Y será en aquel tiempo que...haré visitación sobre los hombres que están sentados sobre sus heces, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni mal (Sofonías 1:12). Esto les vendrá por su soberbia, porque afrentaron, y se engrandecieron contra Jehová de los ejércitos (Sofonías 2:10). Esta es una aclaratoria hecha por intermedio del profeta Sofonías en relación con las personas que suponen que Dios se olvidó del planeta y ha dejado todo a la deriva. Esa gente piensa que el Señor no hará ni bien ni mal, por lo tanto su corazón se crece en soberbia y hace afrenta contra el Todopoderoso.
El texto de Sofonías 2:10 añade que se hizo soberbia contra el pueblo de Jehová, pero en la Septuaginta no aparece escrito de esa manera, sino que la soberbia y la afrenta va dirigida contra el Señor. Da lo mismo, contra el pueblo del Señor o contra el Señor de su pueblo, pero lo más importante en el asunto es el acto de olvidarse de Dios, el suponerlo olvidado del control que ejerce sobre su creación. La naturaleza de la soberanía divina es muy importante para todos los profetas, sin la cual no podría ninguna de sus profecías cumplirse a cabalidad.
Supongamos que Judas Iscariote estuvo ordenado para traicionar al Hijo de Dios (cosa que se desprende de la profecía bíblica), pero imaginemos por un instante que el hijo de perdición tenía libertad de acción. Esa sola suposición implicaría conceder la posibilidad del 50% para no cumplir con el mandato, para arrepentirse y no traicionar a Jesús. Eso no podría permitirlo un Dios que controla cada elemento, cada ápice de la voluntad humana, el que aún al corazón del rey inclina a lo que desea.
Decir que Dios no hará ni bien ni mal es una negación de su providencia. Como si el Señor de toda la tierra no supiera lo que hacen sus habitantes, como si no recompensara o castigara. Lo que sucede ante nosotros es que nuestra prisa exige una inmediata intervención divina en los asuntos del mundo, pero sucede que Dios es eterno e inmutable, sin apresuramiento porque lo que ha ideado así ocurrirá en su tiempo.
Precisamente, de acuerdo a Sofonías, los que niegan que Dios se ocupe de su creación reciben su recompensa a tiempo. De allí su admonición para buscar la justicia y visitar la humildad, porque pudiera haber en ello la recompensa de un lugar seguro donde esconderse de su ira. Ciertamente el Señor buscará con lámparas el pecado de los habitantes de la tierra, sus autores, para castigarlos. Dios es Omnisciente y cada uno dará cuenta de sí mismo en el día final; pero eso no quiere decir que en esta tierra no se le tenga en cuenta su reproche, simplemente que el tiempo en que actúa el Señor es diferente al nuestro.
Una particular mención hizo el profeta a los buscadores de los astros para interpretar sus indicios: los que veneran las huestes celestiales, a los ejércitos del cielo (las estrellas). Sus observadores e intérpretes buscan señal en la luna, en las figuras del sol y demás luminarias. La gente que conocía acerca del Dios de la revelación por medio de los profetas de Israel servía a dos señores al mismo tiempo. Ellos daban tributo a las estrellas del cielo y pretendían dar alabanza al Creador manifestado por medio de los papiros antiguos, por mano de Moisés y a través de toda la gama de escritores del Antiguo Testamento conocido. Así, juraban por el Dios de Abraham pero servían igualmente a Moloch. Ellos en realidad no servían al Dios de las Escrituras sino que pretendían hacerlo, como acontece hoy día en forma generalizada.
Muchos se llaman a sí mismos creyentes, o cristianos, pero nadan en dos aguas, van y vienen como las olas del mar, llevados por todo viento de doctrina. Repiten los textos de la Biblia, acuden a las sinagogas donde creen que se anuncia el mensaje de salvación, presumen ser parte del pueblo de Dios, pero su corazón rinde devoción a los horóscopos, a los adivinos, a los astros. Otros se dan a la tarea de confeccionar un ídolo universal y acomodan el Jesús de la Biblia al corazón de la mayoría. Van haciéndole fuerza a los textos para estirarlos, para ajustarlos a su interpretación privada, de manera que unidos de la mano junto a un gran conglomerado ecuménico cantan a Jehová sin dejar su ídolo de lado.
El Jesús de ellos es inclusivo, murió por todos sin distinción alguna, es democrático y universal. De esta manera cada quien decide su destino y Dios parece estar quieto sin hacer ni bien ni mal, simplemente aguardando la decisión de cada persona. Pero no saben los que sirven a los ídolos, sin importar si son de madera, barro o metal, pues pudiera ser un imaginario colectivo que se sale de los parámetros de la Escritura. El Jesús de la Biblia murió para redimir a su pueblo de sus pecados, no rogó por el mundo la noche antes de hacer la expiación, agradeció al Padre por los que le había dado y dijo con énfasis que nadie podía ir a él si el Padre no lo llevare a la fuerza. Los que son de él oirán su voz y lo seguirán, huirán del extraño por siempre.
Sofonías relata la calamidad sufrida por los pueblos debido a su soberbia. No en vano un texto de la Escritura anuncia que antes de la caída viene la altivez; ¿no es ella la causa de la ruina de reinos, de estados, de poblados y de personas en particular? Miremos al ángel de luz, Lucifer, quien al cabalgar la soberbia quiso ser semejante al Altísimo y sentarse en su trono. Su imaginación desbordó sus límites y pretendió ser Dios; su ímpetu le acompaña todavía, ya que cuando probaba al Señor en la tierra le pidió adoración. ¡Una criatura intenta persuadir a su Creador a que lo adore! Esa es la gran estulticia que lo arropó como consecuencia de su particular soberbia.
Los que se magnifican a sí mismos, los que se crecen contra el pueblo de Dios y pretenden humillarlo, y desprecian al Creador de todo cuanto existe, profieren palabras contra los piadosos llamándolos tontos, servidores de un Dios inútil, para colocarse ellos mismos por encima de todos. Su extravagancia es gigantesca, con su lengua pasean el cielo y la tierra, su puño siempre erguido para golpear a Dios, cargadas de silogismos sus almas en la pretensión del argumento que destrone al Todopoderoso: ¿Si es bueno, por qué permite la maldad? ¿Si es Todopoderoso, por qué no destruye el pecado?
Cuando Satanás (Lucifer) le ofrece al Señor todos los reinos de la tierra junto con su gloria, estaba mostrando una gran arrogancia. Lo que no es de él lo hacía suyo por suposición, más allá de que fuera nombrado Príncipe de este mundo. Pero la malvada criatura no es soberana en lo más mínimo, por cuanto fue hecha para el día malo (Proverbios 16:4), ni siquiera pudo tocar a Job a no ser que el Señor lo hubiese ordenado. Mas su soberbia lo hizo hablar en demasía, ya que en su borrachera notable de arrogancia pidió que el Dios Creador adorara a la criatura. No en vano la Escritura dice que resistamos al diablo y de nosotros huirá, puesto que el poder está en las manos del Dios que ha creado todo cuando existe, lo cual incluye a la criatura maligna hecha perfecta en un primer momento.
Los planes eternos del Dios inmutable establecieron que Lucifer se transformara en Satanás, pues ¿de qué otra manera habría el Hijo de llevar toda la gloria para él guardada sino venciendo en la cruz al pecado y rescatando de las cadenas de opresión a su pueblo? Así el Señor llevó cautiva la cautividad, exhibiéndola ante las potestades celestes, dando dones a los hombres. El Cordero humilde demostró que la soberbia impetuosa del ángel de luz había caído hacia las densas tinieblas. El que otrora se había alzado al más alto grado de impetuosidad e impudicia, pidiéndole su adoración, había sido derrotado con su ambición junto a su arrogancia, para testimonio de la humanidad y en especial del pueblo escogido de Dios.
El evangelio no es más que el anuncio de la promesa de salvación hecha al pueblo escogido de Dios, a través de Jesucristo cuando hubo derramado su sangre en expiación por los pecados de su gente, imputándonos la justicia (su justicia) a cambio de llevar nuestros pecados sobre sus hombros en el madero. Para todos los que Jesús representó en la cruz esta es una buena noticia, si bien es muy mala para los Judas Iscariote del mundo, para los Esaú y demás réprobos en cuanto a fe. Así agradó al Padre desde siempre y contra Él pelean los que afrentan el mensaje de su palabra.
César Paredes
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