Leemos los evangelios en la Biblia y en ocasiones nos preguntamos por qué son cuatro en total o cuál es la razón por la que cada uno de ellos presenta características propias que no son halladas en los otros. Aunque hay quienes se jactan de señalar que las diferencias entre los cuatro libros mencionados apuntan a que no son inspirados, otros aducen que las diferencias afinan la particularidad hallada en ellos.
Y es que lo que dice Mateo puede no decirlo ni Marcos, ni Lucas ni Juan. Cada uno de estos escritores dirá cosas singulares, si bien otras comunes refuerzan la veracidad de los hechos. Muchos estudiosos a través de los siglos han mostrado la referencia de cada uno de los evangelios de la Biblia. Por ejemplo, Mateo es quien refiere el reino de los cielos, presentando a Jesucristo como el Hijo de David. Y es que David era un rey emblemático cuya descendencia se sentaría por siempre en su trono. Desde esta óptica podemos entender el énfasis en la genealogía de Jesucristo mostrada en el primer evangelio del Nuevo Testamento.
En realidad, lo peculiar de cada uno de los evangelios nos dibuja el deseo del Espíritu de mostrar alguna particularidad del carácter de Cristo. Pero vemos omisiones de relatos en uno u otro evangelio o tal vez inclusiones de los mismos pero desde diferentes ángulos. La razón está centrada en el interés del Espíritu a través del escritor bíblico de presentarnos lo que se debía resaltar de la persona y el trabajo de Jesucristo.
Si el primer evangelio presenta a Cristo como el Hijo de David, o el Rey de los Judíos, es lógico que se haya incluido la genealogía real del Mesías. Se suma el hecho de los magos (sabios) del Oriente que preguntaron acerca del lugar donde había nacido ese rey. De igual forma Mateo nos relata acerca del Sermón del Monte donde encontramos la normativa del evangelio del reino.
Marcos se encargará de mostrarnos al Siervo de Jehová que a pesar de ser igual a Dios fue hecho siervo por nuestra causa. De esta manera sabemos por qué no hay descripción alguna de genealogía en este libro. Lo que interesa a este escritor es el servicio de Jesús hecho hombre, su ministerio desde su comienzo. Le tocó a Marcos presentarnos con justicia el énfasis en los milagros los cuales constituyen obras de servicio propias del Siervo de Jehová.
La genealogía presentada en el evangelio de Lucas se remonta hasta Adán, el primer hombre (y no solo hasta Abraham), pero en contraste con todos los demás Jesús es llamado el Hijo del Hombre. Estamos en presencia del Dios hecho hombre o manifestado en la carne. La humanidad del Señor se exhibe en este evangelio que lo vincula con Adán, asunto del cual nos hablará después el apóstol Pablo cuando compara el primer y segundo Adán. Jesucristo es puesto a nuestro nivel, a excepción del pecado, porque como también dijera el apóstol citado grande es el misterio de la piedad. Dios manifestado en la carne (1 Timoteo 3:16).
No es posible negar la gran diferencia entre Jesucristo como Hijo del Hombre y cualquiera de nosotros como hijos de hombres. Sabemos que Juan nos presentará al Señor como el Hijo de Dios, de manera que en Lucas se expone la gran diferencia entre nosotros como mortales humanos y Jesús como el Hijo del Hombre. Asimismo sabemos que aunque nosotros seamos llamados hijos de Dios, en virtud del amor divino, Jesucristo es en forma especial el Hijo de Dios, por cuanto es Dios.
Juan vinculará a Jesús como al Verbo hecho carne, como a Dios mismo desde la creación por quien fueron hechas todas las cosas. En el principio era el Verbo y el Verbo era Dios (Juan 1). Podríamos decir que la de Juan es una genealogía que se inicia en la eternidad, ya no como el heredero del trono de David, ni como el Siervo de Jehová, ni como el Hijo del Hombre, sino como Dios mismo o como el Hijo de Dios. El Cordero de Dios es también el Unigénito del Padre o la Luz del mundo en cuyo nombre debemos orar.
En síntesis, lo que se muestra como una diferencia se convierte en un complemento. Los cuatro evangelios armonizan porque buscan presentar la vida y obra de Jesucristo desde cuatro perspectivas descritas también en el Antiguo Testamento. Pero veamos lo que se escribió en el Nuevo, en el libro de Apocalipsis en su capítulo 4 verso 7: Y la primera criatura viviente era semejante a un león; y la segunda era semejante a un becerro; y la tercera tenía la cara como de hombre; y la cuarta era semejante a un águila volando. Estos querubines o criaturas vivientes representan -como lo señala A.W. Pink- lo siguiente: La primera criatura viviente es el León de la tribu de Judá (la raíz de David), el cual es el rey entre las bestias del campo, un símbolo del retrato presentado en el evangelio de Mateo, visto además como Jesús Rey de los Judíos o Hijo de David. El segundo querubín o segunda criatura viviente era como un becerro o un buey joven. Este animal simboliza a Cristo tal como lo representa Marcos, como el Siervo de Jehová, así como el buey era el animal de servicio en Israel. La tercera criatura viviente tenía cara como de hombre, alineada con Jesús en tanto el Hijo del Hombre del que hablara Lucas. Y el cuarto ser viviente era como un águila volando, un animal que proviene de los cielos como el Jesús avizorado por Juan en tanto el Hijo de Dios. Si los tres seres vivientes precedentes eran absolutamente terrestres, la cuarta manifestación es absolutamente celestial: un águila que vuela en las alturas, el cual simboliza el carácter eterno de nuestro Señor Jesucristo (Véase: A. W. Pink. Why Four Gospels?).
Si bien cada evangelio enfatiza sobre un aspecto particular y central ninguno oculta lo que los otros afirman con vehemencia. En todos ellos hay trazos de Jesús como hijo de David, el Siervo de Jehová, El Hijo del Hombre y como el Hijo de Dios. Pero cada uno de ellos destaca su propia particularidad sin ignorar las características mostradas en los otros evangelios. Esta es la armonía del Espíritu que ha inspirado a los escritores de la Biblia, inspiración que nos permite confiar en que la palabra de Dios sigue siendo viva y eficaz.
Cada vez que abramos uno de los evangelios estemos atentos a su tema central y comparemos la armonía existente entre los cuatro en general. Son cuatro visiones expuestas de acuerdo al interés señalado por quien inspiró tales escritos, de manera que todo se orquesta con la armonía propia de quien hace todas las cosas en forma perfecta y para su propia gloria.
César Paredes
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