Mi?rcoles, 19 de octubre de 2016

Al leer el Nuevo Testamento encontraremos lenguaje figurado: uno de ellos es el que denominamos tipo y antitipo. El Señor nos preparó la representación de la realidad espiritual a través de diversas formas lingüísticas, como la metáfora, el símil, la parábola, entre tantas figuras de lenguaje; de la misma forma nos legó los modelos (tipos) de cosas, eventos o personajes que habrían de venir más tarde. Por esa cualidad que apunta al futuro, se puede sugerir que los tipos tienen, en alguna medida, cualidad profética.

Normalmente lo que fue anunciado en el Antiguo Testamento viene a ser corroborado en el Nuevo, por lo cual mientras aquello se llama tipo su cumplimiento es señalado como antitipo. El prefijo anti, en lengua griega, es también una preposición de múltiple uso. Normalmente crea oposición o contraste, por ejemplo: en oposición a - antilego - ἀντιλέγω; anti nuctos - ἀντὶ νυκτός (la misma noche). Nosotros estamos refiriéndonos al antitipo - ἀντίτυπος.

Colocados en una balanza, el tipo apunta hacia una realidad espiritual mientras el antitipo refiere a su cumplimiento. Por lo tanto, cuando leemos antitipo no podemos señalar que se implica una oposición absoluta sino más bien un contraste equivalente, una realización de aquello que fue anunciado. Cuando Pablo escribió a los Colosenses acerca de que nadie debía juzgarlos acerca de comidas o bebidas, en asuntos de fiesta o de lunas y sábados, indicó que ese conjunto de actividades era la sombra de lo por venir, mas el cuerpo es de Cristo (Colosenses 2:17). Esa sombra es un tipo de lo que habría de venir u ocurrir.

En tal sentido, las comidas y bebidas limpias o profanas, permitidas o prohibidas por mandato de la ley de Moisés, eran un emblema de los pueblos judíos y gentiles (uno limpio y otro profano). Dado que ahora somos uno en Cristo (y de los dos pueblos Dios ha hecho uno en Cristo), aquella distinción termina y desemboca en una sola vertiente o cumplimiento. Era una sombra (o tipo) de lo que habría de venir. La Pascua en Egipto, cuando colocaron la sangre de corderos en los dinteles de las puertas de las habitaciones de los esclavos israelitas, vino a ser un tipo de la verdadera Pascua que es Cristo, con cuya sangre somos librados del ángel de exterminio o de la muerte eterna. Si la vieja Pascua era el tipo, Jesucristo vino a ser su antitipo o cumplimiento.

Sabido es que cuando Abel ofreció grata ofrenda ante Dios vino a ser un tipo de la ofrenda única que es Cristo. De la misma forma nos lo presenta el relato de Isaac ofrecido por Abraham como sacrificio posible, con la consiguiente sustitución del carnero, que anunciaba a Cristo como ofrenda aceptable ante el Todopoderoso. El arca de Noé también es un tipo de la protección de Dios en Jesucristo, quien salvará a su pueblo de sus pecados. Para el lector eficiente de las Escrituras, para el estudioso de la Biblia, constituye una pasión encontrar la sombra de aquello que se manifestará más tarde. Lo que proyecta una verdad en el Viejo Testamento viene a ser confirmado con su antitipo o cumplimiento en el Nuevo.

Recordemos un ejemplo altamente simbólico de lo que decimos. La serpiente levantada en el desierto es un tipo de Jesucristo, el cual es confirmado en forma específica en el evangelio de Juan.  Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:14-15). Tal vez algunos sientan raro que Jesús se compare a una serpiente, cuando ese animal ha sido marcado como instrumento de Satanás en el Edén, y al diablo mismo se le llama el dragón, la serpiente antigua. Pero recordemos que Satanás es señalado también como león rugiente, sin que eso obste para que Jesucristo sea nombrado como el león de la tribu de Judá.

En Números 21:8 hay una síntesis de lo que acá se dice:  Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre un asta: y será que cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. No fue fabricada con materiales nobles como oro o plata, sino con uno menor, el bronce. En tal sentido también es una prefiguración de Jesucristo, del cual Isaías dijo que sería sin parecido ni majestad para que lo deseemos (sin mucho llamativo). Su nacimiento y su estatus social eran mucho más bajos que el de los de arriba, que los ricos de pomposa cuna; aunque la vieja gloria que tuvo en el cielo la recuperó cuando ascendió al Padre, una vez que cumplió su misión como Hijo del Hombre, al salvar eficazmente a su pueblo de sus pecados con su trabajo perfecto en la cruz.

La serpiente de bronce también hacía su trabajo completo ante todo aquel que fuese mordido por una víbora (un castigo particular por el pecado del pueblo), con tal de que la mirasen los enfermos. Todo aquel que ha sido revivido por el Espíritu de Dios podrá mirar al Hijo del Hombre y ser sanado de la herida de su pecado. La fe que es un regalo de Dios (Efesios 2:8) y no un requisito exigido al pecador muerto en delitos y pecados, junto con el arrepentimiento del que Dios ha convencido de pecado, son los primeros frutos del que ha nacido de nuevo. De esta forma se está capacitado para mirar la serpiente en el desierto (la figura del que habría de venir), como le dijo Jesús a Nicodemo. En la analogía que sugiere la relación entre el tipo y el antitipo, el desierto donde se levantó la serpiente de bronce -el cual también es un material brillante ante la luz del sol- viene a representar el mundo hostil y seco, sin espíritu bueno, en el cual habitamos.

Pero en el contexto bíblico en que se nos narra la historia de la serpiente, tiempo más tarde hubo de ser destruido el símbolo de salud que como tipo refería a Cristo. El rey Ezequías quitó los lugares altos y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera (un demonio al que sus fieles llamaban dios). E hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel (2 Reyes 18:1-4). Aquella gente cayó en la trampa del símbolo, la de creer que éste constituía algo más que su referencia. Cuando se toma al símbolo como el objeto al que refiere, se le dan valores que no contiene por naturaleza. Esa trampa es demoníaca, como bien se sugiere por lo declarado a través de Pablo y Juan en el Nuevo Testamento. Lo que la gente sacrifica a sus ídolos, a los demonios sacrifica (1 Corintios 10:20); y en el Apocalipsis, Juan escribe que pese a los castigos de Dios, la humanidad no se arrepintió de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar (Apocalipsis 9:20).

De vuelta al tipo de la serpiente en el desierto, sabemos que el pueblo de Israel había pecado contra Dios y Moisés, de la misma manera como nos lo declara el Nuevo Testamento en una referencia más amplia: todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Así como aquel pueblo confesó su pecado y pidió perdón, toda la humanidad necesita de arrepentimiento (Marcos 1:15). De la forma como Moisés oró por el pueblo, Cristo ora por nosotros (Hebreos 7:25). En el Antiguo Testamento Dios prometió salud física por mirar a la serpiente, en el Nuevo todo el que cree en el Hijo no se pierde, sino tiene vida eterna (Juan 3:15). Y Jesucristo mismo lo ratificó cuando dijo: es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado (Juan 3:14), con una validación de la similitud entre el tipo y el antitipo.

De la manera en que José perdonó a sus hermanos que lo traicionaron, así el Hijo del Hombre nos perdona, de pura gracia. Resulta una maravilla acercarnos a los tipos y antitipos declarados en las Escrituras, ya que por esa vía encontraremos la interpretación que el Espíritu quiere darnos en forma pública. Los ejemplos, sombras o figuras, proyectan su verdad hacia el Nuevo Pacto, el colateral de lo anunciado. Aquellos tipos pueden ser objetos, eventos, rituales, lugares, personas, que aparte de tener su propio valor de significación prefiguran lo que habrá de venir. La riqueza textual es amplia y parece inagotable en la fuente que es la Palabra de Dios.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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