Viernes, 11 de diciembre de 2015

Enorme la importancia de la vida de Jacob convertido en Israel. El menor de los gemelos tuvo por primer nombre Suplantador, esto es, Jacob, pero después de haber luchado con Dios se convirtió en Israel, un príncipe con el Altísimo. El libro del Génesis narra la vida de este personaje esencial del universo cristiano, aún muchas centurias antes de que se conociera el misterio de la iglesia.

Hijo de Isaac (el hijo de la promesa para con Abraham) tenía un hermano mayor. El primero de los gemelos se llamaba Esaú, pero de acuerdo a los designios eternos e inmutables del Creador le fue dicho a Rebeca, la madre de los mellizos, que dos naciones combatían en su vientre y el hermano mayor serviría al menor. Esto significó una ruptura parcial con el hábito de los pueblos de entonces, donde el primogénito asumía los deberes de la familia pero disfrutaba de los derechos en forma exclusiva. Ruptura parcial por cuanto el principio de la primogenitura se mantenía pero no ya necesariamente por quien hubiera nacido primero. Dios no respeta a las personas ni sus costumbres, simplemente los hace como Él desea, a unos crea como vasos de honra pero a otros para deshonra.

Por esta razón Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, interpreta el mensaje bíblico de acuerdo a  los centenares de años de contexto histórico como el propósito de Dios respecto a la elección. Su frase célebre ha venido a ser una piedra angular en la cual muchos tropiezan, en especial aquellos que leen la Biblia pero que no soportan lo dura de oír que les parece. A Jacob amé, pero a Esaú odié. La versión en español habla de aborrecer en un intento de suavizar el étimo, pero el original griego no miente y permanece rectamente apuntando en un solo sentido: el amor se contrapone al odio, y viceversa. Miseo es el vocablo que se escribe en griego para designar el verbo odiar. Los que batallan contra su sentido acomodan el término para agregarle una semántica desviada; ellos hablan de amar menos, como si el vocablo lo permitiera.

En Romanos 9:10 se expone el hecho de que Rebeca había concebido de Isaac nuestro padre. Y se agrega que los niños no habían aún nacido, ni siquiera habían hecho ni bien ni mal, de tal forma que el propósito de Dios de acuerdo a la elección permaneciese, no por las obras sino el que llama. De esta manera le fue dicho a ella: El mayor servirá al menor. Como está escrito, a Jacob amé  pero a Esaú odié. Este es un texto angular por cuanto el que no pone atención a su estructura hace que el edificio de la fe le caiga encima y lo aplaste al ignorar su peligro. Lo que allí aparece escrito viene a ser un examen para cada cual que se diga creyente, ya que si no soporta su peso no es digno de ser llamado discípulo del Señor.

Esto le sucedió a un grupo de judíos que seguían al Maestro, maravillándose de sus milagros. Su sacrificio no se hizo esperar, dormían a la intemperie, lo seguían por tierra y mar, vivían agrupados en torno a sus palabras y señales prodigiosas.  Pero ellos murmuraban entre sí diciendo que esa palabra era dura de oír, añadiendo que nadie podía escucharla, porque hubo cosas que el Señor dijo que no les gustó. En realidad eso es lo que hacen hoy día desde los púlpitos de las Sinagogas de Satanás, hacerle creer a la gente que nadie debe oír tales palabras.

Con ese objetivo en mente, los pseudo cristianos cambian el sentido a los términos, agregan semántica nueva a los significados viejos, proponen un contexto diferente para los textos escritos. El Señor le preguntó a aquel grupo de seguidores si sus palabras los ofendían, ya que conocía lo que en su corazón tenían y la razón por la cual murmuraban. Hoy día no será diferente, aquella pregunta sigue estando en la mesa y cada quien que se llame seguidor de Jesús debe hacérsela: ¿Ofende la palabra del Señor? ¿Ofende la soberanía absoluta de Dios? ¿Es ofensivo el que Dios haya hecho vasos de honra y vasos de deshonra? ¿Incomoda que el Creador no haya consultado con su criatura respecto a su destino?

Ciertamente, Jacob el suplantador convertido en príncipe con Dios viene a ser el gozo de los redimidos. Esaú, el odiado por Dios, se convierte en el símbolo de la protesta, de la objeción, de la interrogante perpetua de ¿por qué, pues, Dios inculpa? Pues, ¿quién ha resistido a su voluntad? No hay mejor test para el alma que confrontarse con los textos de Romanos 9: 10 al 13. La respuesta que demos ante tal confrontación demostrará si estamos con los once discípulos que fueron elegidos para salvación o con Judas el que había de entregar al Salvador. Por cierto, ninguna diferencia existe entre el Iscariote y aquellos discípulos que se fueron murmurando porque les parecía dura de oír la palabra del Señor. Es a los miembros de este grupo que cabe la pregunta que Jesucristo hizo: ¿Esto os ofende?

Inevitable resulta deducir que Dios no ama a todas sus criaturas y que odia a un grupo de ellas. Ese es el significado esencial del texto en cuestión, al igual que la implicación que se deriva en el sentido de que la muerte expiatoria del Hijo fue exclusivamente de provecho para su pueblo. Jesucristo no murió por toda la humanidad, sin excepción, pues no lo hizo por Esaú, el odiado de Dios. Tampoco lo hizo por Faraón, el emblema del poder de la justicia divina, ni por Judas Iscariote, quien fue escogido como diablo. Tampoco murió Jesús por los que no tienen su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero desde la fundación del mundo. En síntesis, Jesús no murió por el mundo por el cual no rogó (Juan 17:9).

Los ofendidos por esta palabra del evangelio hacen una perífrasis interpretativa del mensaje evangélico. Ellos intentan disculpar a Dios frente al odio del mundo, y en su locura y desvarío atraen a las masas a la confección del antiguo becerro de oro: un Cristo que encaje a la medida de cada ser humano. El Dios hecho hombre se ha convertido de esta manera en el dios que hacen los hombres. Pero es un dios que no puede salvar a nadie porque no murió por nadie en específico, sino por una masa en forma potencial, que de paso ha sido declarada muerta en sus delitos y pecados y por lo tanto no tiene la facultad de decidir.  Por si fuera poco lo que hacen, los del otro evangelio agregan una pertinaz interpretación del texto que no se soporta desde ninguna de sus primigenias semánticas.

Por cierto, el argumento ad populum, el de que la mayoría tiene la razón, no es más que una falacia. El hecho de que el 85% de las iglesias protestantes hayan seguido a Arminio y sus variantes interpretativas no redime la teología equivocada que han asumido. Y recordemos que no se trata de creer con el corazón sin importar lo que hace el entendimiento, pues en la Escritura se habla claro acerca de que del corazón del hombre salen los buenos y malos pensamientos (pues de la abundancia del corazón habla la boca). De manera que no hay división entre el entendimiento de la sana doctrina y el creer con el corazón. Más bien Jesús dijo que él era el buen pastor que ponía su vida por las ovejas (no por los cabritos) y que ninguna de sus ovejas que le son propias seguiría la doctrina del extraño. Al contrario, las ovejas huirán del extraño porque desconocen su voz y seguirán al Pastor porque su voz escuchan.

César Paredes       

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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