No son pocos los errores doctrinales del monje británico que vivió entre los siglos IV y V. Por lo menos hay siete planteamientos heréticos de este monje que lo hicieron famoso: 1) Adán fue hecho mortal, de manera que habría muerto hubiese o no pecado; 2) el pecado de Adán lo afectó a él solo y no pasó a la raza humana; 3) los niños recién nacidos están en el mismo estatus que Adán antes de pecar; 4) la raza humana no cayó en el pecado por cuenta de Adán, así como tampoco se implica que haya resucitado por la resurrección de Jesucristo; 5) los niños no bautizados tienen vida eterna (por el solo hecho de ser niños inocentes, mas aclaramos que el bautizo tampoco salva a nadie); 6) la ley conduce al reino de los cielos como también lo hace el evangelio; 7) aún antes de la venida de Cristo hubo gente que no pecó nunca.
Dado que Agustín de Hipona opuso resistencia a los argumentos de Pelagio, tiempo después este hereje aceptó la tesis del pecado original y de la necesidad de la gracia, pero acompañadas del hecho de que es el hombre el que debe dar el primer paso hacia Dios para que lo asista. En consecuencia, algunos monjes trataron de sostener un justo medio entre la doctrina de la gracia defendida por Agustín y la tesis general de Pelagio, aceptaban la gracia asistente junto a la concepción de la determinación humana hacia el bien.
A este cambio sutil se ha llamado semipelagianismo, adosado dentro de las filas católicas con la expresión popular que dice: ayúdate que yo te ayudaré. De las múltiples herejías se pasó a solo algunas de ellas, como si reducir la cantidad excesiva de arsénico a una simple dosis mortal matase menos a una persona. La tesis semipelagiana ha enseñado que todos los hombres nacen pecadores por causa de Adán, que tampoco pueden salvarse a sí mismos sino por mediación de Jesucristo, pero que el hombre conserva las facultades espirituales para decidir su destino. En este sentido, la predestinación pasa a ser el resultado de la omnisciencia de Dios que previó quienes irían a creer y quienes no.
Posteriormente, un jesuita de nombre Luis de Molina dio una nueva perspectiva a lo planteado por Pelagio. Habló de la gracia habilitante que Dios infunde a cada persona para que decida su destino. Es una breve corrección a la tesis de Pelagio quien decía que el hombre debería dar el primer paso. Como el protestantismo predicó con acierto que el hombre estaba muerto en sus delitos y pecados y no podía dar el primer paso, Molina expuso la tesis del término medio, del justo medio aristotélico, donde Dios Todopoderoso se despoja momentáneamente de su soberanía para darle la oportunidad al hombre de que decida su destino. Esta hipótesis molinista fue predicada por Arminio de una forma muy sutil dentro de las universidades protestantes de su época.
En otros términos, el semipelagianismo junto al arminianismo hacen a Dios un plagiario que roba las ideas de los corazones humanos para luego dictarle a sus profetas lo que Él ha decidido hacer. Claro, como el hombre es supuestamente libre para decidir y actuar en consecuencia, Dios se limita a escudriñar el corazón humano para descubrir la historia. De esa manera podemos imaginar lo que vio en Poncio Pilatos, en Herodes y en Judas, para nombrar algunos pocos. Con esto en mente deducimos que aún la crucifixión de Su Hijo fue designio humano, asunto que aprovechó para hacerlo su plan y comunicarlo a los profetas.
Sabemos lo que la Escritura anuncia, que no somos suficientes para pensar nada como si fuera de nosotros, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios. Él es quien produce en nosotros tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad. Pero Él es quien dijo A Jacob amé más a Esaú odié (MISEO), aún antes de que hiciesen bien o mal, antes de que naciesen. En tal sentido y con tal prueba escrita Dios no tuvo que mirar en el corazón de Esaú para conocer lo que haría, más bien lo que hizo éste fue consecuencia de la predestinación. De allí la lógica del objetor que reclama por qué, pues, Dios inculpa; y si no había hecho ni bien ni mal, tampoco tuvo Dios alguna conducta impropia que mirar para condenar, por inexistente.
Creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna, expresión cuyo contenido le pareció repugnante a Arminio cuando escribía contra la predestinación. Esto atormentaba a Wesley quien abjuró de tal Dios, pero justo es reconocer una vez más que la condenación a priori de Esaú fue motivo suficiente para que el príncipe de los predicadores calvinistas, Charles Spurgeon, exclamase que su alma se rebelaba (revolt) contra el que intentara colocar la sangre del alma de Esaú a los pies de Dios. Es decir, Spurgeon se rebeló contra el Espíritu Santo quien en definitiva inspiró a Pablo para que escribiera el contenido de Romanos capítulo nueve.
La mal llamada iglesia en general es semi-pelagiana y arminiana, padeciendo de estos dos males en su conjunto, sea que se alternen o que se den en un solo momento. Y los llamados calvinistas también se acercan al arminianismo porque lo consideran un asunto de perspectiva teológica antes que una herejía absoluta. Ellos no quieren desprenderse del legado de siglos de sus célebres escritores y sus sínodos y famosas confesiones de fe. Pero lo más sencillo y recomendable sería que se acogieran a la Escritura antes que a las doctrinas de los hombres, aunque para eso hace falta discernimiento espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente (1 Corintios 2:14).
Las herejías de Pelagio fueron disminuidas en la historia, pero no por eso son menos peligrosas. El catolicismo conserva y pregona algunas de ellas, por lo cual ha dicho desde el Concilio de Trento que sea anatema todo aquel que niegue que el libre albedrío coopera con la salvación de nuestras almas. Y el triunfo de los jesuitas sobre el protestantismo lo constituyó la droga del arminianismo (Toplady) que ha dado fruto para perdición. Pero hay quienes tampoco tienen clara la visión teológica de la Escritura por causa de la droga del calvinismo.
A la ley y al testimonio...Escudriñad las Escrituras porque en ellas os parece que tenéis la vida eterna.
César Paredes
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