S?bado, 19 de noviembre de 2016

Pese a ser un animal inmundo, Dios coloca las águilas como animales prototipos de la gente que espera en Él. Las águilas vuelan alto y miran desde arriba con una perspectiva mucho más amplia que la que puede tener un animal en tierra. Lejos del acecho de otros depredadores, en un plácido vuelo de reconocimiento del territorio hallará su presa que la alimente. Sus nidos están colocados en lugares altos y seguros, muy complicados para que sus enemigos naturales lleguen a maltratar sus crías o robar sus huevos. Sus ojos observan muy de lejos desde la cumbre del peñasco, para hallar un cadáver con el cual se alimente. Un ave de carroña, una maestra de los aires en la enseñanza a sus hijos durante sus primeros vuelos.

Jehová no aflige al entristecido y sus elegidos tendrán nuevas fuerzas, coloca el griego de la Septuaginta. El Dios inagotable de todos los tiempos es el que nos ha redimido, cuyo entendimiento no hay quien alcance. Pese a que por naturaleza aún los jóvenes se cansan, el que ha sido escogido por el Señor renovará sus fuerzas. Nosotros somos llevados muchas veces a suponer que el hombre es la medida de todas las cosas, de tal forma que aún el evangelio es presentado en la manera de una oferta humanística. El evangelismo camina por esos lares y arrastra la teología por los predios del libre albedrío.

La herejía (opinión subjetiva) se hace presente cuando creemos que el evangelio es un asunto humano. Tal vez antropomorfizamos demasiado al Creador, a quien hemos convertido a nuestra imagen y semejanza. El humanismo es un círculo que comienza y termina con el hombre, mientras que las Escrituras comienzan y terminan con Dios. En el principio Dios...el Alfa y la Omega. La Biblia declara que el hombre está muerto en sus delitos y pecados, que no hay ni siquiera una persona justa que busque a Dios. Por esta razón la salvación depende totalmente de Él, quien ha escogido para Sí mismo a un pueblo que redime por la sangre expiatoria del Hijo.

Un pecador consumado no podrá jamás iniciar el recorrido operativo de su redención; habituado como está a hacer siempre el mal, las cosas del Espíritu le parecen locura. La resurrección es tarea ajena al cuerpo muerto, la regeneración la realiza el Espíritu en los elegidos del Padre. El Hijo murió en forma muy específica por el pueblo que tenía que redimir.

Si Dios nos escogió en Cristo, desde antes de la fundación del mundo, y nos adoptó como hijos, por el puro afecto de su voluntad, es lógico que sus elegidos renovarán sus fuerzas y levantarán alas como las águilas. El texto de Efesios 1: 4-12 considera una particular atmósfera de triunfo asegurado en el pueblo de Dios. No puede ser de otra manera por cuanto un muerto que vuelve a la vida agradece la limpieza de su putrefacción y vuela con nuevo plumaje. Un águila puede arrancar sus viejas y gastadas plumas, quebrar su pico y sus garras, esperando en la soledad de las rocas el renacimiento de sus instrumentos de supervivencia. Cuando ha obtenido lo que por sus genes le ha sido dado echa de nuevo a vivir. Nosotros por naturaleza estábamos muertos, pero por la naturaleza de oveja que nos fue concedida desde antes de la fundación del mundo también seguimos al buen pastor una vez nos llame.

Dios es el Logos eterno, de manera que la lógica de la predestinación o elección de unos presupone su contraparte. Dios es también el Señor de la reprobación, si bien no sólo es una implicación del hecho de ser el Señor que elige para salvación. La Biblia en forma muy explícita ha señalado que Dios a quien quiere endurecer endurece. A Faraón lo creó para ser objeto de su ira y a Esaú, como prototipo de los réprobos en cuanto a fe, lo hizo para la alabanza de la gloria de su justicia y poder. ¿Por qué, pues, Dios inculpa? Pues ¿quién ha podido resistir a su voluntad? La respuesta la da el Espíritu con otras preguntas: ¿quién eres tú para altercar con Dios? ¿Podrá la olla de barro decirle a su alfarero por qué me has hecho de esta manera? ¿No tiene potestad el alfarero sobre el barro para hacer con la misma masa un vaso para honra y otro vaso para destrucción y vergüenza?

La prepotencia humana no conoce límites. Dios existía antes de que el hombre fuese formado, pero la naturaleza del espíritu humano se abastece de soberbia. No en vano la Escritura dice que Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos, porque en sus desvaríos la humanidad desconoce los derechos absolutos del Dios que ya estaba acá cuando nosotros aparecimos en escena; pero no sólo eso sino que también fuimos creados y formados del barro, por intermedio de la operatividad del Creador. No hay mayor altivez que suponer que aparecimos en la tierra producto del azar, o decidir que en el universo no hay espacio para Dios.

El evangelio que anunciamos es infalible porque no depende de la voluntad humana. En tal sentido, las buenas nuevas de salvación quedan exentas de humanismo, ya que la buena noticia para el elegido es que al creer en Jesucristo tendrá la vida eterna. ¿Cómo puede ser este anuncio ajeno a todo humanismo? Simplemente porque Dios es quien da la vida y nosotros no sabemos quiénes son los escogidos que van a creer, de manera que dejamos todo el proceso evangelístico en las manos de su autor. El evangelio encontrará a los elegidos del Padre, los alcanzará para que sean traídos al Hijo en el proceso de regeneración que hace el Espíritu de Dios. ¿Puede haber algo más ajeno a la voluntad humana que la redención del hombre muerto en sus delitos y pecados?

¿Quiénes son los que creerán? Tantos como hayan sido ordenados para vida eterna (Hechos 13:48). Nosotros no somos más sabios que Dios, cuya inteligencia no tiene límites, por lo tanto no  podemos hacer oposición a lo que el Creador de todo cuanto existe ha ordenado que acontezca. La redención la ha hecho en esos términos, de tal forma que alcance al pueblo escogido por el puro afecto de su voluntad. El no teme falla alguna sino que ha ordenado un éxito absoluto, sin que falte ni uno solo de los que llame en el tiempo oportuno. Esa es la garantía de la predicación del evangelio, anunciado a muchos (y no a todos) pero creído por pocos (los que son escogidos).

La consecuencia de esta garantía es el vuelo alto como lo hacen las águilas y la renovación de nuestras fuerzas. Dios compara a sus hijos como esas aves voladoras, pero también castiga al insolente que pretende altivamente estar seguro en sus alturas. En este sentido, hay rasgos negativos del alma humana que aluden a estas aves solitarias.  Tu arrogancia te engañó, y la soberbia de tu corazón, tú que habitas en cavernas de peñas, que tienes la altura del monte: aunque alces como águila tu nido, de allí te haré descender, dice Jehová (Jeremías 49:16). Y Salomón nos advierte que las riquezas tienen alas como de águila para volar al cielo, de tal forma que no pongamos los ojos en los bienes de este mundo (Proverbios 23:5).

A pesar de ser como estas aves, los creyentes dependemos permanentemente de la gracia divina.  No podemos perseverar si no somos preservados; aún nuestra fe ha sido un regalo de Dios (Efesios 2:8) y no es de todos la fe (2 Tesalonicenses 3:2). ... somos guardados en la virtud de Dios por fe, para alcanzar la salud que está aparejada para ser manifestada en el postrimero tiempo (1 Pedro 1:5). Dios nos pide que lo miremos a Él, desde todos los términos de la tierra, para ser salvos, ya que sólo Él es Dios. El que tiene oídos para oír, oirá.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 7:52
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