Martes, 21 de junio de 2016

El corazón del evangelio declara la expiación de Jesucristo por su pueblo, tal como lo anunció el ángel a José en el evangelio de Mateo, capítulo 1, verso 21. En realidad Jesús no murió por nadie más, ya que la misma noche previa a su crucifixión declaró en oración con el Padre que agradecía por los que le había dado, pero que en especial no rogaba por el mundo. Si Jesús no rogó por el mundo el mundo no es salvo. Solamente el mundo que el Padre amó fue el que representó en la cruz del calvario.

Aunados a estos hechos están otros, referentes a la teología apostólica. Pero en los evangelios puede verse que el Señor había declarado que nadie podía ir a él si el Padre que lo envió no lo trajere (a la fuerza). Es decir, que todos los que hemos ido al Hijo ha sido posible por mediación obligatoria del Padre, de donde se desprende que quien no va al Hijo es porque el Padre así lo ha dispuesto. No en vano se ha escrito que Dios amó a Jacob y odió a Esaú, aun antes de que hiciesen bien o mal, para que la salvación dependiese de la elección y no por las obras.

No es un solo texto (que hubiese bastado) sino decenas de ellos los que ponen en evidencia la claridad y el énfasis para que comprendamos que la elección no es en base a obras. El que nos salvó nos llamó con llamamiento santo, no de acuerdo a nuestras obras, sino de acuerdo a Su propio propósito y gracia que nos dio en Cristo Jesús, antes del comienzo del tiempo (2 Ti 1:9).

¿Y cuál es el número de los elegidos? Dios lo sabe, dado que las cosas no reveladas le pertenecen a él, pero como es perfecto su número no puede incrementar ni disminuir. Jesús es el buen pastor, el cual conoce las ovejas que son Suyas, pero también es conocido por éstas (Juan 10:14). Cuando en el Deuteronomio leemos que Jehová no amó a su pueblo o no lo escogió por causa inherente al mismo pueblo, hemos de comprender que el escritor bíblico ha ligado estos dos verbos, amar y escoger, como de un mismo efecto (Deuteronomio 7:7-8).

La gente que no buscaba a Dios lo encontró, porque el Señor se mostró diciendo Heme aquí, heme aquí (Isaías 65:1). Como Dios nos conoció de antemano, en el sentido de que nos amó, (así como Adán conoció de nuevo a su mujer y tuvieron otro hijo; así como José no conoció a su mujer hasta que dio a luz el niño), nos predestinó para ser conformes a la imagen de Su Hijo, el Primogénito entre muchos hermanos. En él también recibimos herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que realiza todas las cosas conforme al consejo de su voluntad (Efesios 1:11).

Los elegidos tomamos conciencia de la elección, del favor inmerecido de Dios para con un grupo humano paupérrimo, de lo más vil y menospreciado de los hombres, sin que en esa masa haya muchos nobles, con el puro propósito de tumbar la gloria humana, deshaciendo lo que es, para elevar su propia gloria en su amor. Y al mismo tiempo exhibir su poder y su ira para con los impíos, aquellos que Él mismo hizo como vasos preparados para vergüenza y destrucción.

Hay mucha gente puesta en deslizaderos y van a caer en decepción, porque Dios lo ha decretado de esa forma. Bajo el sistema de la elección diseñado por el Creador queda fuera toda jactancia, pero si hubiere alguna jamás sería en base a las obras sino más bien en base a la fe. Sabemos que no hay otro evangelio sino éste que es anunciado por los apóstoles, por los profetas y por Jesucristo mismo, de manera que también la Escritura afirma que si se manifestare otro evangelio (como si lo hubiera), el mismo debe ser anatema.

Poco importa que el nuevo evangelio provenga de los ángeles del cielo, a quienes en dado caso no habría que creer; mucho menos se le dará veracidad si proviene de algún mortal humano que se inspira en las doctrinas de demonios. Toda doctrina que sea contraria a la afirmada por la Escritura es considerada para destrucción, nunca para salvación.

Se asoman los escarnecedores que hacen burla de la doctrina de Jesús, alegando que está mal interpretada. Ellos le agregan una variante que la torna más humanista, el legado de la teología privada. Dicen que como Dios es amor Jesucristo tuvo que morir por todo el mundo, sin excepción; añaden que como Dios tiene que ser equitativo, creó iguales posibilidades para toda la raza humana, sin excepción, de manera que cada ser humano tenga una verdadera oportunidad de salvación. Además, insisten en que la salvación de Jesús en la cruz se dio en potencia para toda la humanidad y cada ser humano la actualiza si así lo desea. Por lo demás, toda la Escritura la siguen interpretando en base a estos criterios.

Estos escarnecedores han realizado un pacto con la muerte, creyendo que cuando llegue el día final el juicio no les llegará; pero han puesto al engaño por refugio y se han escondido en la mentira, como dijera el profeta Isaías. Pero ya fue puesta la piedra de tropiezo en Sion, una angular como cimiento. Dios ha puesto el derecho por cordel y la justicia por nivel. El granizo barrerá el refugio del engaño, y las aguas inundarán su escondrijo (Isaías 28: 17). El pacto con la muerte perderá vigencia, para que no prevalezca la maldad. Al contrario, la misma muerte los aplastará.

Como dice Juan en una de sus cartas, el que conoce a Dios nos oye; y el que no es de Dios no nos oye. En esto conocemos el Espíritu de verdad y el espíritu de error (1 Juan 4:6). No conviene añadir nada, simplemente gozarse porque la elección es el único medio por el que podemos acceder al reino de los cielos. Si los que no son de Dios se oyen a ellos mismos, los elegidos de Dios se oyen entre sí, de tal forma que el ánimo embargue la cotidianidad con el sabor de vida para vida.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 11:46
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