S?bado, 22 de julio de 2017

El nombre que el Dios de la creación le dio a Moisés para que se lo comunicara al pueblo de Israel fue JEHOVA. Este apelativo contiene en su étimo la idea del ser, del verbo ser, el más utilizado en las lenguas de la tierra. Yo soy el que soy, Yo soy te ha enviado, frases que nos son familiares en el relato de la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud egipcia. Y si el Dios de la creación se identificó con ese nombre es porque le gusta, porque quiere que así lo recordemos, para que invoquemos su nombre. Decir Dios solamente no es malo pero no es del todo preciso. Muchas religiones en el mundo hablan también de su Dios, pero no conocen a Jehová. Incluso hay falsas religiones que también nombran a Dios diciendo que son sus testigos, por lo cual contaminan el nombre del Creador. Ellos son los falsos testigos de Jehová, quienes niegan a su Hijo y lo declaran apenas un profeta más.
El Ser de seres, el que existe por Sí solo, el que es eterno e inmutable, es de una sola naturaleza y esencia. Nosotros decimos que Él es el principio y el fin, pero en realidad es una metáfora que corresponde a nuestra limitación, ya que Dios no tiene ni principio ni fin alguno. Ciertamente solo hay un Dios y un dador de la ley, que es omnipresente, todopoderoso e infinito. En tal sentido, Jehová uno es; pero esa auto definición no lo aleja del concepto de la Trinidad divina. El Padre y el Hijo (la Palabra revelada a los hombres o el Verbo hecho carne) coexisten con el Espíritu Santo.
Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno (1 Juan 5:7). Ya el Génesis hablaba de Elohim, un plural mayestático o de reverencia, con un verbo en singular; como si dijera los dioses creó los cielos y la tierra. Era la forma de identificar la pluralidad en el Creador, la coordinación de la divinidad en su forma plural que se manifiesta en las palabras referidas a la creación: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.
¿Y por qué Dios es uno? Porque es uno en la unidad, sin división de pensamiento, sin contradicción alguna entre sus acciones. Si el Padre predestinó para salvación a algunos, el Hijo murió para perdonar todos los pecados de los elegidos del Padre, mientras el Espíritu hace la regeneración de ellos, exclusivamente. De la manera en que se dice que el Hijo es enviado por el Padre a la tierra, asimismo se dice que el Espíritu ha enviado al Hijo: Acercaos a mí, oíd esto: desde el principio no hablé en secreto; desde que eso se hizo, allí estaba yo; y ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu (Isaías 48:16). Si el Espíritu fuese pura energía, pura fuerza, ¿cómo podría tener voluntad para enviar al Hijo? Lo hace porque también es una persona.
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo (1 Corintios 12:4-6). Bajo la misma concepción trinitaria Pedro dijo que fuimos elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo (1 Pedro 1:2). Y el apóstol Judas escribió lo siguiente a la iglesia: Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna (Judas 20-21). Claramente se observan las tres personas de la Divinidad en acción, en forma separada aunque siendo el mismo Dios.
A mucha gente le parece extraño el asunto del concepto trinitario, pero observamos un fenómeno en la naturaleza que podría ilustrarnos a manera de ejemplo. El sol es fuego, pero nos irradia luz y calor. No podemos decir que el astro rey es solamente fuego, o que es solamente calor o que es solamente luz. Tampoco podríamos decir que una de esas tres cosas es anterior a las otras, sino que son simultáneas. Ahora bien, otro asunto es la forma en que nosotros percibimos al sol: podemos decir que primero es la luz radiante, luego percibimos su calor y posteriormente afirmamos que eso obedece a que él es un astro incandescente. Pero una cosa es el orden cronológico percibido y otra cosa es el orden lógico en que se dan. Cronológicamente hay por naturaleza un solo evento en unidad, aunque lógicamente suponemos un orden en el tiempo en que percibimos su accionar.
Un dato importante de la gramática hebrea nos enseña que existen tres números gramaticales en esa lengua: el singular, el dual y el plural. El singular refiere a un solo objeto o persona, a un solo evento, como en la lengua española. El dual (que no tenemos nosotros) se da para objetos pares: los ojos, las orejas, las manos, los pies, las alas, etc., que siempre vienen de a dos. El plural implica siempre más de dos cosas, como la palabra Elohim, que supone más de dos personas en la divinidad. En el caso bíblico bien podemos estar seguros de la referencia que hace dicho nombre a las tres personas divinas: El Padre, el Hijo y el Espíritu de Dios.
¿Cómo podríamos asegurar que Elohim hace referencia a tres personas y no a cuatro o a miles? Porque la Escritura nos advierte que Jehová uno solo es, además de que menciona en forma específica al Padre, al Hijo y al Espíritu. Cerca de 2600 veces aparece este vocablo en las Escrituras, siendo un título antes que un nombre para Dios. Ese calificativo denota el poder divino (El, Elim,Eloha implican poder y fuerza, Elohim es el plural y significa Todopoderosos o Dioses); pero ciertamente este no es el nombre de Dios sino solo un calificativo, ya que el que Él mismo se dio fue YHVH -Jehová.
Ya habíamos dicho que el verbo referido a la creación estaba en singular, de manera que Elohim o los dioses, los Todopoderosos, creó los cielos y la tierra. Tal número singular del verbo implica la acción de un solo sujeto (la pluralidad divina de Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu). Por eso en lengua hebrea no se escribió en el principio crearon los dioses...sino en el principio creó los dioses los cielos y la tierra. Desde el inicio de la Escritura se enfatiza en la unidad de Dios, si bien más tarde se le recuerda que así debe tenerlo presente su pueblo: JEHOVA el Señor uno es.
El sustantivo Jesús significa Jehová salva; él era la promesa levantada en el Génesis para la restauración de la humanidad caída, para la salvación de todos aquellos que conformaremos su pueblo redimido en la cruz. Dios es quien es (Yo soy el que soy, Éxodo 3:14), dile al pueblo de Israel que Yo Soy te ha enviado a ti (Éxodo 3:14). El sentido del verbo ser en hebreo implica que Dios existe por Sí mismo, sin que nadie lo haya formado. Por esta razón también ha dicho que no hay otro Dios fuera de Él. Llegado el tiempo oportuno Jehová vino al mundo, por esa razón el Hijo es llamado Jesús o Jehová salva. Es Jehová con naturaleza humana por lo cual cada lengua confesará que Jesucristo es el Señor, cumpliendo lo dicho por Isaías, que cada rodilla se doblaría ante Él y cada lengua lo confesaría (Isaías 45:23).
Dios en tres personas, un misterio para el mundo pero una revelación para los hijos de Dios. Si el Espíritu se contrista en nosotros cuando pecamos, si nos educa porque nos conduce a toda verdad, si nos da vida cuando nos regenera, entonces él no es una simple fuerza que otro mueve. Es una persona, porque además fue dicho que no blasfememos contra el Espíritu Santo, lo cual no puede decirse con acierto de una fuerza o poder. Por esta razón podemos decir con Pablo lo siguiente: Que la gracia y la paz os sean multiplicadas. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros (2 Corintios 13-14).
César Paredes
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Tags: SOBERANÍA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 17:46
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