Pablo alega que él pudiera estar loco, en el sentido de tener un poco de locura, pero anhela que la iglesia lo tolere por causa del evangelio. ¿Y a qué viene esa supuesta locura? Simplemente que la comunidad a la que se dirige tolera más bien la predicación de otro Jesús, distinto al que ellos habían aceptado, y el reclamo del apóstol pudiera parecer una enfermedad mental. Así se acusa a la gente que insiste en volver a la verdad, como si hubiese perdido la perspectiva de la conducta social aceptada por la mayoría que se desvía. Pablo insiste en que hay quienes vienen a predicar otro Cristo, un evangelio diferente, de tal forma que la iglesia lo recibe. Eso demostraría que la tal iglesia no es iglesia de Cristo, sino el conglomerado de personas que sigue al extraño.
La herejía ha de ser señalada como anatema, de tal forma que se entienda que son malditos los que hacen interpretación privada de las Escrituras. Aquellos que tuercen aunque sea un poco el contenido de la revelación escrita no han de ser bienvenidos. Así lo recomendó Juan en una de sus cartas, pues quien le dice bienvenido participa de sus juicios; tan serio es este asunto de la herejía que Eva cayó por la interpretación privada que hizo la serpiente (Satanás, según la Biblia). ¿Cuántas personas hay hoy día que siguen a un Jesús un poco diferente al de las Escrituras? Es muy fácil comprender lo que la Biblia enseña pero también es muy fácil ser atraído y seducido por la interpretación del extraño. Por supuesto, esa última facilidad se presenta en aquellos que todavía no han conocido la verdad. Jesús dijo que sus ovejas huirían del extraño, porque no conocen su voz, y seguirían al Buen Pastor. Este texto encontrado en Juan 10:1-5 es la clave para conocer la consecuencia de seguir el evangelio extraño y la consecuencia de seguir el evangelio de Cristo.
La doctrina que Jesús enseñaba era la del Padre. Él dijo que pondría su vida por las ovejas, que los cabritos estarían fuera. Agregó que moriría dando su vida por los que el Padre le había dado, que nadie podía ir hacia él si el Padre no lo trajere. Entonces, no se trata de levantar la mano o dar un paso al frente, no se trata de decir que se quiere o de correr hacia Dios si el Padre no es el que llama. La invitación del evangelio es general pero solamente eficaz en aquellos que fueron escogidos para salvación desde antes de la fundación del mundo.
Sí, el Cordero de Dios estuvo preparado desde entonces, de manera que Adán pecaría para que el Hijo fuese glorificado como el Salvador de muchos, de los que el Padre le daría, de su pueblo, de sus amigos, de su iglesia. Los otros, los que son del mundo, quedan por fuera de la redención y son llamados réprobos en cuanto a fe, de los cuales la condenación no se tarda. Sus nombres no fueron jamás escritos en el libro de la Vida del Cordero, sino que son vasos de ira preparados para destrucción y vergüenza, para que Dios descargue su ira por sus pecados. Asimismo fueron contados Judas Iscariote, el Faraón de Egipto, Esaú y todos aquellos que jamás fueron amados por Dios.
Este es el evangelio encontrado en las Escrituras, el cual muchos han desvirtuado y lo han presentado como el evangelio de la expiación universal. A través de él dicen que Jesucristo hizo su parte y que ahora le toca a usted hacer la suya. Olvidan que la Escritura enseña que no depende del que quiere ni del que corre sino de Dios que tiene misericordia. Olvidan que nadie puede ir a Jesús si no es una oveja, que los cabritos jamás se transforman en otra cosa distinta a lo que su genética exige. Y es que el evangelio es la buena noticia de salvación para el pueblo de Dios. El evangelio de Cristo jamás constituyó una esperanza de vida para Judas Iscariote, más bien fue el anuncio de que tenía que hacer aquello para lo cual había sido destinado.
Esto no gusta a nadie en general, solamente a los que han sido alcanzados por la redención de Jesucristo, porque entienden que de no haber sido de esa manera nadie sería salvo. Pero el que es renuente al arrepentimiento y a la fe (porque no le han sido dados) siempre ve con desprecio semejante revelación. El que no ha sido escogido para salvación siempre levantará su puño contra el evangelio del Dios soberano, contra la proposición clara y diáfana de las Escrituras acerca de que Dios salva a su pueblo.
No hay justo ni siquiera uno, no hay quien entienda ni quien busque a Dios. Claro que muchos argumentan que ellos buscan a Dios, pero si uno valora a ese Dios que buscan y lo compara con el Dios de la Biblia debe llegar a la conclusión de que hablan de un evangelio diferente. En verdad su evangelio puede ser muy llamativo, inclusivo y universal, pero eso es demagogia y de nada aprovecha. En cambio, el evangelio de verdad es el que salva; la serpiente antigua engañó a Eva y en consecuencia a Adán, pero no dijo verdad sino solamente engaño. No en vano Jesucristo exhortó a los suyos a escudriñar las Escrituras porque al parecer allí estaba la vida eterna y ellas son las que dan testimonio de él.
Con gran pesadez miran muchos las páginas de la Biblia. Los ojos cierran sus párpados y a ellos les parece dura de oír esa palabra escrita. En cambio, el que ha nacido de nuevo medita en la ley de Dios de día y de noche, todo el día piensa en ella y recibe solaz para su alma. Sin embargo, cabe decir que los que se engañan a sí mismos son aquellos que van de domingo en domingo a los recintos de sus sinagogas para adorar a un Jesús que han concebido en su imaginación. Ese Jesús es el extraño, el producto del otro evangelio, el resultado de las prédicas de los falsos maestros y engañosos predicadores ante los cuales se amontona la gente para gritar loas.
Una advertencia hizo el Jesús de la Biblia, que en el día final les diría a muchos que echaron demonios en su nombre e hicieron diversos milagros, que nunca los conoció. Es decir, él supo quienes eran pero no los conoció en su amor eterno. Estos son los engañadores, los que aparentan creer en la verdad pero se enfadan cuando se les habla del Dios soberano. Estos no aguantan una ronda con el verdadero Dios a no ser que se les permita aromatizarlo con su extraño incienso. Y hoy día pululan por doquier porque las fuerzas del mundo se prestan para dar anuncio al otro evangelio, ante unas masas desesperadas y con comezón de oír la doctrina que a sus almas consuela. Un falso consuelo y una vana esperanza, pero por no creer la verdad (ya que el dios de este siglo les cegó el entendimiento espiritual a los incrédulos) lamentarán en aquel día haber servido a la mentira.
El engaño del Génesis se repite en todos los que se pierden; uno a uno gravita en torno a un espejismo de verdad pero que es falacia absoluta. El diablo es un vendedor de ilusiones y hace trucos para entretener a las masas; ofrece mucho, da poco y quita todo. No en vano fue llamado el padre de mentira y ha sido catalogado como homicida desde el principio. El ha asesinado almas por los siglos de la humanidad y lo seguirá haciendo hasta que se cumplan todas las palabras escritas al respecto.
La voluntad de anunciar la verdad se mantiene porque no puede la luz estar debajo de una cubierta sin alumbrar nada. Simplemente continuamos anunciando la buena noticia de salvación para todos aquellos que Jesucristo representó en la cruz el día de su crucifixión. Sabemos que Dios llamará eficazmente a los suyos en el tiempo oportuno. Y como dicen algunos textos de la Escritura, si oyereis hoy su voz no endurezcáis vuestro corazón, amístate ahora con Él y tendrás paz y te vendrá bien.
César Paredes
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