Mi?rcoles, 19 de septiembre de 2018

Jesucristo murió por sus amigos, por su iglesia y por las ovejas, lo cual indica que no murió por el mundo que jamás le conoció. El conocer bíblico refiere más a la comunión que al acto cognitivo; se ha dicho que Adán conoció de nuevo a su mujer y tuvieron otro hijo. Ese conocer de Adán significaba tener comunión íntima con su mujer, la cual conocía (cognitivamente) desde que el Creador la hizo de su costilla. Pero los amigos, las ovejas y la iglesia son un mismo pueblo que Jesús vino a redimir de sus pecados (Mateo 1:21), a los cuales el Señor conoce. Aquellas ovejas que Jesús señaló de otro redil no son ovejas antagónicas a las que vino a redimir, solo hacen referencia a los gentiles que fueron incorporados como injerto al Israel de Dios.

La iglesia es el cuerpo visible de Cristo, del cual él es la cabeza. Sin embargo, tendemos a confundir ese cuerpo con las construcciones de cemento que se levantan en los países libres y cristianizados. Esos templos son en muchas ocasiones las sinagogas de Satanás, como se refiere en el libro de Apocalipsis, sin que sean necesariamente la iglesia de Cristo. No puede tener al Padre ni al Hijo quien no habite en la doctrina de Cristo, así lo afirmó Juan en una de sus cartas. Jesús dijo que había venido a enseñar la doctrina de su Padre y Pablo celebraba que las congregaciones a las que les dirigía cartas se mantenían en la doctrina una vez enseñada a los santos. Es de crucial importancia comprender qué fue lo que vino a enseñar Jesús, cuál fue su obra en la cruz y qué significa su persona como Hijo de Dios.

El énfasis del Señor en sus enseñanzas era la demostración de que él era el Hijo de Dios. Sus señales prodigiosas lo testificaron con vehemencia; por otro lado, otra parte de su doctrina enfatizaba en la soberanía absoluta del Padre. Decía el Señor que nadie podía ir a él a no ser que el Padre que lo envió lo trajera a la fuerza. Así se desprende del verbo griego ELKO, el cual significa arrastrar, jalar, como quien remolca una embarcación en el mar. Con ello quedaba demostrado en el plano lingüístico-semántico que el hombre es un sujeto pasivo ante su Creador y que Dios lo mueve adonde quiere llevarlo. La salvación, enfatizaba Jesucristo, depende de Dios, mientras el hombre, muerto en delitos y pecados, está incapacitado para poder encontrar la medicina para su alma. Por esa razón no puede la humanidad siquiera considerar por un instante que Dios previó quién habría de salvarse, ya que si estaba muerta en delitos y pecados, si no quería hacer el bien acostumbrada a hacer el mal, si no había justo ni aún uno, ¿cómo pudo el Señor considerar que se salvaría alguno de aquellos muertos que ni sentían el deseo de ser salvos?

Es a partir de la predicación del evangelio que el hombre puede llegar a conocer al Salvador. Sin embargo, ese conocimiento es tan solo parte del medio o mecanismo para que el hombre se acerque a Dios. Como la redención pertenece a Jehová, ha sido su voluntad el querer predestinar desde antes de la fundación del mundo quién habría de ser salvo. Cuando los que no han sido llamados todavía (o que nunca lo serán) oyen semejante aseveración bíblica se exaltan, se enfurecen, levantan el puño contra el cielo. Ellos pasan de inmediato a formar filas junto al objetor levantado en Romanos 9. Se colocan de parte de Esaú y reclaman contra la injusticia de Dios, diciendo que el hombre tiene que ser libre para poder llegar a tener responsabilidad.

Esa actitud la tuvieron hace cientos de años cuando el Señor andaba por la tierra y enseñaba su doctrina. Muchos de sus discípulos -escribe Juan- se apartaron de él con murmuraciones, diciendo que su doctrina era dura de oír. Les molestaba el hecho de que Jesús les hubiese dicho varias veces en un corto tiempo de predicación que nadie podía ir a él a no ser que el Padre que lo había enviado lo trajere a la fuerza. Les decía igualmente que él era el pan de vida, que quien no comiere su cuerpo y bebiere su sangre no podría ver el reino de Dios. Ellos no entendieron que comer y beber en ese contexto implicaba considerarse insatisfechos por la comida y bebida del mundo, que tenían que desear el alimento y la bebida para vida eterna. Que ese cuerpo que habría de ser sacrificado y esa sangre que habría de ser derramada en el madero se haría por las ovejas que el Padre le enviaría al Hijo.

No hay mayor amor que éste, que un hombre ponga su vida por sus amigos; Yo soy el buen pastor, que da su vida por sus ovejas; Alimentad la iglesia, la cual él compró con su propia sangre; Cristo amó la iglesia, y se dio asimismo por ella; (Juan 15:13-14; 10: 11-15; Hechos 20:28; Efesios 5:25). Los cabritos (Mateo 25:33) no fueron el objeto de su redención, los cuales también son llamados mundo (Juan 17:9), los hijos de Satanás (Juan 8:44), generación de víboras que no escaparán de la ira venidera (Mateo 3:7). De este mundo que le odia, de esta gente que se goza en la maldad y la mentira, que desprecia la verdad por naturaleza y se alegra en la injusticia, el Señor escondió su evangelio. Alababa al Padre por haber escondido las cosas del reino de Dios de los sabios y entendidos, por haberlas revelado a los niños (Mateo 11:25). Por esta razón un apóstol escribió que si nuestro evangelio está escondido, entre los que se pierden está escondido. El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la verdad de Jesucristo. Asimismo, Dios les envía un poder engañoso -un espíritu de estupor- para que sean engañados una vez más los que despreciaron la verdad y no la amaron, de manera que sean condenados.

No cabe duda de que el otro evangelio, el que es enseñado por los falsos maestros, la doctrina torcida basada en la interpretación privada de las Escrituras, son la contribución directa para que la gente se pierda. De allí que también la Escritura advierte que si oyereis hoy su voz no endurezcáis vuestro corazón. Los que detestan la verdad declarada en la Biblia corren el riesgo de que les sea enviado en forma definitiva el espíritu de estupor para que crean por siempre la mentira y se pierdan. El arrepentimiento ha sido garantizado a aquellos por quienes Cristo murió, así como la remisión de pecados: A éste (a Jesucristo), lo ha enaltecido Dios con su diestra como Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados (Hechos 5:31). A los que han sido liberados de la esclavitud del pecado, se les ha concedido libertad, regeneración para novedad de vida (Romanos 6:6), cuyos corazones han sido purificados por la fe (Hechos 15:9).

Es la sangre de Cristo la que purga nuestra conciencia de obras muertas, de manera que podamos servir al Dios viviente (Hebreos 9:14). Y la gran promesa del Señor no es otra que ésta: Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás (Juan 10:28). La justicia de Dios es Jesucristo y nosotros fuimos declarados justos en un acto judicial divino, cuando el acta de los decretos que nos era contraria fue clavada en la cruz. Ahora bien, como hablamos de la justicia de Dios, justo es definir que si Cristo hubiese muerto por Judas y por Faraón ellos estarían injustamente condenados. Es por esa misma razón que se desprende de la Escritura que la muerte de Jesucristo no fue una ofrenda por todos los pecados de todo el mundo, sino solamente por los de su pueblo (Mateo 1:21; Juan 17:9).

Dios no va a castigar dos veces a una persona por un mismo delito, de manera que no pudo castigar en su Hijo los pecados de Judas y de Faraón, de Esaú y de Caín, de todos los réprobos en cuanto a fe, cuyos nombres no están en el libro de la vida del Cordero desde la fundación del mundo, para después volverlos a castigar en el castigo eterno. Esa no es la concepción de justicia que Dios ha revelado en las Escrituras. Asimismo, se opondría a la sabiduría de Dios el hecho de odiar y amar a una misma persona. Dado que lo que Dios ha hecho lo ha hecho desde siempre, desde antes de la fundación del mundo, se ha escrito que amó a Jacob desde siempre pero odió a Esaú desde siempre (antes de que fueran concebidos, antes de que obraran bien o mal).

No entra Dios en el dilema de amar y odiar al mismo tiempo, o a una misma persona. Cuando Dios abandonó a su Hijo en la cruz, lo hizo en tanto él fue hecho pecado por causa de su pueblo que vino a redimir. Pero ese abandono no fue nunca un odio, como tampoco es odio el hecho de que nosotros hayamos sido objetos de su ira, lo mismo que los demás. Un Dios airado es normal verlo cuando corrige a su pueblo, pero un Dios airado no es necesariamente un Dios que está odiando. No obstante, un Dios que odia tiene ira permanente contra el objeto de su justicia.

Debemos entender que Dios ama y por eso disciplina, azota a todo el que tiene por hijo. Muy variados textos de la Escritura parecen enseñar que es inevitable la vara del Señor sobre la heredad de los justos. No deseches, hijo mío, la disciplina de Jehová, ni te resientas por su reprensión; porque Jehová disciplina al que ama, como el padre al hijo a quien quiere (Proverbios 3:11-12). ¿Y habéis ya olvidado la exhortación que se os dirige como a hijos? Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor ni desmayes cuando seas reprendido por él. Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe como hijo. Permaneced bajo la disciplina; Dios os está tratando como a hijos. Porque, ¿qué hijo es aquel a quien su padre no disciplina? (Hebreos 12:5-7). Desde los cielos te hizo oír su voz para enseñarte, y sobre la tierra te mostró su gran fuego. Tú has oído sus palabras de en medio del fuego (Deuteronomio 4:36).

La iglesia, los amigos, las ovejas, el pueblo de Dios en general, son los que han sido invitados y serán invitados en su momento oportuno a ir al Señor, para obtener salvación. Ellos son minuciosamente descritos como los elegidos del Padre, los únicos que pueden estar trabajados y cansados del pecado, los que tienen hambre y sed de justicia. Cuando fueren llamados acudirán con gozo, libremente, con el corazón transformado y habiendo sido enseñados por Dios. A ellos va dirigida la invitación de acudir a Jesucristo, no al mundo en su amplitud.

César Paredes

[email protected]

destino.blogcindario.com

 


Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 13:40
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios