Jesús se declaró a sí mismo como el buen pastor, con las cualidades que se derivan de ser lo que dijo que era. Es el que da su propia vida por las ovejas, el que no huye cuando ve venir el lobo, el que no se comporta como un asalariado. La persona que recibe paga por el trabajo que realiza, normalmente no tiene otro interés que la paga misma, pero el que tiene la propiedad se ocupa en mejor medida de lo que le pertenece.
El pastor asalariado abandona las ovejas cuando viene el peligro, se refugia a solas sin importarle el rebaño. Está dispuesta a negociar con el lobo siempre y cuando a él le queden dividendos que pueda usufructuar. El lobo es quien trae las falsas doctrinas y ellas complican el análisis de la Escritura; como el asalariado tiene interés en mantener su congregación intacta, más bien con mayor número de miembros, recibe con gusto la enseñanza del falso maestro y la adapta al paladar de la feligresía.
La comida adulterada empieza a ser tolerada poco a poco y la alegría de andar en la modernidad interpretativa expande la convivencia hacia horizontes más vistosos. La característica habitual del adulterio espiritual es el alimento que no nutre pero sí engorda. La enfermedad del alma no se ve a simple vista, estando arropada con los hábitos de la religión que tiene apariencia de piedad. Si antes Jesús había muerto por los pecados de su pueblo, ahora se dice que murió por los pecados de todo el mundo. Una pequeña diferencia que pareciera no hacer daño, que diera la impresión de amplificar el objeto de la redención.
Más bien, dirá el pastor asalariado, no somos los únicos que Jesús redimió, sino que todo el mundo tiene la misma oportunidad que ha tenido cada redimido. El evangelio llega a ser una oportunidad que Dios le brinda al ser humano, para que éste la tome o la rechace. El viejo mito del libre albedrío parece haber sido rescatado y ahora toda la congregación hace cánticos relacionados con la libertad de decidir por Cristo. La decisión queda en manos de la congregación del asalariado, de las cabras monteses que se parecen mucho a las ovejas.
Con esa teología mostrada por los maestros del error los seguidores del pastor asalariado aseguran que Judas Iscariote tuvo la oportunidad de arrepentirse e ir al cielo, que el Faraón de Egipto se volvió duro por sí mismo, que Esaú fue amado por Dios con menos intensidad que Jacob. Ah, en realidad, dicen ellos, Dios ama a todos los seres humanos por igual, pero como es Omnisciente sabe de antemano quienes son los que se perderán y quienes son los que creerán su mensaje. Esa es la razón de la predestinación, aseguran ellos, que Dios escogió a los que tendrían un corazón bueno para seguirle pero rechazó a los que se endurecieron a sí mismos.
Bien, el evangelio diferente es muy parecido al anunciado en las Escrituras, ya que contiene los mismos nombres de los personajes bíblicos involucrados en el anuncio. Ambos hablan de la salvación eterna, de la condenación de los que no creen en Jesucristo, de la necesidad de predicar este anuncio hasta lo último de la tierra. Ambos hablan de la depravación humana, del sacrificio hecho por el Hijo de Dios, el Cordero inmolado en la cruz. Solamente difieren en pequeños detalles que según algunos no ameritan una gran confrontación en materia de fe.
La diferencia de ambos anuncios, de acuerdo al pastor asalariado, descansa en que una proposición es más inclusiva que la otra (por lo tanto más atractiva para la multitud). Además, un Dios más justo se deja ver en las palabras del evangelio de la expiación universal. Si Jesucristo murió por todos, sin excepción, Dios condena con mayor justicia a aquellos que lo rechazan voluntariamente.
En el evangelio del camino ancho, varias son las teorías teológicas que solazan el alma humana. Los que tienen comezón de oír y desean recibir noticias que alienten sus interpretaciones privadas de las Escrituras, tienen un gran asidero en los pastores asalariados. En realidad, parece ser que estas congregaciones no desean acudir a Jesús por la razón que el mismo Señor esgrimiera en uno de los evangelios. Vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas (Juan 10:26). Como no creen el verdadero evangelio se sienten felices con los falsos maestros y con los pastores asalariados, porque de esa forma pasan la vida creyendo que irán a las moradas celestiales como parte del conjunto de los redimidos.
Es absolutamente cierto que el Señor tiene gente en muchas partes, incluso en la Babilonia espiritual de la cual él ordena a los suyos a salir de allí. El pueblo de Dios puede sufrir por el mal trato de un pastor asalariado, o por encontrarse con cabras que imitan a las ovejas, pero el llamado del Señor es muy claro para estas personas: Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, y para que no recibáis de sus plagas (Apocalipsis 18:4).
En contraste con el asalariado, el buen pastor da su vida por sus ovejas, las conoce a cada una y las llama por sus nombres. Todas ellas acuden a su llamado y lo siguen, sin ningún tipo de confusión. Las ovejas gozan de tal entendimiento que ya no siguen más nunca al extraño (al asalariado, al lobo, al león rugiente, al falso maestro ni a las doctrinas erróneas) porque no conocen su voz. La cabra conoce la voz del falso maestro y sigue ese sonido donde quiera que vaya, pero la oveja desconoce la voz del engaño porque reconoce solamente la voz de la verdad. La verdad es una sola, mientras la mentira es múltiple.
La oveja redimida conoce que el Padre la guarda en sus manos, que no hay nadie que supere su poder como para arrebatarla de esas manos. Está segura del ordo salutis, del mecanismo de la salvación, donde ella es solo el objeto de la redención del Señor. No hay nada que podamos hacer para ser salvos, excepto creer cuando el Señor nos da la fe para hacerlo, excepto nacer de nuevo cuando el Espíritu nos da la regeneración. Pero la fe y la regeneración son actividades de Dios solamente, sin que la criatura tenga un ápice de voluntad para acometerlas.
El amor de Dios por Jacob nos enseña que antes de ser concebido fue amado, apartado o elegido para el llamamiento eficaz, mientras que su hermano Esaú fue rechazado, odiado por Dios, aún antes de hacer bien o mal, o aún antes de ser concebido. Eso lo enseña la doctrina bíblica, muy específicamente en Romanos 9, aunque en toda la Escritura también se despliega tal conocimiento bien en forma explícita o bien por inferencia. En este punto una gran multitud que supone creer en Jesucristo como salvador sigue los pasos del extraño que se escandaliza por el acto soberano de Dios. Ellos objetan la actitud divina para con Esaú, quien vendió su primogenitura por causa de su destino marcado desde la eternidad. Lo mismo alegan respecto a Judas Iscariote, el hijo de perdición para que la Escritura se cumpliese. Tanto Esaú como Judas, el Faraón de Egipto, así como muchos otros personajes de la Biblia (o de una gran parte del mundo) han sido formados como vasos de ira para que Dios muestre la gloria de su juicio contra el pecado.
Jesús como buen pastor nos entrega la paz que obtuvo para su pueblo en la cruz; dio su vida por sus ovejas y ahora escuchamos su voz. Nada ni nadie nos puede separar de su amor, ni nos puede acusar por nuestros errores. Por supuesto, una cosa es la sociedad con su sistema civil y penal, la cual puede castigarnos por nuestros delitos, pero otra cosa es la exención del castigo eterno. Hemos sido redimidos en forma absoluta y eso nos hace estar felices y caminar con mucho optimismo.
Jesús es la puerta por donde entran las ovejas, ha dicho que el que por él entrare será salvo. Hay una invitación permanente para su pueblo, para entrar y salir y hallar pastos, no se pide que averigüemos si somos o no somos predestinados para tal fin. Simplemente se nos invita a entender el evangelio del reino, pero aquellos que vamos a él llegamos a comprender que de no haber sido por su gracia no hubiésemos podido acudir a su llamado. El despierta el interés de seguirlo en aquellos que considera son suyos, de tal forma que la fe, la gracia y la salvación son un don de Dios (Efesios 2:8).
César Paredes
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