Martes, 28 de junio de 2016

Hay una roca sólida para edificar la casa pero muchos han escogido cavar en la arena para colocar su cimiento. Lo que sucede es que el agua de los ríos y las lluvias remueven fácilmente la grava, debilitando las bases de la edificación. Se puede decir que hay ignorancia en la gente que elige la arenisca para hacerla su fundamento, aunque de igual forma abundan los que conociendo las consecuencias se entregan a la tarea de urbanizar ciudades enteras desechando la peña o el granito firme.  La Biblia dice que los desobedientes rechazan la roca que es Cristo.

Nos quedaríamos con una sencilla descripción del fenómeno si leyésemos hasta allí, pero el final del texto de Pedro se expone la razón de esa desobediencia. Los rebeldes fueron destinados para tropezar y ser ofendidos por aquel canto, granito o pedernal que es la cabeza del ángulo. Los desobedientes a la palabra divina fueron colocados para ser de esa manera, para exhibir su desorden, para menospreciar su propia ignorancia, de tal forma que no se aperciban o no teman el castigo que les viene. Fueron destinados es parte de una voz pasiva, lo cual implica por fuerza un sujeto agente que genera la acción.

La voz pasiva gramatical señala la inacción o inercia del objeto que se ha convertido en sujeto. De manera que la apatía o desinterés del sujeto pasivo es una condición natural que permite al sujeto activo cumplir plenamente la actividad del verbo. Los que desobedecen a Dios fueron colocados para que hicieran exactamente lo que hacen. Si Dios ha hecho al malo para el día malo (Proverbios 16:4), entendemos que destinó a los desobedientes para que tropezaran con la cabeza del ángulo, para que la piedra angular les cayera encima y los aplastara.

Eso también se declara abiertamente en el libro de Romanos en relación a los que Dios escogió desde antes de la fundación del mundo para mostrar su ira y hacer notorio su poder.  Dice que sin haber hecho ni bien ni mal ya habían sido odiados por Dios, a fin de que se mostrase que no son las obras las que condenan sino Dios que endurece a quien quiere endurecer. De igual forma no son las obras las que salvan sino Dios que tiene misericordia. La gran pregunta lógica del hombre que está todavía muerto en sus delitos y pecados es ¿por qué, pues, Dios inculpa? Pues ¿quién ha resistido su voluntad?

¿Por qué Dios destinó a los desobedientes para que tropiecen con la roca sólida y edifiquen sobre la arena? ¿Por qué Dios endurece los corazones de gobernantes para que hagan cosas que les generará la muerte? ¿Por qué creó a Satanás para que ocasionara tanto tropiezo? ¿Por qué creó el pecado si pudo haber ordenado que nada malo existiese? Las respuestas a estas y otras interrogantes similares yacen en la Escritura: porque así lo quiso Dios, y todo lo que ha querido ha hecho. Antes, ¿quiénes somos nosotros para objetarlo? ¿No somos sus criaturas que cumplimos a cabalidad sus designios?

En realidad fuimos lavados, injertados, bendecidos, predestinados, comprados, redimidos, llamados por alguien competente para tales acciones. El que nos llamó de las tinieblas a la luz lo hizo activamente, mientras fuimos absolutamente pasivos al tiempo que esas acciones se ejecutaban sobre nosotros. De la misma forma el haber sido endurecido, preparado para destrucción, destinado para tropiezo y desobediencia es una actividad llevada a cabo por un ser competente para tales acciones. Jamás podrá decirse que el sujeto pasivo realiza las acciones del sujeto activo.

Pero la Biblia declara una y otra vez que Dios hace todas las cosas según el designio de su voluntad; que Él hace la luz y crea la adversidad, que no ha acontecido algo malo en la ciudad que el Señor no haya hecho (Amós 3:6).  Otras preguntas retóricas se levantan para que reflexionemos: ¿Quién será aquel que diga algo y eso ocurra, sin que el Señor lo haya mandado? ¿Acaso de la boca del Altísimo no salen los males y el bien? (Lamentaciones 3: 37-38). ¿Quién eres tú para que contradigas a Dios? ¿Dirá el vaso formado al que lo formó: ¨Por qué me hiciste así?¨ (Romanos 9:20).

El desobediente es el que no recibe el amor de la verdad para ser salvo, de tal forma que Dios le envía un poder engañoso para que crea la mentira. De esta forma es condenado, aunque además se complació en la injusticia. Hay una relación estrecha entre desobedecer la palabra de Dios y complacerse con la iniquidad. Las obras de la carne son muy variadas, al grado en que Pablo culmina un párrafo hablando de ellas con la adición de la expresión y cosas semejantes a éstas. La tendencia natural del impío es su complacencia con lo carnal, el dar rienda suelta a sus instintos pecaminosos de acuerdo a como su cultura se lo permita. En grado mayor cuanta más libertad de acción tenga, en menor cuantía cuanta más restricción social encuentre.

El acto de complacencia con la injusticia implica una aprobación por lo que es contra Dios, es también una acción de placer y de voluntad hacia lo que satisface la iniquidad. La solución para el malestar de espíritu pasa por el nacimiento de lo alto. Pero para ello nadie es suficiente, a no ser que Dios lo haga nacer de nuevo, dándole un espíritu que le permita amar sus estatutos. Una vez nacida la nueva criatura todo viene a ser renovado, hasta correr deseosa por aprender la palabra de vida, ejercitando su fe, hallando bueno el verbo divino. En este estadio terminan las objeciones y se asume quebrantado que Dios es soberano mientras nosotros somos barro moldeable en las manos del alfarero.

No hay un acto de mayor humildad y humillación que reconocer la soberanía absoluta de Dios en todo cuanto ha creado. Dios tiene poder completo y ejerce dominio cierto sobre nuestra voluntad, sobre nuestro espíritu, sobre nuestro destino inmediato y último. Después de tanto examinar el propósito divino uno concluye con las palabras de Jesús en nuestra boca: Así Padre, porque así te agradó.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 11:34
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