Lunes, 11 de julio de 2016

Si uno se preguntara qué es lo que hay que escuchar y saber para ser salvo, la respuesta de un creyente sería el evangelio. Nadie podría argumentar que es necesario conocer toda la palabra revelada de Dios, si bien es importante y trascendente en la vida de nosotros. El evangelio está contenido dentro de toda la palabra divina, de manera que el mandato de Jesús fue pertinente, ir por todo el mundo y predicar el evangelio.

El contenido de esa parte específica de la palabra de Dios centra su atención en la persona y el trabajo de Jesucristo. Conocer al Hijo de Dios como el Mesías enviado es parte vital del mensaje propagado. Jesucristo fue concebido sin pecado alguno, conocido también como el Cordero de Dios. El que no tenía pecado fue hecho pecado por causa de su pueblo, de tal manera que el Padre pudiera castigar el pecado que cargaba a cuestas en representación de sus escogidos. Hablar de la persona del Hijo implica de inmediato la referencia a su trabajo.

La expiación alcanzada en la cruz fue un hecho teológico que se destaca en las Escrituras. La noche previa a este martirio, el Hijo rogó al Padre por aquellos que le había dado, pero dejó claramente establecido que no rogaba por el mundo, sino solamente por los que le había dado. Se entiende que aquellos que creerían por la palabra de estos primeros creyentes también le habían sido dados al Señor para que viera linaje.

De manera que cuando se le dice a la gente que se arrepienta y crea en el evangelio se le está exponiendo esta verdad destacada en la Escritura. El Hijo murió por su pueblo (Mateo 1:21) de acuerdo con las Escrituras, pero no murió por el mundo por el cual no rogó. Pero, ¿no dijo él mismo que Dios había amado de tal manera al mundo, por lo cual lo había enviado a él a salvarlo? Sí que lo dijo, pero no se refería a todo el planeta como mundo. En Juan 3:16 Jesús hablaba con Nicodemo, un maestro de la ley, de aquellos que creían que solamente a ellos sería manifestado el Mesías. Pero Jesús le dice que Dios amó a los gentiles (el resto del mundo dentro del pensamiento judío). Eso se entiende dado el contexto de la presencia de un maestro judío de la ley; sin embargo, el mundo también es a veces concebido como el conglomerado de judíos y gentiles salvos. Juan, en una de sus epístolas, exclama diciendo que el Señor es la propiciación por nuestros pecados y por los de todo el mundo. De nuevo, Juan era el pastor de los judíos cristianos, dirigía su carta a una iglesia compuesta por judíos cristianizados, de manera que les aclara que no son solamente ellos los amados del Padre sino todo el mundo. ¿Cuál mundo? El mundo gentil cristiano, o tal vez el mundo compuesto por judíos y gentiles cristianos.

Es obvio por muchos pasajes bíblicos que cuando se habla de mundo no siempre se refiere al planeta o al universo en su totalidad, sino a un conglomerado universal de personas. Por ejemplo, los fariseos que no creían en Jesús exclamaron en una oportunidad diciendo: Mirad, el mundo entero se va tras él. ¿Significa esto que en ese mundo entero se incluían ellos? Por supuesto que no, ni siquiera contemplaban al imperio romano, como tampoco a los saduceos que no creían en la resurrección, ni a Herodes que odiaba a Jesús y había matado a Juan el Bautista, ni a su casa ni a miles de personas en Jerusalén. Simplemente es una expresión hiperbólica, una figura de lenguaje que exagera para llamar la atención sobre un hecho notorio.

Por ello no debemos entender ciertos vocablos de la Biblia como si fuesen una referencia a la inclusión absoluta del mundo como un ente elegido en su totalidad para salvación. En ocasiones mundo es el universo de los réprobos en cuanto a fe, pero en otras es el conjunto de los redimidos, o el resto de los creyentes no judíos. De hecho, Judas Iscariote es parte de este mundo y sin embargo no fue salvado de la condenación venidera (por lo tanto es un miembro del conjunto mundo por el cual Jesús no rogó). Jesucristo le dijo a algunos que ellos eran de su padre el diablo; a otros les aseguró que no podían ir a él ni agradarse en su palabra porque no eran de sus ovejas. Es decir, la condición de oveja precede a la condición de llegar a creer en Cristo, si bien esto es un designio eterno del Padre. Estas personas denunciadas por Jesús le hacen compañía a Judas en el conjunto mundo.

Jesús, como buen pastor, vino a poner su vida por las ovejas. Estas ovejas oyen su voz y le siguen, pero no se van jamás tras el extraño. Tal vez estuvieron tras el extraño antes de llegar a  ser llamadas por el pastor, antes de escuchar su voz y seguirle. Pero una vez que lo siguen no conocen la voz de los extraños. Jesús está asegurándonos que una vez que hemos sido alcanzados en esta vida por su gracia no nos iremos jamás tras la voz de los extraños. Nuestro fruto será uno solo, la inequívoca confesión de la verdad enunciada en la Escritura. Los que se van tras las herejías extrañas no son ovejas sino simuladores, seudo-creyentes, agentes encubiertos del enemigo para intentar disociar la asamblea de los redimidos.

Es bueno recordar que Jesús pagó el precio por nuestro rescate, en una forma suficiente, garantizando la salvación para aquellos por quienes murió. Es bueno saber que el castigo infringido a Jesús durante su pasión mortal es un estimado del castigo que cada quien habrá de pagar por sus pecados no lavados en su sangre. Ese castigo se hizo no porque él hubiese cometido pecado sino porque cargaba los pecados de su pueblo, al cual vino a redimir. Cuando haya puesto su vida como sacrificio por la culpa, verá descendencia ... Justificará mi siervo a muchos, y cargará con los pecados de ellos ... Porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores (Isaías 53: 10-12).

La claridad apostólica conviene mantenerla, como la de Juan, tocante al Verbo de Vida, cuando dijo en su Apocalipsis: Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre (Apocalipsis 1:5). El amor de Dios se revela en la redención, si le amamos es porque él nos amó primero. Trata, pues, de llevarte bien con Dios, amístate ahora con él. Reconcíliate con Dios y por ello te vendrá bien, toma de su boca la instrucción y pon sus dichos en tu corazón. Si te vuelves al Todopoderoso serás edificado (Job 22: 21-23).

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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