Un ídolo no es nada pero hace daño por cuanto el que sacrifica a los ídolos a los demonios sacrifica. Con esa premisa el apóstol Pablo da pie para el debate acerca del ídolo en el mundo en general, pero con la advertencia para la iglesia de no ser partícipes en ese tipo de adoración. Juan lo dijo también: Hijitos, guardaos de los ídolos. Aquello que le hace falta a uno para adorar es un ídolo, todo símbolo que uno quiera tener a la mano para pensar en Dios es un ídolo. Cualquier imagen mental que uno se haga de Jesucristo es también un ídolo. En fin, lo que sustituye al Dios que es Espíritu viene a ser un ídolo, un estorbo en la adoración, un tributo a los demonios. Hoy en día es notorio el que la gente adore o venere aún a sus teléfonos celulares. Dependen de ellos más que de Dios, su ansiedad por tenerlos cargados y a la mano demuestra una veneración especial. Eso pone de manifiesto que aquello que le robe a uno la atención y lo domine, de tal forma que lo obligue a uno a pasar el tiempo con eso que lo subyuga, es también un ídolo. A mucha gente no le basta con lo que la Escritura dice, tal vez porque le parece cosa dura de oír, por lo cual se da a la tarea de moldear -como lo hacen los que tallan la madera- una imagen conceptual de lo que debería ser Dios. Hoy día muchas personas que tienen la cultura cristiana adoran, veneran y tienen en estima la imagen construida de un Jesús que no puede salvar un alma. Por ejemplo, si alguno no desea oír hablar del infierno de fuego eterno, basta con argumentar que Dios es amor y ese atributo sería incompatible con el concepto de castigo eterno. Con ese propósito surgen religiones que se asemejan al cristianismo, con la variable del alma que se extingue, se desarticula, de tal forma que no queda rastro de ella para ser condenada. La salvación universal aparece porque duele mucho el admitir que Dios es absolutamente soberano y que hace como quiere, que condena a priori a los hombres (como lo ha hecho con Esaú, como modelo de los réprobos que habrá de condenar). Bajo esta creencia la muerte de Cristo se habría hecho por todo el mundo sin excepción, aunque sería eficaz solamente en aquellos que se logran salvar. Para este tipo de persona que concibe tal doctrina todo depende finalmente de la voluntad humana y es el hombre el que aprovecha o desestima la salvación ofrecida por igual a todo el mundo. Ellos ignoran que la salvación no se ha ofrecido por igual a todo el mundo, porque aún -en el supuesto negado de que Jesucristo hubiese expiado los pecados de cada persona en particular- hay mucha gente que ha muerto sin siquiera saber esa falaz noticia. Entonces, ¿cómo pudieron aprovechar tal oferta por demás interesante como mentirosa? De manera que esa imagen labrada en la mente a base de mentira doctrinal ha venido a ser un ídolo, cuando se ha hecho una imagen y semejanza de lo que conviene popularmente a las masas, por medio de la interpretación privada de las Escrituras. El evangelio sigue siendo el mismo y no hay otra doctrina que la que proviene de Dios, a pesar de las variantes que la gente pretende construir a su lado. Él ha dicho que enviará hacia el Hijo a los que quiera enviar, que el Hijo vino a la tierra para salvar a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21), que salvaría a muchos, que muchos serían los llamados y pocos los escogidos. Sí, porque todo lo que Jesús dijo lo dijo como doctrina del Padre. Fuera del ídolo el creyente tiene la seguridad del Dios que no miente. Si ha sido escogido para salvación desde antes de la fundación del mundo, el Padre le proporcionará los medios para que oiga el evangelio, lo regenerará dándole un nuevo corazón y lo educará en cuanto al Hijo. Porque el Dios que predestinó el fin hizo lo mismo con los medios, de tal forma que no se trata de quedarnos mudos y callados sin hablar del evangelio, sino de pregonarlo para testimonio a todas las naciones y para la conversión de las ovejas del Padre. En ese terreno y con esa doctrina hay garantía, siempre habrá ovejas que esperan al Buen Pastor, de manera que cuando ocurra el llamamiento eficaz ellas irán detrás de la voz que viene de arriba. La consecuencia inevitable será que ya no seguirán al extraño porque desconocen su voz (Juan 10:1-5). Es decir, dejarán a un lado los ídolos, los falsos maestros, los falsos pastores, los engaños de la doctrina mentirosa. La oveja que ha sido redimida sigue solamente al Buen Pastor y jamás se vuelve tras el extraño. De esta forma será imposible confesar dos evangelios: el verdadero y el falso. Pero todos aquellos que confiesan un evangelio universalista, con un Cristo que expió los pecados de todo el mundo, sin excepción, que hizo una salvación potencial pero no particular, están siguiendo la voz del extraño. Ellos no son ovejas redimidas porque no siguen al Buen Pastor. De verdad que el arminianismo es otro evangelio y por lo tanto anatema. Cualquier evangelio que niega la total depravación humana es mentiroso, por cuanto niega la declaración de Dios y profana la Escritura. Solamente bajo la premisa errónea de que el hombre tiene la capacidad espiritual para seguir a Jesucristo por su propia voluntad podría venderse la salvación potencial que pregonan los arminianos. Pero Jesucristo dijo que solamente los que el Padre enviaba irían a él y en ninguna manera serían echados afuera. Es decir, Dios es quien da el nacimiento de nuevo, con el Espíritu, por cuanto un muerto en delitos y pecados no puede ni siquiera entender la voz de nadie. Y esa es la descripción que se da en la Biblia en relación a la humanidad caída, de tal forma que el hombre natural entiende como locura las palabras del evangelio porque no las puede discernir. Es necesario que Dios haga nacer de nuevo a la criatura, que le dé un espíritu nuevo para poder comprender de qué ha sido salvado y cuál es esa esperanza eterna que pasa a tener. Los otros, los que van por su cuenta sin ser llamados eficazmente, son zombies que caminan a rastras, cuyo destino final es el sepulcro eterno, a quienes el Señor les dirá que nunca los conoció. En Romanos 9: 10-13 Pablo expone la razón por la cual muchos judíos no recibían a Cristo en su propia nación. Pero de igual manera se explica la razón por la cual muchos gentiles tampoco recibirán a Jesucristo como su Salvador. Cuando a Rebeca se le dijo que el mayor serviría al menor, Pablo enfatizó que Dios amó a Jacob pero de la misma forma odió a Esaú. Acá vemos que Dios no ama a todo el mundo sino solamente a los que eligió para redimir. Esta es una gran verdad bíblica, gloriosa y terrible al mismo tiempo, que demuestra la absoluta soberanía de Dios. Dios no cambia, Él así lo ha afirmado, no tiene sombra alguna a su derredor. Pero el evangelio torcido de Arminio dijo todo lo contrario, que Dios ama a todos, incluyendo a Esaú (ahora sus discípulos aseguran que cuando se usó el verbo ODIAR en griego se quiso decir que Dios amó menos). Y como Dios es para ellos cambiante Jesucristo murió por muchos que después pierden la redención - o que al menos rechazan el ser salvados. Como si Dios se propusiera algo que no puede alcanzar; en realidad, el dios de ellos es uno que está frustrado viendo el gran monumento del infierno como el signo de su fracaso. La doctrina del otro evangelio pervierte la Escritura, ya que la sangre de Cristo es tomada como de ninguna utilidad en aquellos que son condenados. Es como si la sangre de Cristo se hubiera pagado en vano y como si Dios cobrara dos veces por el mismo pecado. Una vez los cargó en su Hijo en la cruz y ahora los cobra de nuevo en los que son condenados. La salvación potencial de los arminianos no tiene cabida alguna en ningún texto de la Escritura, y mucho menos tampoco en este de Romanos que acabamos de citar. No hay un amor universal de Dios sino uno particular. De allí es que se levanta la objeción escrita por inspiración del Espíritu a través de Pablo: ¿por qué, pues, Dios condena? Pues, ¿quién puede resistir la voluntad de Dios? Es decir, no es justo que Dios condene el alma de Esaú al infierno cuando fue el Todopoderoso quien lo odió desde antes de crearlo, por lo tanto el pobre de Esaú no tenía ningún chance de salir airoso ante esa fuerza del destino del Creador. Pero la respuesta también fue dada por el Espíritu: ¿Tú quién eres para discutir con Dios? No eres más que una olla de barro en manos del alfarero. Dios tiene misericordia de quien quiere tenerla, pero endurece igualmente a quien quiere endurecer. Esto concuerda con otros textos de la Escritura. Terrible cosa es caer en manos del Dios vivo; amístate ahora con Él y tendrás paz y por ello te vendrá bien (Job 20:21). Dios le dijo a Abraham en el libro del Génesis capítulo 21 que en Isaac le sería llamada descendencia. Isaac es más que un hijo de la carne, es más bien un hijo de la promesa. De Isaac vendría el Salvador del mundo, pero no por ser descendientes de Abraham serían los judíos salvos. De Isaac solamente viene el remanente dejado por Dios para redención. Y es que Jesucristo es aquella Simiente prometida a Eva en el Edén, la cual le daría en la cabeza a la serpiente. Nosotros somos hijos de Abraham en la medida en que el Hijo murió por su pueblo y lo redimió de sus pecados, de manera que los que tenemos la fe que Dios da como un regalo podemos asirnos de esa esperanza que hay en la promesa. Lo que Israel esperó no lo obtuvo, pero ha quedado un remanente por la elección de gracia (Romanos 11:5); no los que son hijos de la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos de la promesa. ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel aquello no ha alcanzado; mas la elección lo ha alcanzado: y los demás fueron endurecidos; (Romanos 11:7). Y es que no es por obras sino por gracia, de manera que la prepotencia del Israel que aseguraba que eran hijos de Abraham y con eso les era suficiente fue desestimada. De igual forma, los gentiles que hoy dicen que su salvación depende de que ellos han aceptado voluntariamente a Cristo, de que han levantado una mano, de que han hecho una oración pública, de que le han pedido a Dios que escriba sus nombres en el libro de la vida, todo eso no es más que un conjunto de obras muertas. Eso no es de gracia por lo tanto es un pago nulo e inaceptable por Dios. Jesucristo es la justicia de Dios, la única que ha aceptado. A través de él nos declaró judicialmente justos, por cuanto nos representó individualmente en el madero. No hay otro evangelio sino el que ha sido descrito en la Biblia, anunciado por los apóstoles y cuyo fundamento es Jesucristo. Lo demás sobra y estorba; lo demás es extraño pasto que las ovejas no comerán. César Paredes [email protected] destino.blogcindario.com
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