Lunes, 14 de diciembre de 2015

La historia del pueblo de Israel es la historia de Dios con ellos en una coyuntura pastoral, pero también en una relación teocrática. Una serie de normas cívicas y religiosas fueron dictadas con el fin de educar a una nación en los caminos de la sanidad física y espiritual. Al mismo tiempo, aquella pedagogía divina servía a otro propósito, ir mostrando a algunos pueblos circunvecinos el trato especial para con la descendencia de Jacob.

Sin embargo, después de muchos siglos de ignorancia en el resto del mundo no judío, Dios en un acto de misericordia sin igual se acercó a nosotros los gentiles. Pablo se declaró a sí mismo como un prisionero de Cristo Jesús por causa de los gentiles. Poco después de la muerte y resurrección de Jesucristo se abrió una nueva dispensación (administración o economía) de la gracia de Dios, la revelación del misterio escondido por siglos para el resto del mundo no judío.

Si los romanos dividieron el mundo entre ellos mismos y las gentes, los judíos hicieron algo parecido, el planeta estuvo cortado en dos partes, judíos y gentiles (las demás gentes). Tanto es así que existió un Derecho Romano frente a un Derecho de Gentes en la Roma Antigua. De la misma forma existía en el colectivo judío una división entre ellos y el mundo, hasta llegar a decir que Jesucristo había muerto no solamente por los pecados de ellos sino por los del mundo entero. De esta forma se englobaba teológicamente la inclusión de los dos grupos en uno.

Pero resulta que esta totalidad de personas lo es en un sentido colectivo y no distributivo. Cuando en la Biblia se habla de todo y de mundo no siempre refiere el contexto de los términos a la inclusión de todos sin excepción. Se dice que toda la gente se iba tras Jesús, pero en una hipérbole (exageración del lenguaje) que hablaba de una tendencia estadística del momento. De igual forma Juan en una de sus cartas dice que Jesucristo es la propiciación por los pecados de los judíos y por los de todo el mundo (el resto de las gentes o gentiles). Esa era la forma de incluir a los otros en la iglesia, de dejar de lado el exclusivismo judío.

Resulta obvio que muchos no fueron escogidos para salvación sino pocos, que mientras el Padre eligió a unos para vida eterna escogió a otros para condenación perpetua, porque Dios amó a Jacob y odió a Esaú antes de que fuesen creados, antes de que hiciesen bien o mal. Por esta razón sabemos que aquella propiciación por los pecados de todo el mundo no se hizo por los réprobos en cuanto a fe cuya condenación no se tarda.

La predestinación es una de las inescrutables riquezas de Cristo, un misterio escondido desde los siglos en Dios, el cual creó todas las cosas. Pablo expone que existe una multiforme sabiduría de Dios que es notificada por la iglesia a los principados y potestades en los cielos. Esta sabiduría está incluida en una determinación eterna, por lo tanto inmutable. Las consecuencias de este propósito divino son muy variadas y una de ellas es la seguridad y confianza que tenemos para entrar por la fe de Él a su reino. Otra consecuencia es que no tenemos por qué desmayar como si fuésemos a perder su gracia, ya que somos corroborados en la buena noticia con potencia en el hombre interior por su Espíritu. Además, Cristo habita por la fe en nuestros corazones por lo cual podemos comprender la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor del Señor.

El amor de Cristo excede todo conocimiento (a la medicina, a la mecánica, a la filosofía, a las humanidades y a un enorme etcétera de la ciencia) hasta llegar a la plenitud de Dios. ¿No es Dios poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos? Ciertamente Jeremías dijo al respecto que Dios nos enseñaría cosas grandes y ocultas que no conocemos (Jeremías 33:3).

La historia social del planeta corroborada con las profecías escritas miles de años atrás demuestra que Dios tiene planes. Pero su planificación incluye no solamente la nación política sino a sus individuos. Así como levantó a un Faraón para la gloria de su poder y de su justicia, o a un Judas Iscariote para entregar al Hijo hacia la muerte de cruz, ha levantado a un Pablo, a un Pedro, a un Apolo y a miles de mártires de la causa de Cristo para alabanza de su gracia. Y de la misma forma ha levantado a millones de personas que conformando su iglesia testifican día a día de la grandeza del amor y la misericordia de Dios. Pero el impío dejado de lado es también parte de su plan y no aparece por azar en el escenario cotidiano de la vida de los seres humanos. El dijo que había hecho al malo para el día malo (Proverbios 16:4).

A través de la historia humana Dios ha levantado profetas que anuncian su intención para con la humanidad. Podemos leer la historia de Noé que pregonaba un gran diluvio en medio de una generación apartada hacia el mal, pero el patriarca anunciaba una lluvia torrencial cuando jamás había llovido sobre la faz de la tierra. Recordemos que un gran rocío humedecía las plantas pero nunca había Dios abierto las cortinas de los cielos para derramar la lluvia. El anuncio de Noé en medio de aquella generación perversa y burladora parecía una locura. Además construía un arca que intentaba preservar las distintas especies animales y podía albergar una gran cantidad de personas.

Aunque el Señor sabía que solamente ocho personas entrarían en aquella construcción de madera con brea, el tamaño del arca pudo albergar a un número grande de individuos. Lo mismo acontece hoy día, el anuncio del evangelio se pregona por doquier y la gente con cierto interés se acerca a las congregaciones de los santos. Sin embargo, pese a su espacio amplio y abierto éste no se llena y es abandonado por muchos de los que entraron. Se cumple entonces la parábola del sembrador, pues solamente la semilla que cae en buena tierra germina para dar fruto en abundancia. 

Quiso Dios salvar al mundo por medio de la locura de la predicación (la locura del anuncio). Noé fue un pregonero de justicia, hablando de una lluvia que jamás antes había ocurrido. Juan el Bautista se constituyó en una voz que clamaba en el desierto. Elías sintió que solamente él había quedado dentro del pueblo de Israel sirviendo al verdadero Dios. Isaías se preguntaba quién había creído a su anuncio y al del Señor. Cada creyente siente a veces que está absolutamente solo en este mundo y tiende a deprimirse clamando a Dios que lo levante pronto de en medio de su dolor.

El anuncio del evangelio nos dice que el Padre está reuniendo todas las cosas en Cristo, sujetándolas bajo sus pies. Pero el mundo nos recuerda a diario que aquello parece una mentira, como mentira parecía el que cayera un diluvio para raer la tierra con sus habitantes. Los demonios hacen guerra a los creyentes, exaltan a los hijos de Satanás para que con su violencia y maldad hagan estragos cívicos y militares destruyendo de muchas formas el planeta. La vida como la conocemos parece un canto a la maldad y el antiguo anuncio de sujetar todas las cosas en Cristo se muestra como si fuese una débil ilusión.

Pero nada más lejos de la verdad, si no perdemos la perspectiva anunciada acerca de que aún al malo hizo Dios para el día malo. El diablo es parte de su plan eterno, la manifestación del hombre de pecado ha de ocurrir por fuerza, el hombre pertinaz se levantará muy a pesar de los castigos del cielo (como lo relata el libro de Apocalipsis). Pese a las plagas, sellos y trompetas la gente no se arrepentía de su mal sino que se levantaba para injuriar al Dios del cielo.

Pablo escribió que Dios soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para el día de la ira, porque hay que ser paciente hasta lo máximo para crear unos seres humanos y escuchar a cada instante sus quejas, blasfemias y provocaciones. Como ya lo dijera el profeta Jeremías hace muchos siglos: Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, las mujeres preparan la masa para hacer tortas a la reina del cielo, y derraman libaciones a otros dioses para ofenderme (Jeremías 17:8).

Porque el hombre impío ofende a cada instante a Dios con sus pecados y en especial con la idolatría. La idolatría es una gran ofensa al Creador pues viene a ser un recordatorio de que a pesar de ser Él el Creador de todo cuanto existe la criatura agradece a los demonios por su existencia y por su manutención. Sí, porque lo que las gentes sacrifican a sus ídolos, a los demonios sacrifican (1 Corintios 10:20), y esto no es nada nuevo en el corazón de la humanidad ya que en el Deuteronomio también aparece escrito: Ofrecieron sacrificio a los demonios, no a Dios; a dioses que no habían conocido, a nuevos dioses venidos de cerca, que no habían temido vuestros padres (Deuteronomio 32:17).

Pese a que el anuncio parezca una locura Dios cumple su propósito y todas las cosas se sujetan a Cristo hasta que el tiempo llegue a su límite. Entonces el Señor mismo vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos y toda persona doblará su rodilla para reconocerlo como el Rey de reyes y Señor de señores. Para muchos será de gran alegría este reconocimiento, pero para la mayoría será motivo de mucho lloro y crujir de dientes.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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