Martes, 26 de julio de 2016

Oh, el infierno de fuego que nunca se apaga y el gusano que nunca muere. Si tan solo eso fuese una metáfora o una mentira para asustar a los incrédulos, pero es una gran verdad que de la Biblia sale. Aquellos que mueren sin tener una justicia equivalente a la que requiere la santidad de Dios jamás terminarán de pagar por sus pecados. Poco o mucho pecar, todo se debe retribuir de acuerdo al rasero divino. Si Dios es eterno, eterno será el castigo por la infracción cometida. Si los humanos somos de breve tiempo en esta tierra y se ha inventado entre nosotros la cadena perpetua, ¡cuánto de largo no se habrá de suponer el castigo por parte de un ser eterno y santo como el Dios de todo cuanto existe!

El que no quiera creer en el castigo eterno tampoco cree en la horrenda cosa que es el pecado o la ofensa contra la ley divina. El que supone que Dios por ser amor pasará por alto los pecados de los réprobos en cuanto a fe, desconoce que el castigo eterno demuestra la justicia, la ira y el poder de Dios. Asimismo, por contraste habla de su amor especial por los escogidos desde antes de que el mundo fuese.

En la Biblia leemos que Dios controla cada evento y cada detalle de su creación. Nada hay dejado al azar sino que todo obedece a su plan inmutable, conforme al designio de un Ser perfecto por naturaleza. En realidad Dios es único, ¿quién le hará desistir? Lo que su alma desea, él lo hace. De esta forma podemos unirnos a la aseveración del justo Job: Ciertamente él completará lo que ha determinado acerca de mí, y tiene en mente muchas cosas semejantes (Job 23:13-14).

Dios ha hecho todo lo que ha querido, aún la suerte echada en el regazo aguarda por la decisión de Jehová, al igual que el corazón del rey es inclinado a todo lo que el Señor quiere. Dios desea que se sepa que desde el nacimiento del sol hasta el Occidente no hay otro Dios sino Jehová, el que forma la luz y crea las tinieblas, quien hace la paz y crea la adversidad. Él es quien hace todas estas cosas (Isaías 45:6-7), el Señor anuncia las cosas nuevas antes de que salgan a la luz, él es el mismo que ha preparado el reino para sus ovejas desde la fundación del mundo.

Aún los que creen el evangelio son añadidos a la iglesia por cuanto estuvieron designados para vida eterna desde antes de formar el mundo; ese mismo Dios ha determinado de antemano el orden de los tiempos y los límites de la habitación de cada ser humano (Hechos 17:26). Solamente los que están designados para vida eterna se regocijan en la palabra del Señor y la glorifican (Hechos 13:48). En tal sentido fuimos predestinados para ser hechos conformes a la imagen de su Hijo, de manera que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Estas cosas son habladas como sabiduría de Dios en misterio, aquella que estuvo oculta y que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria (1 Corintios 2:7).

INFIERNO

El estremecimiento se ha apoderado de los impíos. ¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? (Isaías 33:14). Su aventador está en su mano, y limpiará su era. Recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en el fuego que nunca se apagará (Mateo 3:12). De manera que como la cizaña es recogida y quemada en el fuego, así será el fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes (Mateo 13:40-42).

No son pocas las referencias de la Biblia al sitio de tormento que no termina, pero ni aún así los hombres impíos dejan su impiedad. Entonces, ¿para qué anunciar tal castigo? Simplemente porque no hemos de rehusar transmitir todo el consejo del Señor. Hay quienes callan por temor a la multitud, o porque ahuyentan de sus congregaciones las ofrendas; hay quienes silencian por cuanto suponen que es una metáfora de la extinción eterna, como si Dios mintiera al respecto. Otros prefieren los eufemismos, diciendo que el hombre se pierde (como quien se extravía en una montaña), o que el infierno es apenas la ausencia de Dios. Pero el vino del furor de Dios se derrama de la copa de su ira para generar tormento con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero. El humo del tormento de ellos sube para siempre jamás, sin descanso ni de día ni de noche (Apocalipsis 14:9-11).

Sin embargo, para los escogidos de Dios no habrá condenación pues Dios es el que nos justifica en Jesucristo. Pero el gran simio de Dios -en palabras citadas por Sigmund Von Birken, poeta alemán del siglo XVII- hace sus monerías imitando el plan del Señor para cegar el entendimiento de los incrédulos. A éstos les ha inspirado junto con sus demonios que Jesucristo salvó a toda la humanidad en potencia, haciendo justicia al sentido democrático divino. Por otro lado ha exaltado el orgullo humano transfiriéndole una cuota de poder soberano bajo la fábula teológica del libre albedrío, de manera que con la cooperación humana el Cordero de Dios se perfecciona. El simio de Dios continúa incitando que Jesucristo sería un fracasado absoluto con un trabajo imperfecto si el ser humano no cooperase en su salvación, de tal forma que el infierno es el monumento a la desidia de Dios o al intento fallido de salvar a toda la humanidad.

¿Parece blasfema tal teoría? Esa mentira la cree más del 87% de las iglesias autodenominadas cristianas en el mundo, cuya doctrina es propia de las sinagogas de Satanás y de sus ministros disfrazados de ángeles de luz. Ya Cristo hizo su parte, afirman, ahora le toca a usted hacer la suya. Con el piano a bajo sonido y de acuerdo a una voz manipuladora y grave, el que oficia la prédica intenta persuadir a los que ya han sido cegados por Satanás, para que formen un gran tumulto, un gran público que asuste con el argumento de cantidad. No es nada nuevo bajo el sol, ya que aún el profeta Elías hubo de clamar en una oportunidad ante el Señor preguntándole si solamente él había quedado.

Isaías también se extrañaba de que fuésemos tan pocos en el mundo los que seguimos el camino de la verdad, por lo cual también se preguntaba: ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? Y Juan el Bautista es señalado como el que clama en el desierto. Asaf, el salmista, tuvo confusión al ver la prosperidad de los impíos, al descubrir que no tienen congojas ni por su muerte, pero entrado en el Santuario de Dios (que no en la sinagoga de Satanás) pudo comprender el fin de ellos. El Señor los ha puesto en deslizaderos y menospreciará su apariencia: ¡Cómo han sido desolados de repente! Ellos están apostados en un sitio resbaladizo, de manera que descenderán al Seol junto al bullicio de su tormento.

Pero para aquellos que Jesús incluyó en su oración intercesora la noche previa a su expiación, el evangelio es la palabra viva de salvación. Para los que hemos pasado de muerte a vida, Jesucristo es la única verdad, el Cordero destinado desde antes de la fundación del mundo, manifestado en los últimos tiempos por causa de sus escogidos (1 Pedro 1:20). Dios controla todos los eventos de su universo, tiene preparado cada detalle de cuanto acontece. Aún nuestros actos de habla conoce antes de que los digamos, teniendo cuidado de su pueblo en virtud de Su amor admirable. En realidad es llamado Dios de toda carne, por lo cual no hay nada difícil para él.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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