Mi?rcoles, 15 de agosto de 2018

El propósito de Dios permanecerá, y Él hará todo lo que le plazca; así define Isaías el libre albedrío del Dios de la Creación. Y el apóstol Pablo define la ausencia de libre albedrío en la criatura humana, cuando afirma que la mente natural y pecaminosa es hostil a Dios, no se somete a su ley porque no tiene capacidad para hacerlo (Romanos 8:7). De esto se deriva que aunque no tenga capacidad alguna la criatura sigue siendo responsable ante el Creador.  Afirmar que el hombre no es responsable porque no es libre significa contradecir la palabra de Dios. Nuestras decisiones vienen determinadas por la voluntad de Dios que se superpone a nuestros intereses, el cual inclina el corazón del rey a todo lo que quiere (y el rey es el más poderoso de los hombres de una determinada nación; imaginemos lo que hace Dios con el resto de ciudadanos de menor rango).

También enseña la Biblia que ni siquiera un ave cae del cielo sin la voluntad del Padre Celestial (Mateo 10:29). Ah, pero alguien podrá decir que los malos están fuera del control absoluto del Creador, si bien la Biblia asegura que aún al malo hizo Dios para el día malo (Proverbios 16:4). Y aquellos que procuran añadir a su tiempo un día más deben saber que sus días también fueron determinados, junto con sus meses, que no podrá exceder (Job 14:5). Dios opera en nosotros tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad (Filipenses 2:13).

Incluso en aquello que es pecaminoso el Señor del cielo y de la tierra también da las órdenes: ¿Quién es aquel que dice que sucedió algo que el Señor no mandó? No sale de la boca del Altísimo lo bueno y lo malo (las calamidades)? (Lamentaciones 3:37-38). Dios decretó la muerte de su Hijo por causa de la redención de su pueblo (Isaías 53:10; Hechos 4:27-28). Fue Dios quien endureció el corazón de Faraón para gloriarse en él y en su ejército (Exodo 14:4). De acuerdo a lo que la Escritura enseña sabemos que nada acontece sin que sea controlado y ordenado por el Dios soberano. No es posible hablar de un Dios que permite como si otro más fuerte lo obligara; tampoco puede decirse que Él se despoja por momentos de su soberanía para hacer que el hombre decida su futuro, sin coerción alguna, como si tuviese libre albedrío.

Los que todavía reclaman el libre albedrío para poder ser responsables de sus actos, deberían recordar los textos del Antiguo Testamento que refieren al censo ordenado por David en Israel y Judá. En el libro de Samuel se menciona a Dios como el que incitó a David a hacer el censo, pero en el libro de Crónicas se dice que fue Satanás el inspirador del rey David (Véase 2 Samuel 24:1 y 1 Crónicas 21:1).  A partir de esos textos uno ve que Dios ordena el mal y Satanás incita a la tentación, pero el castigo sobre David fue ejecutado por causa de su pecado. El mal que aconteció definitivamente glorificó su nombre en medio de su pueblo, y si estas cosas fueron escritas por causa de nosotros (como dijera Pablo) deberíamos sacar provecho de ellas. Dios sigue siendo soberano y nosotros no somos sino criaturas que existimos por causa de su deseo.

En ningún sitio de la Biblia se insinúa que el hombre es responsable de sus actos si es absoluta o medianamente libre; más bien se dice que es responsable porque el Todopoderoso así lo decretó. De igual forma hay quienes siguiendo ese argumento falaz aseguran que Dios no desea erradicar el mal porque es un monstruo y un canalla, o que escondido en su soberanía viene a ser igual que un diablo porque condena al hombre. Pero si Dios es amor lo es para nosotros en la medida en que muestra su misericordia para su pueblo. En su soberanía decidió quienes serían parte del pueblo suyo y quienes no lo serían. No le toca a sus criaturas juzgarlo porque la elección no es un asunto de justicia, como tampoco la reprobación es materia de injusticia en Dios. Si Dios ha ordenado el mal lo ha hecho por un bien mayor, la redención de su pueblo por parte de su Hijo. De otra forma, ¿de qué nos iba a redimir si no existiera el mal? Y esa es la definición que da la Biblia acerca del amor de Dios, que puso el Señor su vida por sus amigos, que el Padre nos ha declarado como sus hijos.

Por supuesto, ese amor de Dios se contrapone a su odio. El odio que ha sentido por todos aquellos que hizo como vasos de deshonra, ninguno de los cuales puede argumentar a su favor su propia justicia. Esaú vendió su primogenitura porque fue odiado por Dios desde antes de que hiciera bien o mal, desde antes de ser concebido; jamás esa venta de la primogenitura constituyó la base para su reprobación. Pero Esaú no podrá decir nunca que su justicia supera la de Dios, o que fue condenado arbitrariamente; más bien reconocerá que sus obras son malas. Fue Dios quien dijo no matarás (Éxodo 20:13) pero también fue Él quien ordenó las matanzas de los enemigos de Israel. En todo caso, la gran pregunta humana habrá de ser ¿cómo juzgar al Todopoderoso?

La misma Biblia señala esa presunción como insólita; el Juez de toda la tierra siempre hará lo que es justo. Asimismo agrega que Él hace como quiere y tiene misericordia de quien quiere tenerla, pero endurece a quien desea endurecer. Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo. La predestinación no es un asunto de justicia divina sino de misericordia, y si ha habido predestinación ha habido gente dejada de lado. Pero Dios reclama para Sí mismo el acto de endurecer a quienes quiere endurecer, sin decir que el pecado humano no se castiga por la falta de libertad en los hombres. El ha dicho que formó a Faraón para mostrar la gloria de su poder y de su ira, que Judas fue el hijo de perdición para entregar al Siervo Justo. Todos los actos del juicio contra Jesús hechos por romanos y judíos fueron actos pecaminosos, y todos ellos fueron ordenados (decretados) por Dios. Así lo hizo saber a sus profetas, de manera que no fue que los ordenó porque vio desde antes en un telescopio del futuro lo que harían los hombres con su Hijo, sino que los ordenó escribir porque así se lo propuso.

Eso es plena libertad, de eso se trata el libre albedrío de Dios. Vaya presunción la de los seres humanos en creerse libres de su Creador. Esa es la vieja promesa del Edén hecha por la serpiente antigua, la de ser como Dios. Pero no hubo tal independencia en el Adán caído como tampoco la hubo en el Adán antes de pecar. No hubo libre elección en Adán, ya que todo lo que Jehová ha querido eso ha hecho. Si Dios hubiese querido que Adán no pecara, de seguro el primer hombre no hubiese caído en la trampa de la serpiente. Ninguna de sus criaturas es en lo más mínimo independiente de su Creador; Adán no podía no pecar por cuanto el Hijo del Hombre ya estaba preparado como Cordero desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1:20). ¿Cómo hubiese quedado Jesucristo si la humanidad entera tuviese que agradecer al padre Adán por no haber pecado en el Edén? ¿Se hubiera llevado el Hijo de Dios la gloria reservada para él como Redentor de su pueblo?

El arma preferida de Satanás es el engaño, pero eso lo hace en contra de la verdad. Verdad y engaño se contraponen por lo cual entendemos que la verdad (Jesucristo) es el arma más afilada contra las artimañas del Maligno. Nuestro conocimiento sobre la verdad proviene de Dios a través de las Escrituras, asunto que debe incitarnos a conocer las doctrinas del Señor que son las mismas doctrinas del Padre. Si no nos preparamos en esas enseñanzas podemos ser llevados por todo viento de doctrina, por artimañas de hombres que presentan las estratagemas del error (Efesios 4:14). 

La Biblia también nos enseña que la maldad de los hombres suprime la verdad (Romanos 1:18) en relación a la existencia y atributos de Dios. Incluso el hombre caído tiene en su mente la concepción de lo que debe ser Dios, pero ha preferido darle la gloria al hombre y servir a la criatura, a través de formas de imágenes de la naturaleza que incluyen ídolos a la manera de reptiles, cuadrúpedos y un gran etcétera de figuras. La mente del hombre natural está entenebrecida (o se ha vuelto estúpida), diciendo que no hay Dios.  Los hombres caídos no creen en el Dios de la Biblia, el Dios que es libre por definición; pero muchos de ellos levantan figuras como si fuesen dioses para  adorar y les rinden tributo y veneración, mientras otros se dan a la tarea de buscar un dios subjetivo, hecho a su medida y que sea más humano que divino.

Pero aún Dios es quien coloca en los corazones de los moradores de la tierra el adorar a la bestia y exclamar ¿quién como la bestia? Y los que tropiezan en la roca que es Cristo fueron destinados para ese funesto fin, y todos aquellos que no aman la verdad son sometidos al engaño por parte del mismo Dios, para que crean la mentira y sean condenados. Frente a estas declaraciones bíblicas surgen objetores que se unen a la figura emblemática levantada por Pablo en su Carta a los Romanos. La vieja protesta se repite una y otra vez, sin ninguna innovación: ¿Por qué, pues, Dios inculpa, si nadie puede resistirse a su voluntad? Pero el evangelio se sigue anunciando para que los que han sido elegidos por el Padre desde los siglos oigan el mensaje y puedan ser movidos a arrepentimiento en el proceso del nuevo nacimiento. Porque quiso Dios en su soberanía y libertad absoluta dejar la locura de la predicación como el mecanismo de información para su pueblo, así como un mecanismo de mayor condenación para los que lo rechazan.

En su libertad Dios ha ordenado predicar todo su consejo por doquier y los que llegan a creer sabrán que ha sido por su gracia soberana que han sido alcanzados. Pero los que rechazan el evangelio son los mismos que han sido dispuestos para tropiezo, sin que puedan discernir las cosas del Espíritu de Dios. En su mente sostienen que este mensaje es locura, pero Dios los ha declarado insensatos, necios, porque suponen que no hay Dios (más allá que sí creen en otros dioses, o en una forma de dios que se asemeja al Dios de la Biblia).   El Dios de la libertad absoluta nos ha declarado libres de las tinieblas de prisión en que llegamos a vivir en un tiemplo, por medio del Hijo que también nos aseguró que la verdad nos haría libres. Lo curioso de todo esto es que siendo verdaderamente libres sabemos que jamás estaremos en un estado de independencia del Creador, pues en Él vivimos, nos movemos y somos.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 16:45
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