Si el hombre natural es enemigo de Dios y en consecuencia no le teme, y dado que la Escritura afirma que el principio de la sabiduría es el temor al Señor, se entiende que la humanidad caída en delitos y pecados no tiene el conocimiento básico necesario para acudir a Dios. Además, también se afirma que el dios de este mundo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de Cristo. El vocablo hebreo Yada (yâda‛) es el que traduce conocimiento en el Antiguo Testamento; este término presenta una gran variedad de sentidos, sean figurados o literales, que incluyen observación, cuidado, reconocimiento, instrucción, aviso, estar atento, certitud, mirar, enseñar, percibir y considerar. Hay otros sentidos, pero como vemos es bastante extenso para el propósito de ahora.
Por su parte, el término griego para conocimiento usado en el Nuevo Testamento y en la Septuaginta (la versión griega del Antiguo Testamento, hecha antes de la era cristiana) es epignosis (ἐπίγνωσις). Significa este vocablo reconocimiento, discernimiento, entendimiento, entre otras acepciones. Además, el verbo que contiene la misma raíz, cuando se combina con cierta preposición da el sentido de leer. Cualquiera puede indagar en una concordancia bíblica para saber la frecuencia en que aparecen esas palabras, pero sabemos que con solo una vez que se incluya en la Escritura será suficiente para respetar su valor en el contexto en que se dan. De todas formas, la suma de las ocurrencias de ambos vocablos (el hebreo y el griego) nos da un valor de más de 900 apariciones.
Los que obran iniquidad no tienen conocimiento, así afirma uno de los Salmos (14:4), para demostrarnos el vínculo estrecho entre la obra del impío y la falta de conocimiento. Claro está, hablamos de ese discernimiento de las cosas de arriba, del entendimiento de la palabra divina, del conocimiento de la mente de Dios. Y el Creador es visto como alguien que enseña conocimiento a los hombres (Salmo 94:10).
Los hombres simples aman la simplicidad, y los escarnecedores se deleitan en escarnecer, mas los locos o los que carecen de sentido común detestan el conocimiento (Proverbios 1:22). La Septuaginta coloca la palabra afrón para denotar loco, o quien carece de sentido común. ἄφρων - aphrōn tiene el sentido de impropio, trivial, sirve para indicar a alguien que es estúpido, y por implicación ignorante, egoísta, falto de sabiduría. Se refiere a una persona que no usa su mente o su inteligencia, sino que más bien detesta el conocimiento.
Al odiar el conocimiento no eligen el temor del Señor, pero si al contrario alguien llega a entender el temor del Señor encontrará también el conocimiento de Dios (Proverbios 2:5). Y es que el conocimiento se hace fácil para aquel que entiende, mientras que el escarnecedor o burlador jamás encontrará la sabiduría. Hay una gran diferencia entre la lengua del sabio que se acostumbra al conocimiento y la del necio que siempre derrama locura.
Sabemos que Dios tiene un pueblo escogido y que en la época del Antiguo Testamento la nación de Israel era la nación seleccionada para darnos a través de ella la ley. A pesar de ello a ese pueblo le faltó entendimiento y por eso fue llevado cautivo (Isaías 5:13). En forma similar el profeta Oseas clama contra Israel, por su falta de conocimiento. El viene diciendo al inicio del capítulo 4 de su libro que Jehová pleiteaba con los moradores de la tierra porque allí no había verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios. Ellos perjuraban, mentían, mataban y hurtaban, adulteraban por doquier; sangres se tocaron sangres, clamó el profeta. Con esos antecedentes venía un castigo, de manera que escribió así: por lo cual se enlutará la tierra...se debilitará por tanto en el día. Hacemos notar que el término usado en la Septuaginta es ασθενησεις (debilitarse-asteneseis) -pero lo traducen extrañamente a muchas lenguas como perecerás. De inmediato, en el verso 6, el profeta continúa diciendo que de forma semejante ωμοιωθη (omoiothe) mi pueblo fue debilitado ασθενησει - asthenesei, por no tener conocimiento γνωσιν-gnosin.
Vemos que Dios no destruye a su pueblo sino que lo castiga, lo debilita, lo enferma, lo lleva a cautividad. Algunos perecen para siempre porque apenas conforman la nación de Israel, y sabemos que no por ser israelita se es hijo, sino que en Isaac sería llamada descendencia (de tal forma que la palabra de Dios no ha faltado, como enseñara Pablo en su epístola a los Romanos). Podemos entender que parte del pueblo de Israel se fue tras los ídolos, por cuanto no formaban parte de la descendencia llamada en Isaac. Estos renegados quemaban un madero y cocinaban un pan, asaban carne y comían; después, con el resto de la madera cortada del árbol elaboraban un ídolo, una imagen de cualquier cosa para adorar. Para el Señor era una abominación, como lo refiere Isaías. Pero ese pueblo no entendía que Jehová hacía todo, que era y es el poderoso de los cielos y de la tierra, el que deshace las señales de los adivinos, el que enloquece a los agoreros, el que torna atrás a los sabios y desvanece la sabiduría (Isaías 44: 25).
La razón por la que el pueblo hacía esas estatuillas para adorarlas era porque no tenía conocimiento, no estimaba la sabiduría, (Isaías 44:19). No saben aquellos que erigen el madero de su escultura, y los que ruegan al dios que no salva (Isaías 45:20). Esta es una confrontación que todos debemos hacer, la indagatoria acerca del Dios (dios) que servimos, de aquello que decimos creer. Pues con el corazón creemos y con la boca confesamos como un fruto testigo de aquello que asumimos como verdad; no puede un árbol malo dar buenos frutos, pero tampoco puede un árbol bueno dar frutos malos (o confesiones malas). Es decir, una oveja redimida no puede confesar un evangelio diferente o anatema, no puede seguir a un falso maestro (a un extraño), no puede declarar una verdad a medias como si eso fuese el fruto del árbol bueno.
Los que declaran un evangelio conforme a la interpretación privada están demostrando que son un árbol malo que da mal fruto. Y es que no tienen conocimiento los que sirven a un dios que no puede salvar. ¿Puede salvar el dios de los que aseguran que Jesucristo expió los pecados de todo el mundo, sin excepción? Ese dios hizo la expiación y tiene a toda su gente en el infierno de fuego, porque es un dios que no puede salvar porque depende de la buena voluntad de los que están muertos en sus delitos y pecados.
Al hablar de Jesucristo el Padre dice a través del profeta Isaías que por su conocimiento salvaría Su siervo justo a muchos, pues él llevaría sus iniquidades (se entiende las de esos muchos) -Isaías 53:11. Sin embargo, en ocasiones, los que forman parte del pueblo de Dios en forma nominal, pero que no son parte del remanente llamado en Isaac, se comportan en forma brutal. Estos supuestos creyentes en su propia opinión son sabios para hacer el mal, pero no lo son para hacer el bien por cuanto carecen de conocimiento (Jeremías 4:22). Una razón básica e importante para comprender el comportamiento de esos supuestos creyentes es que se han entregado a las imágenes de lo que es falso. Jeremías sigue advirtiendo que Todo hombre se embrutece y le falta ciencia; que debe tener vergüenza de su refinada imagen esculpida todo fundidor: porque mentira es su obra de fundición, y no hay espíritu en ellos (Jeremías 10:14).
Ah, pero esos que se dicen creyentes a sí mismos alegan que no cargan con ellos ninguna estatuilla. Sin embargo, el ídolo puede ser también una imagen mental, una concepción errónea de lo que es Dios. Cuando alguna persona se acerca a la Biblia y empieza a conocer la revelación del Dios de las Escrituras, puede suceder que no le guste alguno de los rasgos que encuentra de Dios. En especial la característica más detestada de la divinidad bíblica es su soberanía. El hecho de que Dios haya dicho que tendría misericordia de quien quisiere tenerla pero que endurecería al que quisiere endurecer, molesta a muchos. Asimismo, cuando se lee en la Biblia que Dios odió a Esaú antes de que hiciese bien o mal, aún antes de que fuese concebido, la gente sale vociferando contra tal Dios. Eso no es justo, alegan, de manera que comienzan a forjar una imagen distinta de ese Dios que acaban de reconocer para poderlo soportar.
De esta forma van agregando palabras a su teología privada, en la suposición de que si es mayoritaria será acogida con benevolencia por ese Dios que acaban de conocer desde lejos. Pero se equivocan, porque eso también es una abominación para el Creador por cuanto es el resultado de la idolatría. Por esta razón Dios habló a través de uno de sus profetas para que sepamos que él nos dará pastores de acuerdo al corazón de Dios, los cuales nos alimentarán con conocimiento y entendimiento (Jeremías 3:15).
Pero esa costumbre de edificar ídolos en el corazón no es nueva sino desde el inicio del pecado humano. Adán y Eva quisieron ser como dioses (bajo la promesa del padre de la mentira). De esta forma la humanidad entera se entregó a esas pasiones del espíritu opacado, al punto de que el pueblo judío, que conocía la ley de Dios y que fue testigo histórico de su presencia y milagros especiales, se entregó a esa otra forma de idolatría disimulada: la que hace de sí mismo la divinidad. Sí, porque ellos tenían celo de Dios pero no conforme a conocimiento. Ellos practicaban su propia justicia (como si fueran dioses capaces de ello) y llegaron a ignorar la justicia de Dios (la cual es Jesucristo); por esta razón sustituyeron la justicia de Dios por la suya propia. Eso es también anteponer un ídolo antes que la divinidad de la Biblia (Romanos 10:1-4).
El conocimiento de Cristo es una característica permanente en la vida del creyente (2 Corintios 2:14); Pablo oraba para que Dios nos diera espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Jesucristo (Efesios 1:17). Juzgamos salvación y perdición por el verdadero evangelio, de otra manera ¿cómo probaremos los espíritus para ver si son de Dios? El que tiene al Padre y al Hijo es porque habita en la doctrina de Cristo.
César Paredes
destino.blogcindario.com
Tags: SOBERANIA DE DIOS