Domingo, 20 de diciembre de 2015

De suma importancia resulta el hecho de que el Hijo de Dios haya declarado que el Padre siempre lo oye (Juan 11:41). No podríamos imaginar siquiera una oración del Señor echada al trasto de la basura, ya que Dios no tiene desperdicio alguno. Al afirmar que Jesucristo es Dios eterno, que es una de las tres personas de la Divinidad, nos referimos a su perfección tanto en su esencia como en su rol desempeñado al venir a este mundo. Vino como la luz, como el salvador, como la justicia de Dios; pero de igual forma es llamado el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Aunque son demasiadas las personas que interpretan el vocablo mundo como la totalidad de personas que existieron, existen y existirán en el planeta, cabe la salvedad de que los contextos bíblicos refieren otra interpretación. Mirad, el mundo se va tras él (Juan 12:19) deja en claro que la frase dicha por los fariseos tenía la intención de ser una hipérbole, una exageración de lenguaje. Lo mismo sucede cuando se habla del bautismo de Juan al cual acudía Jerusalén y toda Judea y toda la provincia de alrededor del Jordán, ya que acá también se demuestra que el vocablo todo es una hipérbole usada por el escritor bíblico (Mateo 3:5-7). Había muchos fariseos y saduceos que no fueron bautizados, Herodes tampoco lo hizo, ni su mujer, ni Salomé.

Jesucristo intercedió por los que el Padre le había dado, no por el mundo (Juan 17:9). En esta ocasión el término mundo toma una acepción negativa en su totalidad, ya que el Señor divide a los habitantes del planeta en dos partes: Por un lado la iglesia (amigos, ovejas, escogidos del Padre), pero por otro lado el mundo (los réprobos en cuanto a fe, aquellos cuyos nombres no fueron escritos en el libro de la vida del Cordero desde la fundación del mundo - Apocalipsis 13:8 y 17:8). Jesucristo todavía intercede por los elegidos (Romanos 8: 34) y como el Padre siempre lo escucha estamos ciertos de que su oración es eficaz.

El beneficio de la muerte de Jesús es exclusivo para su iglesia por cuanto nunca fue pretendido para el mundo en su totalidad.  La separación que él hizo con su oración en la víspera de su crucifixión demuestra su propósito específico expiatorio referido solamente a los que el Padre le  dio (que incluye también a los que habrían de creer por la palabra de aquellos). Pretender la universalidad de la expiación es demagogia religiosa que ayuda a crear una esperanza vana, inútil e innecesaria. Lo peor de todo es que tal posición atrae las cabras hacia el aprisco de las ovejas.

Nuestra redención se fundamenta en el sacrificio del Hijo de Dios y su intercesión eficaz.  Jesucristo fue herido por la rebelión de su pueblo, justificó a muchos, oró y ora por transgresores específicos (los que el Padre le dio para redimirlos en la cruz; Isaías 53:8,11 y 12). Jesucristo sigue intercediendo por los elegidos del Padre, como ya mencionamos a partir del texto de Romanos 8:33-34.

Si recordamos el sistema del sacerdocio del Antiguo Testamento, veremos las funciones sacerdotales de los encargados de tal oficio. El resumen de su actividad se expresaría en los sacrificios de apaciguamiento de la ira de Dios ofrecidos ante Él y la intercesión ofrecida a nombre del pueblo. Propiciatorio era llamada la lámina de metal noble que separaba el Arca de la Alianza del sacrificio ofrecido; recordemos que aquella Arca contenía los libros de Moisés que acusaban de transgresión a los pecadores de Israel. Por lo tanto, el propiciatorio era el lugar donde se asperjaba la sangre ofrecida por aquellos pecados; con el Nuevo Testamento sabemos que Jesucristo vino a ser la propiciación por nuestros pecados.

No hubo ningún fracaso en el acto expiatorio del Hijo que afirmó: Consumado es (Tetelestai), lo cual significa que todo ha sido llevado a la perfección, acabado hasta su final. Por ello el Señor es tanto la propiciación como el abogado intercesor nuestro ante el Padre. ¿No dice la Escritura que si hemos pecado abogado tenemos para con el Padre? Por lo cual puede también salvar eternamente a los que por Él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos (Hebreos 7:25).

Inferimos que si Jesucristo no rogó por el mundo (Juan 17:9) tampoco ruega por los que no son salvados, por lo cual no murió por todas las personas. Para deshacer el pecado Jesucristo se presentó por el sacrificio de sí mismo, para llevar los pecados de muchos (Hebreos 9:26 y 28). De allí que si intercede ante el Padre lo hace en favor de aquellos por quienes cargó el pecado, los muchos por los cuales dio su vida, sus ovejas que vino a rescatar, su iglesia que es su cuerpo, nosotros llamados sus amigos. Son diversos nombres para un mismo conjunto de personas que se puede englobar con el nombre de pueblo de Cristo. Estos son los mismos amados eternamente (conocidos por Dios), los mismos que fueron predestinados por el Padre, los cuales son llamados oportunamente, justificados y glorificados.

El oficio del sacerdote del Antiguo Testamento tenía entonces dos lados importantes; primero que nada expiaba el pecado con el sacrificio ofrecido, pero luego oraba o intercedía en favor del pueblo que había ofrendado los animales para la expiación. De la misma forma, Jesucristo se entregó a sí mismo por sus ovejas (Juan 10:1-5) y ahora está a la diestra del Padre intercediendo por su pueblo (Romanos 8: 34). Si no rogó por el mundo la noche antes de su crucifixión quiere decir que en estos momentos tampoco ora por ese mundo.

Decir que Jesucristo murió por todo el mundo, sin excepción, es afirmar algo que además de ser mentira vendría a ser inútil. Y sabemos que un Dios perfecto no puede ser inútil en ninguno de sus actos; mal podría morir por aquellos que no fueron inscritos en el libro de la vida del Cordero desde la fundación del mundo. Mal podría haber muerto por todos sin excepción y ahora estar rogando solamente por los que el Padre le dio.

Si como dijo Santiago, la oración eficaz del justo puede mucho, decimos que la oración de Jesucristo el Justo es absolutamente eficaz. Dado que el Padre siempre lo oye, estamos seguros y ciertos de que nuestra salvación se ha alcanzado de pura gracia, sin nuestra cooperación ni consentimiento, porque a un muerto en delitos y pecados no se le puede pedir conciencia para aceptar o rechazar semejante oferta. No hubo oferta del Padre, como si fuese un comerciante, tampoco un llamado universal. Hubo y hay el llamamiento eficaz a cada uno de  aquellos que amó eternamente como a Jacob o a Jeremías, como a aquel ladrón en la cruz, como a todos aquellos que predestinó para salud eterna.

Por esta razón nos deleitamos en el Señor y tenemos las cosas que le pedimos, porque si oramos conforme a su voluntad nuestra oración también se vuelve eficaz. No en vano el Señor nos dijo que pidiéramos y se nos daría, que buscáramos el reino de Dios y su justicia y todas aquellas cosas que necesitemos nos serán añadidas.

César Paredes

[email protected]

destino.blogcindario.com


Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 9:36
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios