Mi?rcoles, 28 de marzo de 2018

¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿O cómo será limpio el que nace de mujer? ¿Cuánto menos el hombre que es un gusano, y el hijo de hombre, también gusano? (Job 25:4, 6). El concepto de la depravación total no es nada nuevo, el libro más antiguo de la Biblia lo menciona. No hay forma ni manera de ser justificados ante Dios para aquellos que somos nacidos de mujer; como decía David, en pecado me concibió mi madre y en maldad he sido formado. Desde que somos un embrión la marca del pecado nos acompaña como la herencia federal de Adán, padre de toda carne humana.

Al mismo tiempo el texto nos demuestra la preocupación que tenían algunos seres que se ocupaban del asunto del pecado. La inquietud demostrada por Job y sus amigos es la de escapar de la ira divina, la de poder descifrar si lo que nos acontece es castigo o una simple prueba del Creador. Ante la duda que tenían, aquellas personas se inclinaron por la culpa, sin que estuvieran equivocados del todo. El hombre es responsable de lo que hace y debe rendir cuentas ante su Creador. La manifestación de Dios ha sido grabada en sus corazones, en la obra que hizo con la creación de todo cuanto existe. La rebelión humana ha consistido en no reconocer a Dios en los caminos por donde transitamos, en no darle la debida honra que merece, en seguir enemistados con Él. Como le sucedió a Adán y a Eva en el huerto, se sintieron desnudos y se avergonzaron, y al oír la voz de su Creador sintieron miedo y trataron de esconderse.

El paganismo nos ha enseñado que cuanto más tratan de esconderse del Creador y de su obra manifiesta más se hunden en el pecado. La fabricación de ídolos de todo tipo, de toda composición artística, demuestra cuán alejados quieren estar del verdadero Dios que es Espíritu. Se han hecho divinidades con forma de tortugas, de lagartos, de ranas, de leones, de perros, de cerdos, de toros y de muchos otros tipos de animales. Se han confeccionado monumentos de diversos elementos de la naturaleza para rendirle tributo como si fueran dioses. Y así trabaja la mente caída en delitos y pecados, en el esfuerzo de hacer que parezca verdad aquello que se sabe que es mentira.

Desde Adán todos fueron informados del Dios Creador, de la promesa que vendría por intermedio de la mujer y su simiente,  pero el pecado reinante gobernó las intenciones del corazón y obligó a rendir tributo a la criatura antes que al Creador. Romanos 1:18 nos habla de la ira de Dios contra aquellos que detienen la verdad con injusticia.

La justicia de Dios es el tema central del libro de Romanos, la que justifica a los pecadores. La justicia declarada en el evangelio, del que no nos avergonzamos. Nosotros nos sentimos obligados para con todo el mundo, de predicar el evangelio a toda criatura. ¿Cómo no podemos estar comprometidos con ese evangelio que es el poder para salvación para los que creen? En ese evangelio se manifiesta la justicia de Dios, que es Jesucristo. Hay muchos que oyen las palabras del evangelio y sin embargo no llegan a creer, más bien se horrorizan de lo que allí se dice. Por ejemplo, en una oportunidad Jesús hablaba de sí mismo como del pan de vida, del verdadero maná que descendió del cielo, para que cualquiera que comiere de él no tenga más nunca hambre. Pero cuando enseñaba a muchos de sus alumnos (discípulos) les decía igualmente que ninguno de ellos o ninguno de nosotros podría jamás ir a él si el Padre que lo envió no nos llevare a la fuerza.

Esas palabras de Jesús ofendieron a muchos de los presentes y se fueron profiriendo murmuraciones contra su evangelio. Ellos dijeron que sus palabras eran duras de oír, de manera que si ellos no podían digerirlas más nadie debería intentar con ese evangelio. Esa actitud la siguen teniendo muchos hoy en día, pero los falsos maestros, los pastores de las sinagogas de Satanás, los que conducen los rebaños de las cabras, han ablandado el mensaje. Ahora el nuevo Jesús diría que todo el que vaya a él será recibido, sin importar que el Padre lo envíe. Esa nueva doctrina enseñaría que cada quien es libre de venir o de salir, puede darse a la fuga voluntariamente, a pesar de estar en las manos del Señor. Incluso hay predicadores que proponen darle una oportunidad de 60 días a Jesús, para que pueda decidir si mantenerlo o dejarlo ir.

Pero sabemos que ese Jesús es anticristo, es alguien que está en su lugar y que está contra él. Sabemos que sus predicadores se disfrazan como ángeles de luz, al igual que su maestro que los ha adoctrinado. Porque hay muchos engañadores entre nosotros, los cuales han salido para recoger a aquellos que tienen comezón de oír y que se amontonan para dar oído a las fábulas. De esta forma se inclinan ante un dios que no salva a nadie, se convierten en ciegos guías de ciegos que caen juntos en el hueco del infierno.

¿Cómo Dios salva y declara a un pecador justo en la justicia de Cristo? A través del evangelio que da el conocimiento de Cristo, por medio de la locura de la predicación que por sí sola no haría nada a cambio si no lo hace bajo la transformación del corazón humano por parte de Dios. Es Dios quien prepara el corazón, es Dios quien da el nacimiento de lo alto, es Dios quien enseña a la persona acerca de su Hijo; el Espíritu opera la regeneración en aquella oveja elegida desde antes de la fundación del mundo y ésta es convertida de las tinieblas a la luz.  La predicación del evangelio sin la operación salvadora de Dios conduce a muerte, conduce a mayor condenación de los que ya están muertos en delitos y pecados. De manera que nosotros, los creyentes, pasamos a ser grato olor en Cristo para Dios, olor de vida en los que se salvan y olor de muerte en los que se pierden.

Pero ese olor es de todas manera grato ante Dios porque cumple su propósito eterno e inmutable. Sodoma y Gomorra fueron ciudades injustas que se entregaron a la impiedad y recibieron la ira de Dios en forma de azufre y fuego; los seres humanos que perecieron bajo el diluvio universal eran personas entregadas a la violencia y a toda variación de impiedad, por lo que también recibieron la misma ira de Dios pero en forma de agua. Es decir, hay múltiples maneras de recibir la ira divina, a unos se los tragó la tierra, otros fueron pasados por la espada, otros recibieron terribles enfermedades, de manera que cada pecador sabe que no puede justificarse ante Dios por medio de sus obras. Pero en lugar de salir al frente para buscar misericordia huyen despavoridos hacia sus cuevas donde tienen sus altares de dioses que suponen los librarán del castigo que se les avecina.

Cuánto más engañados están aquellos que se refugian ante el ídolo que se llama Cristo, que leen en forma privada sus textos, que le cantan en adoración como a un dios que no puede salvar. Porque si ese Jesús que dicen adorar murió por todos los seres humanos, está esperando para que acepten la dádiva que él ofrece. Pero ese no es de ningún modo el Dios de la Biblia, que hace como quiere, que endurece a quien quiere endurecer, que envió a su Hijo para que hablara en parábolas de manera que no lo entendiesen y no tuviese que salvarlos. Ese Hijo que es amor rogó al Padre por los que le había dado, pero no rogó por el mundo (Juan 17:9) por el cual no iba a morir. ¿O es que será posible no rogar ante el Padre por el mundo y al día siguiente morir por ese mundo? Más bien, ese Jesús de la Biblia es el Hijo que envió el Padre hacia el mundo que tanto amó (sus elegidos) para que todo aquel (que es elegido) que llegará a creer cuando sea llamado eficazmente no se pierda, sino que tenga la vida eterna preparada para él desde antes de la fundación del mundo. Por algo se ha escrito que nos alegremos no por los milagros que hagamos, o porque los demonios se nos sujetan en el nombre de Cristo, sino porque nuestros nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero.

Suprimir la verdad es equivalente a mentir, como cuando un falso maestro enseña que si cualquiera tiene un pecado que lo atormenta ya Jesús murió por él en la cruz; cuando el falso pastor expone que aunque usted esté en las manos del Padre y del Hijo, siempre que usted intente salirse de allí, puede ser devorado por el opresor, como cuando un insecto sale de nuestras manos y lo atrapa un gato. Esos falsos pastores también creen que si la predestinación existe lo mejor es no decírselo a nadie, para evitar la confusión que pudiera haber en su sinagoga. Como si Dios tuviese temor de anunciar completamente su evangelio, o como si al Señor le preocupara lo que piensen los de las sinagogas de Satanás. Además, dicen esos falsos pastores que debemos acumular riquezas en el reino de los cielos para que Dios nos dé en esta vida conforme a ellas. Son tesis tan llamativas como falsas, porque una mentira exige otra mayor para encubrirla.

Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra: Los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso. ¿Qué pues haréis a su fin? (Jeremías 5:30-31). La mentira de que el pueblo tendrá paz y prosperidad, palabras interpuestas por los falsos profetas y todos ellos bajo la misma influencia del extraño. Los pastores reciben regalos de sus fieles y así continúan en el simulacro de la verdad, pero alejados de su centro. Dicen paz cuando no la hay, dicen bienvenido a quien no trae la doctrina de Cristo; proclaman un evangelio diferente con un Jesús diferente, el que no puede salvar a nadie. Todas estas son iniquidades y no se pueden limpiar con la voluntad humana.

Job y sus amigos sabían que nada podían dar para su propia redención, a pesar de su esfuerzo por la piedad. Todos los hombres son impuros por generación natural, sin poder alcanzar por mérito propio la pureza exigida por Dios. Nosotros sabemos lo que aquellos seres en la antigüedad señalaban, que el Cordero de Dios vendría al mundo para cargar con nuestras culpas. La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, por medio de la gracia dada por Dios a quien quiere darla.

Jesucristo cumplió toda la ley y fue hallado sin falta, pero fue hecho pecado por causa de su pueblo que vino a redimir (Mateo 1:21). El salvó a muchos pero no a todos, porque así fue dispuesto desde los siglos por el Creador, para manifestación de la justicia y de la ira suya por el pecado. Nos queda repetir la oración de Jesús: Así, Padre, porque así te agradó.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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