de su amor y de su odio. En el entendido de que Dios no tiene ni principio, ni fin alguno, Él no llega a conocer sino que conoce desde siempre. Todo lo que conoce nace de Sí mismo, ya que Él ha hecho todas las cosas. Desde esa perspectiva sabe el futuro, no porque lo descubre o adivina como mago de circo, no porque mira a través del túnel del tiempo o en bola de cristal, simplemente porque lo ha planificado en un solo instante. Para nosotros el tiempo nos ha sido dado para comprender la sintaxis del universo, un pasado y un futuro, con un presente en el medio. Para Dios no hay tiempo, sino que el tiempo es hecho como la metáfora nuestra, como dijera Agustín de Hipona: No en el tiempo, sino con tiempo, creó Dios los cielos y la tierra. En otras palabras, el Todopoderoso no se ve limitado por esa circunstancia creada por Él mismo.
Era lógico para el apóstol de los gentiles el dar a conocer a Dios como el que ama a Jacob con amor eterno pero que odia a Esaú desde antes de haberlo formado. Esos valores de amor y odio fueron manifestados por Él desde antes de que los gemelos fuesen concebidos, mucho antes de que hiciesen bien o mal. Así lo pensó y así lo hizo, por causa concebida en Él mismo, no por motivación del objeto. Todo lo que quiso el Señor eso ha hecho, de manera que no objetamos su voluntad sino que agradecemos por su eterno amor. Por supuesto, los que odian la predestinación lo harán pensando en que tal vez ellos no fueron predestinados para vida eterna, expondrán sus razones alineados con el objetor levantado en Romanos capítulo nueve. Solo nos queda exclamar que la sabiduría y el conocimiento de Dios son muy profundos, inescrutables son sus caminos, y su pensamiento ¿quién lo puede entender? Estas son algunas de las riquezas del Dios de las Escrituras.
Hay personas que junto al rey Agripa exclaman: ¡Por poco me persuades a ser cristiano! -Hechos 26:28 (O por poco llego a creer en la predestinación). Bien, por poco o por mucho, quisiera Dios que todos los que oyen y leen el evangelio enten que Dios es absolutamente soberano, que el universo anda como debe andar, que el mundo fue hecho como es, que Satanás existe pero como criatura creada y controlada por el Hacedor de todo. Asimismo, sabemos que Dios atraerá para Sí mismo a los que de antemano preparó para la gloria venidera. ¿Quién puede dudar de lo que Dios dice? Ninguno de los hijos dados a Cristo podrá negar la voluntad soberana, ni el poder absoluto del Ser Supremo.
César Paredes
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