Lunes, 30 de noviembre de 2015

A pesar de las maravillas creadas por el Dios del universo, la humanidad no logra ver que hay un hacedor de todo cuanto existe. Muchos llegan a decir que provienen de la nada, o que la vida se generó por la combinatoria del azar y la necesidad. Dicen que una explosión que no tiene motivación externa generó la vida como la conocemos en todas sus manifestaciones.

Aunque cualquiera pudiera asentir que tal forma de pensar corresponde a la naturaleza del hombre caído en el pecado, tenemos un caso bíblico muy patético en relación al llamado pueblo de Dios. De entre todas las naciones Él escogió la más insignificante, sin que tuviese virtud alguna para que fuese su testigo en la tierra. El pueblo de Israel se había olvidado de las maravillas de la naturaleza, así como también de todas las proezas que Jehová había manifestado en su providencia para con ellos. Ni las pruebas grandes que habían visto sus ojos ni las señales y maravillas presentadas ante ellos fueron comprendidas por los destinatarios del mensaje.

Moisés era el líder de aquel pueblo y tuvo que decirles que Jehová no les había dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír, hasta incluso ese día (Deuteronomio 29:4). La esencia del mensaje de toda la Escritura para todas las edades refiere a Dios como el soberano que hace como quiere. De allí que haya dejado la predicación del evangelio como el mecanismo de acercamiento a Su presencia, si bien es el Espíritu Santo el encargado de colocar fe en las personas que son enviadas al Hijo por el Padre.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles se narra el caso de una mujer vendedora de púrpura que, pese a estar atenta a las palabras de Pablo, tuvo que ser beneficiada con la apertura de su corazón. Dios actúa utilizando al hombre en la expansión de su evangelio pero si no abre los corazones de los que van a creer nunca creerían. La narración de Hechos 16:14-15 es comparable a la descrita en Deuteronomio 29:4. En el Nuevo Testamento aparece Lidia como una representante de la iglesia naciente, pero en el Antiguo Testamento está gran parte del pueblo de Israel sin el beneficio de un corazón para entender. ¡Cuán importante es entender las Escrituras y no solo escucharlas o leerlas!

El Espíritu y la Palabra van juntos, son inseparables y sin contradicción. La palabra predicada sin la unción del Espíritu es como la semilla caída en pedregales, espinos o junto al camino, de acuerdo a la parábola del sembrador. Los conflictos personales, los afanes del mundo y los enviados del maligno dificultan que los granos broten o que crezcan con raíz profunda en caso de que germinen. La necesidad de esta conjunción viene dada por el hecho notorio de la enemistad entre Dios y el hombre. Es una gran mentira decir que Dios reconcilió a toda la humanidad, sin excepción, con el sacrificio de Su Hijo.

Como cuando la Biblia nos dice que toda Jerusalén o Judea salía a ser bautizada por Juan, asimismo las expresiones todo, todos, todo el mundo, son relativas al contexto colectivo de la narración. Casi nunca refieren a un contexto absoluto o distributivo. Equivale a decir que toda la ciudad llenó el estadio de fútbol, o en términos bíblicos que Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a Él: y sentado Él, los enseñaba (Juan 8:1-2); en este texto no se incluye a los fariseos que por odiarlo no lo seguían, ni a todos los miembros del Sanedrín, ni a todos los soldados que tenía Herodes ni a los visitantes extranjeros de la ciudad. Sin embargo, se usa la expresión todo el pueblo para dar a entender en una hipérbole (exageración del lenguaje) que había mucha gente a su alrededor.  Por causa del llamado domingo de ramos y en razón de haber resucitado a Lázaro una gran multitud seguía a Jesús, pero los fariseos dijeron entre sí: ¿Veis que nada ganáis? He aquí el mundo se va tras Él (Juan 12:19). También fue escrito: Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:19). Ni cada habitante del mundo de entonces se iba tras Jesús ni los que somos de Dios somos del maligno. Entonces queda claro que estas expresiones son hiperbólicas y desdicen de la teología enseñada por Jesucristo, los apóstoles y los profetas si se interpretaran en un contexto distributivo relativo a cada miembro de la raza humana.

En 1 Tesalonicenses 1:4-5 Pablo expone que los hermanos amados por Dios habían sido escogidos por Él, ya que su evangelio vino a ellos no solo de palabra sino también con el poder en el Espíritu Santo. Ese poder fue el mismo empleado sobre Lidia para abrirle su corazón, de manera que comprendiese las palabras del apóstol, pero también es el mismo poder que se utiliza cuando va ocurriendo lo vaticinado por Ezequiel en relación al cambio del corazón de piedra por uno de carne.

A pesar de ser piadosa, según la descripción de Lucas en el libro de los Hechos, y pese a que Lidia escuchaba atenta a Pablo con interés, no podía entender el sentido profundo del evangelio. Solo las palabras de superficie oía hasta que el Espíritu de Dios le activó en entendimiento espiritual, porque las cosas espirituales se han de discernir espiritualmente. De esta forma se comprende que la fe, la salvación, la gracia, el mecanismo de la locura de la predicación son obra de Dios. Nosotros no somos sino sus agentes para la expansión de las buenas nuevas, mas sin su intervención especial en cada corazón no hay redención posible.

No es de todos la fe y la fe es un don de Dios. Estas dos premisas están contenidas en dos versos de la Escritura. Como sin fe es imposible agradar a Dios y dado que no hay quien entienda, ni quien busque a Dios, la buena noticia consiste en decirle a las ovejas escogidas desde la eternidad para salvación que ésta ha llegado. ¿Quiénes son esas ovejas? Son los amigos de Cristo, son su Iglesia, aquellos por quienes dio gracias al Padre por habérselos dado. Por ellos, y solamente por ellos, murió Jesús. Pongo mi vida por las ovejas (no por los cabritos), no ruego por el mundo (Juan 17:9).

Aquel poder del Espíritu con el cual fue predicado el evangelio a los de Tesalónica no fue otro que la unción para el entendimiento. No pensemos que ese poder fue el conjunto de milagros o maravillas de la iglesia primitiva, los cuales constituían un sello para autenticar el mensaje del enviado de Dios. Muchas personas que disfrutaron de tales milagros jamás fueron creyentes. Recordemos a los diez leprosos, de los cuales uno solo regresó a dar gracias. O pensemos en los discípulos de Jesús que se retiraron murmurando por la palabra dura de oír que enseñaba el Maestro. Esto lo hicieron poco después de haber comido los panes y los peces milagrosos que se les ofreció ante sus ojos.

Los milagros o maravillas son señales especiales de Dios que obedecían, en principio, a la autenticación del profeta. Dios también tenía otros propósitos, como el mostrar su gloria o ayudar a algunos, pero esas cosas fueron eventos extraordinarios.  En cambio, el poder de la palabra predicada descansa en la acción del Espíritu de Dios para abrir los ojos, los oídos, el entendimiento de quien oye, de forma que crea y sea salvado. Porque no quiso Dios salvar al hombre por otra vía y este mecanismo vino a ser suficiente.

La palabra sola puede instruir y generar buenos hábitos, buenas costumbres en los pueblos. Eso también lo dijo Pablo cuando se preguntaba en qué había aprovechado a Israel el ser custodios del mensaje divino. Dijo que en mucho y lo explicó, pero también agregaba más adelante que esto ocurría a pesar de la caída de ese pueblo para beneficio de los gentiles. Hoy día hay pueblos que han tenido por hábito el leer las Escrituras, el aprender de ellas, el propagar sus enseñanzas. Todo ello genera un provecho cultural, pero eso no basta para llegar a creer para salvación. Para esto último se hace necesario aquello (la palabra anunciada) junto a la actividad especial del Espíritu (el nuevo nacimiento). En esto solo Dios es suficiente y el hombre una criatura pasiva que recibe el beneficio.

Como no hay otra forma de salvación decimos con Jesucristo: Así Padre, porque así te agradó.

César Paredes

[email protected]

destino.blogcindario.com

 

 

 


Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 12:47
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios