Una de las dificultades del lector bíblico consiste en enfrentar el relato a partir de la literalidad. Acostumbrado a entender que la Escritura es la palabra de Dios, supone el lector que todo ha de interpretarse linealmente, sin las aristas interpretativas propias del lenguaje. Si el Señor dijo algo es porque es absolutamente cierto, de esta manera se supone que aún los personajes de las parábolas existieron físicamente en el planeta. Pero al seguir este parámetro de la interpretación uno puede encontrarse con textos difíciles de entender a la luz de la literalidad plana.
De allí que urge comprender que la ironía es una figura lingüística que permite ridiculizar a partir del texto, dando a entender un sentido contrario a lo que la superficie de las palabras muestran. Al estar atento a estos cambios o juegos de lenguaje el lector podrá obtener un mejor resultado en la interpretación de aquello que lee y escudriña.
Veamos algunos ejemplos de lo que se dice acá. En una oportunidad Jesús se refirió al arrepentimiento diciendo que valía más el hecho de una persona arrepentida que muchos justos sin necesidad de arrepentimiento (Lucas 15:7). El contexto nos indica que los fariseos y los escribas murmuraban contra Jesús porque recibía a los publicanos y pecadores y comía con ellos. Jesús entonces contó una parábola donde mencionaba lo que acabamos de decir acerca de los noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. Esos justos son los fariseos, los que se consideraban a sí mismos perfectos, los cuales no necesitaban arrepentirse. Por supuesto que eran los primeros en necesitar volverse de su mal camino pero la frase del Hijo de Dios iba en sentido irónico resaltando la actitud de esa gente.
Otro caso es el de Pedro cuando se refería a los apóstatas que negaban incluso al Señor que los había rescatado. Por supuesto que Jesús no los había comprado en la cruz, que el Señor no había muerto por ellos (porque si hubiese muerto por ellos no se habrían ido tras el extraño), pero ellos decían que eran creyentes, que el Señor los había salvado. Sin embargo, con su actitud, con su obra, con su falsificación del evangelio negaban a ese Señor que confesaban. Fue Jesús quien también dijo en una oportunidad que no lo llamaran Señor si no hacían lo que él les decía; ahora Pedro refiere ese contexto en su carta y habla irónicamente de los apóstatas, que por ser tales personas niegan de hecho al Señor que ellos dicen los rescató.
Judas 1:4 relata el mismo caso pero sin la ironía de Pedro (2 Pedro 2:1), diciendo que algunos hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antes habían sido ordenados para esta condenación, hombres impíos, convirtiendo la gracia de nuestro Dios en disolución, y negando a Dios que solo es el que tiene dominio, y a nuestro Señor Jesucristo. Judas coloca todas las piezas juntas y dice que aquellos apóstatas habían sido ordenados desde antes para la condenación, por lo cual negaban con su actitud a Dios como el Todopoderoso y a su Hijo Jesucristo. Judas no fue irónico en este contexto, mientras Pedro hablando de lo mismo presentó idéntico cuadro pero con una ironía similar a la de Jesucristo cuando hablaba frente a los escribas y fariseos, diciéndoles que no necesitaban arrepentimiento porque eran justos.
Los apóstatas dentro de la iglesia confiesan verbalmente a Jesucristo pero lo niegan de hecho cuando introducen herejías y doctrinas encubiertas. Contra ellos ha ido la ironía del apóstol Pedro, así como lo hizo el Señor contra los escribas y fariseos. El sarcasmo es también otra figura del lenguaje pero un poco diferente de la ironía. Elías el profeta fue sarcástico con los profetas de Baal al decirles que gritaran más fuertemente a su dios porque parecía que estaba dormido. El sarcasmo es una burla directa a quien va dirigido, que induce a la ira y al enojo, mientras la ironía es una burla disimulada que como figura retórica da a entender lo contrario de lo que se dice.
La literalidad de la Biblia o la interpretación literal de ella no niega en ningún momento las figuras del lenguaje. Más bien a partir de la letra misma se puede llegar a comprender cuándo hay una metáfora, un símil, una ironía, un sarcasmo, un ejemplo, etc. Es la palabra tal cual como aparece en su contexto la que nos va a indicar literalmente que viene una alegoría o que viene una imagen fabulosa, para que tengamos en cuenta su contexto. El mismo Jesús dijo una vez, refiriéndose al profeta Daniel, que el que lee entienda, mostrándonos que hay textos en la Biblia que necesitan de mayor cuidado para su comprensión.
Cuando Jesús dijo que el que tenga oídos para oír que oiga estaba refiriéndose a todos los oyentes. No dejaba por fuera a los que tenían incapacidad física de su sentido de audición, más bien hablaba en un sentido figurado respecto a los que tenían incapacidad espiritual para oír su palabra. Ni qué hablar del lenguaje poético que refiere continuamente a metáforas de la metáfora. Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos; un día emite palabra a otro día, y una noche declara a otra noche sabiduría ... Dios me hizo sacar del pozo de la desesperación ... Los males míos se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza ... Los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros se disiparán como el humo ... ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra...Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino ...
El lector de la Biblia reconocerá diferentes estilos de escritura, aprenderá a discernir en medio de los contextos en que se ha escrito esa palabra, sabrá entender distintas figuras del lenguaje. La palabra de Dios hace sabio al sencillo y literalmente ayuda a todo aquel que se acerca a ella para escudriñarla. Porque más allá de que le sirva para salvar su alma lo que está escrito en ella lo ejercitará intelectualmente para despertar más la inteligencia. Pero no sirve de mucho tener la Biblia en la biblioteca y limpiarle el polvo de vez en cuando, cuando lo que más vale es escudriñarla para ver si en ella tenemos la vida eterna.
César Paredes
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