No son pocos los que se escandalizan cuando escuchan que Dios hizo el pecado. Eso no les suena sano, más bien lo piensan como una gran herejía. Pero sin siquiera imaginarlo caen en otra herejía al atribuir a una fuerza extraña la generación del pecado. El Dios de la Biblia ha declarado que ha hecho al malo para el día malo, de manera que ha asumido toda la responsabilidad de sus palabras y de sus acciones. ¿Cómo pudo hacer al malo si el mal no existía? ¿Y si existía, no es lógico comprender que fuera de Él nadie puede crear nada sin su voluntad?
Solo imaginar que una fuerza extraña a Dios haya creado el pecado, nos deja con el sabor amargo de lo que podría suceder en el reino de los cielos. Imaginemos que una vez allá a alguien se le ocurra volver a inventar la rueda, que haya algún ser tan autónomo ante Dios que pueda de nuevo hacer aparecer el pecado. Eso pondría a Dios en un aprieto y a los integrantes de su reino en un riesgo de volver a caer. Recordemos que el Cordero para la expiación estuvo preparado desde antes de la creación del mundo, de tal forma que en Dios no hay azar que determine los hechos.
Decir que el pecado fue un accidente es suponer que a Dios no se le ocurrió antes, como si su cualidad de Omnisciente fuese sobrepasada. Sabemos que el pecado es la rebelión contra el Creador, de manera que Dios no se rebela contra Sí mismo. Hacer el pecado no implica cometerlo, ni seducir a nadie bajo la tentación; para esto último el diablo ha sido creado para que se encargue de su ejecución y de tentar a los que son atraídos por sus propias concupiscencias. Al afirmar que el pecado apareció porque Dios lo permitió, es sugerir que un ser distinto al Todopoderoso tuvo la ocurrencia y pudo en forma independiente materializar la idea.
Él es antes de todas las cosas, y por Él todas las cosas subsisten (Colosenses 1:17); y si antes, el pecado apareció después, y si subsisten en Él todas las cosas hemos de decir que el pecado es una de las tantas cosas que gracias a Él subsisten. ¿Cómo puede subsistir algo en forma parasitaria en el Todopoderoso? Eso es inimaginable en relación al Dios soberano que ha hecho todo lo que ha querido, pues ni aún un pequeño pájaro cae a tierra sin su voluntad.
Sería caer en el dualismo el sostener que haya otra divinidad que haga la prosperidad o los desastres. En el texto de Isaías uno puede leer la amplitud de cosas terribles que el Dios de la Biblia asume como suyas: hago la paz y creo el mal (Isaías 45:7). Otra prueba bíblica de lo que decimos está escrita en el libro de Romanos, cuando Pablo relata los hechos referidos al destino de Jacob y al de su hermano Esaú. Dos criaturas formadas de la misma masa (mismo padre y misma madre), del mismo barro creado por Dios, las que tenían ya prefijado de antemano el ser amado y el ser odiado por su Creador. Incluso, sin haber sido concebidos (de acuerdo al vocablo griego -γεννάω gennaō concebido, engendrado, nacido) ya tenían el destino forjado por las manos de Dios. Sin mirar a sus actos, el Creador como Supremo Alfarero había formado de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra, de manera que sus actos se darían conforme al guión prescrito de su Hacedor. La observación natural del hombre que se rebela a la soberanía de Dios viene dada por el argumento que objeta la razón por la cual se inculpa a Esaú: ¿Por qué inculpa Dios, si nadie puede resistir a su voluntad? ¿No habrá injusticia en este accionar de Dios? (Romanos 9:14,19).
Una de las razones por las cuales Dios creó el mal fue para traernos a Jesucristo, el Cordero preparado desde antes de la fundación del mundo. De igual forma, Dios se complace en castigar la maldad y ha escogido los vasos de deshonra para descargar su ira y mostrarla para su propia a alabanza. El revelará su ira en ellos pero demostrará su amor en los vasos de honra que Él mismo preparó, de manera que el castigo en unos sirve de educación y edificación en otros. La pregunta que objeta sería hoy día expuesta bajo el argumento de por qué razón no amó Dios a todos. ¿No pudo hacer a todos como hizo a Jacob? Acá no se trata de poder o no poder hacer, sino de lo que quiso hacer.
Si Adán no hubiese pecado, Jesucristo no hubiese tenido la gloria como Cordero que estaba preparada para él desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1:20). Y si Dios tenía al Hijo preparado para nosotros, Adán tenía la tarea inequívoca de pecar -de otra manera hubiese quedado Dios como un fracasado en sus propósitos y decretos eternos. Desde esta perspectiva amplia, metafísica e histórica, ha sido bueno que se haya manifestado Cristo en nosotros, por lo tanto ha sido buena la creación del pecado, aunque pecar no sea bueno en sí mismo.
Por esa razón Dios reclama para Sí el hecho de haber sido el autor de todo cuanto existe: Él ha creado la luz y las tinieblas, la paz y el mal; de su boca sale lo bueno y lo malo y no hay ningún mal acontecido en la ciudad que no haya hecho (Amós 3:6). ¿Quién será aquel que diga, que vino algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no saldrá lo malo y lo bueno? (Lamentaciones 3:37-38). ¿No fueron las acciones contra Jesús el Ungido todas ellas pecaminosas? ¿Quién las ordenó desde el principio y quién las dictó a sus profetas? ¿Quién dispuso el corazón de Judas, de Pilatos, de la muchedumbre que gritaba airada pidiendo la crucifixión para el Santo de Israel? ¿Quién ordenó la corona de espinas sobre su cabeza, los azotes en su espalda, los clavos en sus manos y en sus pies? ¿Quién dictó la orden de que lo escupieran en el rostro, de que fuese crucificado en medio de malhechores y que su sepultura fuese con los ricos? ¿Acaso la mayor parte de estos eventos no fueron acciones de pecado? Ciertamente, de la boca del Señor sale lo bueno y lo malo.
Este gran crimen fue planificado por el Dios Altísimo, dictado a sus profetas y ejecutado por hombres cuyos corazones Dios dispuso para ese fin. Los seres humanos tan volubles se mantuvieron firmes en este accionar solamente porque el Todopoderoso lo decretó de esa manera. Judas tuvo que seguir como estaba escrito de él, el Faraón de Egipto fue levantado para mostrar el poder de Dios en él, los réprobos en cuanto a fe tienen su condenación preparada y no se tarda. Los moradores de la tierra cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida, desde la fundación del mundo, darán el poder y el honor a la bestia, de acuerdo a lo que Dios ha dispuesto que hagan (Apocalipsis 13:8 y 17:8).
¿No envía Dios un poder engañoso para que la gente crea a la mentira y se pierda? La verdad de Él es simple y está escrita en el gran libro de los libros, pero la gente no cree, entonces prefieren el engaño y corren tras él encontrando el fin de muerte eterna. Estas personas no se cansan de servir a los demonios (en el sacrificio a sus ídolos), ni muestran remordimiento a pesar de las plagas que les sobrevienen (Apocalipsis 9:20): Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, aun no se arrepintieron de las obras de sus manos, para que no adorasen a los demonios, y a las imágenes de oro, y de plata, y de metal, y de piedra, y de madera; las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar. ... Antes digo que lo que los Gentiles (las gentes) sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios: y no querría que vosotros fueseis partícipes con los demonios (1 Corintios 1:20).
El pecado no fue un accidente, pero es algo horrible y de consecuencias eternas. Solamente la gracia de Dios nos libra de su castigo y de su mal sabor. Para esto nadie es suficiente sino sólo Cristo en la cruz, cuando cargó con el pecado de su pueblo. Allí fue clavada el acta de los decretos que nos era contraria, por lo cual agradecemos a Dios por el inmerecido favor.
César Paredes
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