Jueves, 26 de julio de 2018

La propiciación pertenece al corazón del evangelio de Jesucristo, hasta no comprender su dimensión no podemos entender lo que en realidad es este evangelio. Juan dijo en su carta que la propiciación del Señor fue hecha por todo el mundo, pero ¿qué significa todo y mundo en el contexto de Juan? No significa que esa expiación haya sido hecha por cada individuo en particular desde Adán hasta el último hombre de la tierra, ya que en ese caso el infierno quedaría vacío.

Pensar en la universalidad absoluta de la propiciación implica sostener una herejía, ir en contra de las declaraciones del Señor recogidas en la Escritura. Juan es uno de los que más distinguen entre el pueblo de Dios y el resto del mundo; si uno mira a su evangelio comprenderá que las declaraciones del Señor se referían al rescate de sus ovejas, no de los cabritos (Juan 10: 11; 14-16).  Además, fue Juan quien colocó lo dicho por Jesús respecto a que nadie podía ir a él a no ser que el Padre lo llevare; por otro lado, también fue dicho que todo lo que el Padre le daba al Hijo iría irremediablemente al Hijo, y éste no lo echaría fuera (Juan 6:37).

Pensemos un momento en ese texto mencionado. Cada persona enviada por el Padre al Hijo irá a éste y no será echada afuera jamás. Entonces, si Jesucristo fuese la propiciación por los pecados de todo el mundo, sin excepción, quiere decir que amistó a todo el mundo sin excepción con el Padre; significa que todo el mundo irá a él, sin excepción, y que ninguno de los que conforman el conglomerado del mundo será echado fuera.  Más bien deberíamos comprender que el Señor vino a colocar su vida en rescate por muchos, por los hijos que Dios le dio, por su pueblo a quien vino a redimir de sus pecados (Mateo 1:21). De igual forma deberíamos asumir que Jesús no murió por todo el mundo, sin excepción, pues no rogó por el mundo sino solamente por los que el Padre le había dado y le seguiría dando (Juan 17:9).

En Juan 10:26 el Señor le dice a un grupo de judíos que le preguntaban si él en realidad era el Mesías que había de venir que en realidad él era, y que se los había dicho antes. Asimismo les añadió que ellos no creían porque no formaban parte de sus ovejas. Interesante que el Señor añadiera a esa declaración que sus ovejas sí oirían su voz y lo seguirían, que jamás perecerían y que nadie las arrebataría de sus manos, ni de las manos de su Padre. Esto debería mover a reflexión a los que se fundamentan en el evangelio de la expiación universal y absoluta; si nadie arrebata las ovejas del Señor de las manos del Padre ni de sus manos, ¿cómo es que hay tanta gente que no cree en él y va camino al infierno? La respuesta debe ser que no han ido nunca a él porque jamás han sido enviados por su Padre, de lo contrario hubiesen ido y serían salvos.

Este texto de Juan 10.26 prueba una vez más que hay gente por la que Jesús no moriría, que su expiación no es universal sino circunscrita al conglomerado de sus ovejas. Además, demuestra que la condición de oveja precede a la redención, ya que si éstos hubiesen sido ovejas y no cabritos el Señor habría muerto por ellos. Es decir, el Señor vino a morir por todos aquellos que pertenecían al Padre, los que el Dios soberano le daría por cuanto eran suyos. Tuyos eran y me los diste (Juan 17:6), los mismos que fueron predestinados desde antes de la fundación del mundo para ser conformes a su imagen. Estos son los que Dios amó con amor eterno, los que pertenecen al grupo de Jacob y no los que son parte de los Esaú del mundo. El mundo por el cual vino el Señor fue el grupo de judíos y gentiles escogidos para salvación eterna.

El Señor no salvó a todo el mundo no porque no tuviese el poder para hacerlo sino porque el Padre solamente le dio a sus elegidos para tal misión. El texto de Juan 17: 2 lo comprueba: así como le diste autoridad sobre todo hombre, para que dé vida eterna a todos los que le has dado. Hay una separación entre la autoridad recibida sobre todo hombre y el acto de dar vida eterna solamente a los que le han sido dados para tal propósito. Esto derribaría el mito teológico y religioso que refiere a que Dios espera pacientemente para que el hombre levante su mano, dé un paso al frente, haga una oración de fe o acepte por su buena voluntad al Hijo. No hay voluntad independiente del Creador y por esta razón todos seguimos el guión escrito acerca de nosotros. Aún Judas Iscariote tuvo que cumplir la voluntad del Padre, así como Jesucristo iba de acuerdo a lo que decían las Escrituras.

Entonces, si el apóstol Juan escribió todas estas referencias del Señor, ¿cómo podía proponer que Jesucristo propició por los pecados de todo el mundo, sin excepción? Eso hubiese sido una contradicción con todo lo que él mismo expuso. De nuevo, hay que valorar el contexto en el que el apóstol escribió su carta. La misma enseñanza de Jesús acerca del infierno derrumbaría esa doctrina de la expiación universal. Además, si la propiciación implica el aplaque de la ira de Dios, ¿cómo es que los que van al infierno sufren esa ira? Sencillamente porque el Señor no fue la propiciación por los pecados de ellos. La propiciación hecha por Jesucristo no es potencial sino actual, es decir, no fue hecha para esperar que la gente la acepte sino que fue realizada eficazmente por aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero, desde la fundación del mundo. Estos nombres escritos en ese libro refieren a personas concretas y particulares, no a un conglomerado abstracto e indefinido.

Por otro lado hemos de considerar siempre el sentido del vocablo mundo en la Biblia.  A veces se refiere a los gentiles en oposición a los judíos (1 Juan 2:2). Juan escribe su carta a los judíos y él era ministro de los  de la circuncisión (Gálatas 2:9). Cuando Juan escribe que Jesucristo es la proposición por los pecados de todo el mundo, y no  sólo por los nuestros, hace referencia a la inclusión de los gentiles a esta gracia dada. El mensaje del evangelio ya no es el mensaje dicho solamente al mundo judío, como cuando Israel fue la nación elegida por Dios para ser su testigo en este mundo, para ser el portador de sus mandamientos, ya que a ellos pertenecía la adopción, la gloria y los pactos, la  ley y el servicio a Dios, así como las promesas. Recordemos que Jesús vino de los judíos de acuerdo con la carne (Romanos 9:4-5).

Juan está desvelando lo oculto, el misterio escondido del que hablara Pablo: que los gentiles serían incorporados a la salvación y que serían coherederos de la gracia divina. Por eso ahora incorpora a todo el mundo, es decir, a los judíos y gentiles. La transgresión de los judíos es la riqueza del mundo (¿cuál mundo? Acá es el mundo gentil) y su fracaso es la riqueza de los gentiles (se homologa el término mundo al término gentil) -Véase Romanos 11:12. Por cierto este texto echa por tierra la tesis de aquellos acerca de que Dios se olvidó para siempre de los judíos, pues concluye diciendo que mayor que se transgresión será la restauración de ellos (de los judíos).

La conclusión de lo expuesto es que todos aquellos por los cuales murió Jesucristo deben vivir, deben ser salvos, porque la muerte de Cristo vino a ser la causa de la reconciliación de ellos con Dios. No reconcilió Jesús a Judas con Dios, ni a Faraón, ni a Caín, ni a Pilatos, ni a Herodes el Grande; tampoco a los réprobos en cuanto a fe, o a los que no tienen sus nombres escritos en el libro de la vida del Cordero desde la fundación del mundo. No lo hizo con Esaú ni con los que él representa, que son los mismos que el Padre odió desde la eternidad y preparó como vasos de ira para exhibir en ellos su poder, su ira y juicio contra el pecado. Jamás se podrá admitir como justo o como válido el que Dios haga pagar dos veces por un mismo pecado, pues los reconciliados con Él no gustarán la muerte eterna; tampoco se puede sostener que la reconciliación hecha por el Señor es ineficaz como para que los reconciliados gusten el infierno.

Antes bien, hemos de entender que a los reconciliados, los que son también llamados ovejas, pueblo de Dios, amigos de Cristo, iglesia del Señor, se les garantiza el arrepentimiento para remisión de pecados (Hechos 5:31), a quienes también se les ha sacado de las tinieblas a la luz. A ellos se les ha libertado de la esclavitud del pecado, habiéndoseles purificado su corazones por la fe, para que sirvan al Dios viviente (Hebreos 9:14). Estos reconciliados con Dios tienen vida eterna, y no perecerán jamás (Juan 10:28). Y cuando el Señor dijo que ponía su vida por todos se refería a todos sus hijos que el Padre le dio, porque aún los evangelios también testifican que es por muchos (Mateo 20:28; Marcos 10:45; Mateo 26:28). En ocasiones la Escritura usa todos para referir a muchos de diferentes clases, o de manera hiperbólica (exagerada) para ilustrar la magnitud de algo. Dijeron los fariseos, he aquí  todo el mundo se ha ido tras él (Juan 12:19):  Sabemos que los fariseos que decían eso no seguían al Señor, ni una inmensa parte de los habitantes de Jerusalén, ni del vasto Imperio Romano.

Colocaré una vieja proposición lógica atribuida a John Owen, en su libro Muerte de la Muerte en la Muerte de Cristo. Él dice lo siguiente: 1) O Jesucristo murió por todos los pecados de todos los hombres; 2) O murió por todos los pecados de algunos hombres; 3) O murió por algunos pecados de todos los hombres.  Si Jesucristo murió por la proposición 3, la consecuencia sería que todos los hombres tienen algunos pecados por los cuales responder, por lo cual ninguno de ellos será salvo; si la proposición 2 es verdadera, esto prueba que Cristo sufrió por todos los pecados de todos los elegidos en todo el mundo (lo cual es la verdad); si la primera proposición fuese verdadera, ¿por qué no todos los hombres son libres del castigo que se debe a sus pecados? Continúa Owen diciendo: tal vez dirás que no son salvos porque no creen; ah, pero el pecado de la incredulidad también fue un pecado de los que expió Jesús.

Sin duda alguna que de esta proposición lógica se deriva que Jesucristo murió por todos los pecados de su pueblo, como dice Mateo 1:21.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 13:13
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