Mi?rcoles, 04 de noviembre de 2015

Es común escuchar de parte de los intelectuales no creyentes que si Dios es el autor de todo entonces ha hecho el mal. Si hizo el mal quiere decir que no es bueno, por lo tanto no conviene creer en Él. Con este planeamiento esgrimido muchos llamados conversos se espantan e intentan defender a Dios, que no necesita defensa. El planteamiento expuesto es un lazo para el que lo arma, al reconocer como premisa que Dios es el autor de todo.

Si en realidad Dios ha hecho lo que existe se implica que también ha creado a quien así piensa. Por lo tanto la conclusión de que no conviene creer en Él resulta en un contrasentido. Se podrá argumentar que no me agrada tal Dios o que no soporto semejante idea, pero negar su existencia luego de sostener la premisa de que Él es el autor de todo parece una contradicción.

¿Qué nos dice la Escritura al respecto? Por un lado declara que el necio dice en su corazón que no hay Dios. En consecuencia el necio cree que él se hizo a sí mismo, que fue producto de un azar cósmico, que fue el resultado de un universo en explosión que siempre estuvo allí. Por otra parte, la Biblia afirma que en realidad Dios ha hecho todo, que es cierta tal presunción ya que de la boca de Jehová sale tanto lo bueno como lo malo.

En realidad no hay nada malo que acontezca en la ciudad que Jehová no haya hecho (Amós 3:6). Pero más allá de que Dios sea el Creador de todo lo que existe lo que demuestra tal realidad bíblica es que el hombre no tiene la más mínima opción de escape de su mano. Al ser barro moldeado por el alfarero el ser humano toma la figura que le han dado. Esta figura no es otra cosa que su destino, impreso por un lado en su ADN así como en el medio cultural que lo circunda. Las profecías de la Biblia demuestran el acierto de Dios en el cumplimiento de lo que ha dicho que acontecería.

Los que insisten en que la caída de Adán fue un acto posible pero no determinado deberían pensar en lo que la misma Escritura señala del Cordero de Dios. Este Cordero estuvo preparado desde la eternidad para que fuese inmolado en la cruz en favor de su pueblo escogido. Fue Juan quien nos dijo que Jesús ya había sido inmolado desde el principio del mundo (Apocalipsis 13:8), mientras Pedro asegura que Jesús fue ordenado de antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postrimeros tiempos por amor de vosotros (1 Pedro 1:20).

¿Cómo podía Adán no pecar si el Cordero de Dios tenía que morir por los pecados de su pueblo? Es evidente que Dios controla cada detalle de su creación de manera que nada falte a su palabra. De no ser así correría el riesgo de que sus criaturas arruinasen sus planes y que Él fallara en ser Dios. Adán no fue un ser independiente de la voluntad de Dios sino que hizo lo que de Él Dios quería que hiciese. Es evidente que Dios se propuso que Adán pecase, ya que había preparado a Su Hijo mucho antes de hacer al primer hombre sobre la tierra.

Pero para la calma de los que se exacerban decimos que Dios no tienta a nadie, así como tampoco puede ser tentado. El no es tentado porque no tiene concupiscencia, no puede ser atraído ni seducido para hacer el mal. Por otro lado, hacer el mal es actuar contra su esencia asunto que en su virtud jamás haría. Pero una cosa es tentar y otra es ordenar el mal. Como Dios soberano ha hecho incluso al malo para el día malo (Proverbios 16:4).

En vista de lo dicho, ¿quién puede estar de pie en Su presencia para acusarlo? ¿Quién eres tú para altercar con Dios, el tiesto contra el alfarero? Todo lo que Dios quiso esto ha hecho (Salmo 115:3 y 135:6). La falacia del libre albedrío se evidencia de la soberanía de Dios. No hay nada creado que sea independiente de su Creador, de manera que el hombre libre en sus decisiones no es más que una perversa ilusión. Aún el corazón del rey (el hombre más poderoso en la tierra) está sujeto a los planes de su Autor, a todo lo que quiere lo inclina.

Después de la insistencia bíblica en la más absoluta soberanía de Dios se levanta otra gran pregunta: ¿Por qué, pues, Dios inculpa? Pues, ¿quién ha resistido a su voluntad? Con este parlamento se expone la tesis dualista, la que habla de la libertad humana para poder ser juzgado. El dualismo es una herejía teológica que presupone libertad en la criatura para que sea juzgada por sus actos. Es herejía por cuanto contraviene lo dicho por la Escritura; fijémonos en Adán que tuvo que pecar sin ser libre plenamente (pues no hay nada que sea independiente de su Creador), sin embargo fue condenado a muerte espiritual y física.

Dios no solo inculpa de pecado en un acto judicial sino que extrajudicialmente ha condenado a Esaú aún antes de que hiciese bien o mal (Romanos 9). Si la elección que Dios hizo de su pueblo (sus escogidos) ocurrió antes de la fundación del mundo, el bien y el mal como hechos de premio o castigo quedaron por fuera de ese acto de misericordia eterna. Pero la elección para vida eterna presupone su contrapartida, una elección para condenación.

Pablo debatió este tema y nos aseguró que Dios no previó nada en el ser humano sino que ordenó lo que éste habría de hacer. De esta forma amó a Jacob sin miramientos en el bien o mal que haría, pero asimismo odió a Esaú sin importar si haría mal o bien. Con semejante declaración como premisa principal la conclusión inevitable es que Él es soberano y hace como quiere, tampoco tiene consejero ni quien detenga su mano para decirle ¡qué haces!

Con razón Jesucristo dijo que había que temer no a los hombres que matan el cuerpo pero no pueden hacerle nada al espíritu, sino que había que temer a Dios, quien tiene el poder de echar el cuerpo y el alma en el infierno de fuego. Pero la humanidad se ha apartado del precepto bíblico, algunos por engaño expreso y otros por aversión a las Escrituras. Sin embargo, nadie podrá alegar desconocimiento de la ley divina que fue impresa en los corazones de los hombres.

Porque lo que de Dios se conoce, a ellos es manifiesto; porque Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterna potencia y divinidad, se echan de ver desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas; de modo que son inexcusables: Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni dieron gracias; antes se desvanecieron en sus discursos, y el necio corazón de ellos fue entenebrecido (Romanos 1:19-21). Para Dios no hay acepción de personas: Mas por tu dureza, y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios; el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: A los que perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, la vida eterna. Mas a los que son contenciosos, y no obedecen a la verdad, antes obedecen a la injusticia, enojo e ira; tribulación y angustia sobre toda persona humana que obra lo malo (Romanos 2: 5-9).

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 7:38
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