El evangelio vino a ser mostrado a este mundo como un testimonio de la verdad de Dios. La humanidad entera tapó sus ojos para no ver porque en él estaba la luz que mostraba su iniquidad. Dado que todo el mundo pereció en Adán (pues en Adán todos mueren), quiso Dios salvar al mundo por medio de la locura de la predicación; para ello escogió a un pueblo que amó desde la eternidad, aunque en esta historia lo sometió a ira hasta el momento en que va haciendo el llamamiento eficaz en cada uno de los suyos.
El sol alumbra el globo terráqueo y la gente contempla esa estrella luminosa. La humanidad puede ser consciente de tal luminosidad, pero el buen anuncio de salvación pregonado desde la antigüedad no lo desea escuchar. Muchos se cierran a la voz de la predicación, otros la escuchan pero se desentienden de lo dicho. La ceguera del espíritu tiene consecuencias eternas, pero a casi nadie le interesa que le digan lo que ellos consideran una hipótesis para el futuro, sino más bien prefieren entretenerse con el día a día.
Hay muchas razones en las Escrituras que develan el misterio del evangelio escondido. Una de ellas es que, muerto como está, el hombre no puede ver la medicina de la resurrección. El argumento principal o premisa mayor consiste en que las cosas espirituales han de discernirse espiritualmente, pero para el hombre natural es una locura aquello que se anuncia como proveniente del Espíritu de Dios. Por otro lado, se ha escrito que el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de Cristo. Cegados como están, los hombres prefieren las tinieblas a la luz, sus obras no son buenas sino malas, no quieren tampoco que sean exhibidas. Tal vez muestran sus obras entre sus semejantes, pero cuando de ética divina se trata prefieren mantenerse a oscuras.
Dios ha declarado que enviaría un poder engañoso para todos aquellos que amaron la mentira, para todos aquellos que habiendo oído la verdad prefieren el engaño. El evangelio se presenta en forma plana, pero la mayoría de los que dicen seguirlo adoran lo más complejo: la herejía complicada que proviene de la interpretación privada. Dios amó a Jacob pero odió a Esaú, aún antes de que hiciesen bien o mal, aún antes de que fuesen concebidos. Ese es el anuncio divino para ilustrar su apego por la gracia y su rechazo a las obras. La redención de Cristo en la cruz fue hecha en forma completa por aquellos que el Padre le dio. No rogó Jesús por el mundo la noche previa a su crucifixión, lo cual subraya el hecho de que no moriría por él.
Jesucristo fue enfático en enseñar reiteradamente que solamente irían a él los que el Padre enviaría. No es lícito a ninguno acudir por cuenta propia, porque no será bien recibido; pero al que va a él (si el Padre lo envía) no le echará afuera. A pesar de que la serpiente le dijo al hombre que no moriría, el hombre murió por completo en su espíritu para posteriormente morir en su cuerpo.
Creyéndose dioses, los seres humanos tratan de forjar su propio destino. Ellos piensan que son libres para decidir su futuro, que la gloria eterna la aceptan si quieren, que el esfuerzo de Jesús en la cruz se hizo por igual para toda la humanidad porque de lo contrario Dios no sería justo. Asimismo, la interpretación privada vino a ser el método de su evangelio, donde las obras coadyuvan muy a pesar de que el Padre celestial las haya negado. Por esta razón la gran mayoría de los que se dicen creyentes en Cristo sostiene que el evangelio es una oferta y no una promesa de salvación, que todos tienen igual chance para redimirse y que solamente lo alcanzan los que se esfuerzan.
Bien, son muchos los textos que colocan fuera de contexto para probar su tesis. Sin embargo, la Escritura abunda en aclaratorias para que nadie se engañe; solamente el que se humillare será ensalzado y Dios resiste a los soberbios. Pero sabemos que nadie puede ser humilde en la condición de pecado en que habita, ya que no hay justo ni aún uno, ni quien busque a Dios. Con todo, la soberanía de Dios abate al más altivo corazón, exhibe el poder irresistible de la gracia y da loor al Creador de todo cuanto existe. Hay muchas personas que han sido colocadas por Dios para perdición, asunto que nada gusta a los que anuncian el otro evangelio. Los elegidos de Dios han sido ciegos por un tiempo, hasta el momento del llamamiento eficaz, han sido igualmente sometidos a la ira de Dios lo mismo que los demás. Solamente la gracia salvadora ha marcado la diferencia entre unos y otros, pero de nuevo surge la interrogante entre los objetores de la palabra: ¿Por qué, pues, Dios inculpa? Pues ¿quién ha resistido a su voluntad?
La humanidad contiene personas que carecen de medios de iluminación, pero también es testigo de aquellos que tienen los medios pero niegan la eficacia de ellos. Así tenemos como ejemplo al mundo pagano, que carecía de la información sistemática de las Escrituras. En ellos habitaba el conocimiento de Dios a través de la creación, gracias a las obras divinas que se muestran a diario en todo cuanto existe. También es ejemplo de lo que decimos el mundo cristianizado, cuya mayor parte vive en la ignorancia del verdadero evangelio aunque se conforma con la cultura religiosa recibida. Para estos últimos son suficientes la ética y la memorización de textos de la Escritura, como si ambas cosas hicieran un escudo para que el maligno no los toque.
Más asombroso es que haya gente con un verdadero entendimiento de las Escrituras, los cuales dan una exposición ortodoxa de la misma. Con ello iluminan muchas mentes y espíritus pero ellos mismos se esconden del evangelio o el evangelio se ha escondido de ellos. Son heraldos para muchos pero ellos mismos son eliminados (1 Corintios 9:27), ellos enseñan a otros pero no se enseñan a ellos mismos (Romanos 2: 21). Estos son los que prueban la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, pero después recaen, por la sencilla razón de que nunca fueron de nosotros (como dijera Juan), sino que ellos profesaban creer y conocían las Escrituras pero no habían nacido de nuevo.
Recordemos que el buen Pastor ha dicho que sus ovejas no seguirán jamás al extraño, también tengamos en cuenta que el creyente puede caer en pecado pero Jehová sostiene su mano. Siete veces caerá el justo y siete veces será levantado, no dejará para siempre caído el Señor al que ha sido justificado. Cuando la obra de cada uno sea sometida a prueba por medio del fuego, muchos la verán consumirse, en especial aquellos que edificaron con materiales innobles como heno, hojarasca o madera. Pero aún ellos serán salvos como de un incendio, de acuerdo a las Escrituras; la razón de esa gracia especial es porque edificaron sobre el fundamento que es Cristo.
No hay otro fundamento sobre el cual podamos edificar, no hay otra doctrina que la enseñada por Jesús y sus apóstoles. Todo lo que se tuerza de la Escritura, todo lo que de ella se someta a interpretación privada, será tenido como edificación sobre un falso fundamento. Al que le duela lo que Dios ha declarado respecto a la elección, respecto a Jacob y Esaú, a los que se incomodan por la soberanía absoluta de Dios en todo lo que Él hace, a los que se enmudecen porque Cristo no rogó por el mundo sino solamente por los que el Padre le dio, a los que les parece que cada camino es recto en su propia opinión, a los que dicen que son ricos en el espíritu y que no tienen necesidad de nada, siendo pobres y careciendo de todo, el Señor les dirá en el día final que nunca los conoció.
Una de las formas particulares de Satanás de cegar la mente de los incrédulos consiste en hacerles creer que cielo e infierno son fábulas religiosas. De igual forma les hace ver que conviene hablar de Dios como de un Ser Supremo que está muy alejado del hombre, que esa temática conviene solamente a los teólogos de oficio, que ocuparse de su estudio no ha de ser tarea universitaria. Los ciegos espirituales tienen como norma la burla de todos aquellos que se atrevan a proferir el nombre de Cristo en ciertos recintos que se dicen intelectuales: ¿cómo puedes ser inteligente y creer en Dios al mismo tiempo? Esa parece ser la premisa que sostienen para tratar de opacar el testimonio del creyente.
Pese a la manera en que actúan los que están ciegos en el espíritu, hemos de sostener que los que tenemos la fe de los elegidos de Dios comprendemos que es por gracia que somos salvos. Jesucristo es el autor y consumidor de esa fe dada a los santos, de la sustancia de todas las cosas que esperamos. Los falsos maestros no podrán sostenerse en pie frente a las enseñanzas del buen pastor, ni podrán robar ni una sola de sus ovejas porque éstas huyen de ellos y van siempre tras el pastor de las ovejas. El Señor ha prometido que no perderá ni una sola de ellas, sino que las resucitará en el día postrero. Y aquí está una vez más la doctrina de la elección incondicional, el fundamento de las bendiciones espirituales. Esta es la fuente de la alegría del alma, de los que tenemos salvación eterna por la libre gracia de Dios.
Si nuestras obras contaran como garantía de redención, nadie sería salvo; pero más bien hay una obra que sí garantiza perpetuamente nuestra entrada al reino de los cielos, el trabajo perfecto (consumado) de Cristo en la cruz en favor de su pueblo (Mateo 1:21). Por esta razón se ha escrito que el Señor conoce a los que son suyos, los que amó desde siempre, los que predestinó, justificó, llamó, santificó y glorificó. No que el Señor haya visto nuestras buenas obras sino que nos conoció desde antes, así como Adán conoció a Eva su mujer y tuvieron otro hijo. Ese conocimiento divino se refiere al amor eterno con que nos ha amado, ya que de lo contrario -si fuese en base a nuestras obras- la salvación no sería de pura gracia. De allí que si el evangelio está escondido, entre los que se pierden está escondido.
César Paredes
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