Santiago asegura que la fe sin obras es muerta. Este planteamiento ha traído debate en torno a la teología de la gracia y la teología de las obras. Se ha dicho que este apóstol está en franca oposición con la tesis de la gracia presentada por Pablo. Sin embargo, las apariencias pueden engañar y no podríamos decir que la Escritura entra en contradicción con ella misma. Más bien lo difícil del camino se debe a nuestra forma de andar más que a los obstáculos que puedan aparecer. Así que miremos los textos y sus contextos para definir lo que dicen.
El apóstol Pablo habló de las obras que no pueden presentarse como credenciales para la salvación. Con todo, una vez salvo, el creyente ha de hacer cosas como batallar contra la carne para hacer morir sus obras, agradecer a Dios por Jesucristo quien nos librará del cuerpo de muerte, estar consciente de la ley del pecado en nuestro cuerpo, evitar ciertas prácticas que son un claro indicio de andar perdido. Estas prácticas son las obras de la carne: fornicación, adulterio, inmundicia, lascivia, hechicerías, avaricia, herejías, homicidios, borracheras, truhanerías, etc. Asimismo, en el Apocalipsis se nos dice que los mentirosos serán lanzados al lago de fuego. Es evidente que sí existe un hacer y un dejar de hacer en la vida del creyente, pero esto sería un reflejo de su santidad más que un requisito de salvación.
Pienso en el ladrón en la cruz y reflexiono acerca de sus obras, lo que a la luz de Santiago pareciera ser ninguna. A no ser que las obras sean el arrepentimiento sincero, el creer verdadero, el tener la fe que da el Señor, etc. Pablo, por su parte, en una de las cartas a los Corintios dice que hay hermanos que edifican sobre el fundamento que es Cristo, pero dentro de éstos los hay quienes edifican con oro, plata o materias preciosas, así como también con madera, heno y hojarasca. Al final la obra de cada uno será pasada por el fuego para ser probada y se pondrá en evidencia el material de construcción. Madera, heno y hojarasca serán consumidos y la obra se perderá, si bien el hermano será salvo como de un incendio. ¿Contraviene este planteamiento lo expuesto por Santiago, cuando dice que la fe sin obras es muerta?
Puede hacerse una reflexión comparativa entre Pablo y Santiago a propósito de las obras y la fe. Inferiremos algunas perspectivas que deben ayudar: tal vez el concepto de fe es diferente en ambos apóstoles, así como el concepto de obras. Santiago contrapone a la fe verdadera la fe aparente, como la que tienen los demonios. Ellos creen que Dios es uno y tiemblan, pero de nada les sirve. Esa fe aparente es la que Santiago ve en muchos militantes de la iglesia, la cual de nada les sirve como tampoco les sirvió a los demonios. Esa fe es aprendida pero nunca un regalo de Dios. Esa fe sirve para esbozar conceptos doctrinales eclesiásticos, para esforzarse en una conducta acorde con la ética de la iglesia. Incluso a muchos les serviría para hacer señales en el nombre de Cristo, como dijera el Señor respecto a los cabritos que teniendo a su izquierda enviará a la condenación eterna.
La fe para Pablo es la que Cristo da (pues no es de todos la fe y la fe es un don de Dios, frases ambas del apóstol). Si Dios la ha dado será suficiente y en cuanto a las buenas obras dijo que ya habían sido preparadas para que anduviésemos en ellas. Pablo habla mal de las obras, pero de aquellas que pretenden ponerse como justicia propia en detrimento de la justicia de Dios, que es Jesucristo. Santiago habla bien de las obras, pero de aquellas que son fruto de la fe auténtica (no aparente) y que permite demostrar que se está en la verdad. Por medio de esa fe oramos y somos sanados (cuando Dios así lo decide), por medio de ella ayudamos a los hermanos más necesitados en la iglesia, evitamos la adulación a los más ricos en los templos. Esa es la fe de Elías el profeta, que oró para que no lloviese y el cielo se cerró para traer la sequía por tres años y seis meses, pero volvió a orar y de nuevo cayó lluvia.
La fe auténtica de Santiago se diferencia de la fe aparente o aprendida de los demonios. Ellos conocen muchas cosas porque las han vivido de cerca, han tenido la experiencia de andar por vista siguiendo a su príncipe. Por lo tanto, los creyentes que argumentan tener fe porque su experiencia así se los dice (muy a pesar de que siguen viviendo según la carne y practicando las obras propias del principado de Satanás, adulando a los ricos, menospreciando a los pobres, dudando cuando oran) no la tienen en forma auténtica. Al parecer la admonición de Santiago ayuda a saber quién está firme o quién ha recibido el don de la fe de parte de Dios.
Al mirar el llamado de Abraham vemos que su fe le fue contada por justicia, pero esa justicia dio su fruto: más adelante en el Génesis se habla de la obediencia de Abraham. ¿Será eso lo que intenta decirnos Santiago?
Pienso en una metáfora de otra metáfora ya conocida, la del caballo y la carreta. Supongamos que llamamos al caballo Fe y a la carreta Obras. El caballo hala la carreta o la fe hala las obras, pero nunca al contrario. Santiago no pudo decir que la carreta es la que hala el caballo porque hubiese sido un absurdo. Para interpretarlo en una manera coherente pensemos que este apóstol ve al caballo y a la carreta (Fe y Obras) en forma dinámica, pues no concibe la forma estática de ambas.
En otros términos, Santiago sostiene que la fe en abstracto no salva o no sirve de nada si no está en movimiento produciendo (halando) buenas obras. Tal vez la fe en abstracto de los llamados hipercalvinistas sea un ejemplo práctico para comprender a Santiago. Ellos sostenían que no había que predicar más por cuanto Dios ya tenía previsto quiénes se salvarían. Estos se van a salvar prediquemos o no prediquemos. Tal posición es errada a la luz de Santiago (y de las Escrituras en general) por cuanto se nos ha ordenado anunciar este evangelio. Quizás tratando de evitar la quietud del caballo y la carreta Santiago habló de la fe sin obras que es muerta.
Pero a raíz de esta luz podemos ver cuáles fueron las obras del ladrón en la cruz: reconoció que él era pecador y merecedor del castigo sufrido; reconoció a Jesús como el Señor que vendría de nuevo en su reino; reconoció el poder del Señor y su misericordia pues le pidió que se acordara de él en su venida. En otro sentido, el ladrón en la cruz no habló de sus buenas obras en la vida porque no las tuvo, no hizo una evocación de su pasado porque no era digno, simplemente creyó como Abraham y le fue contado por justicia. Sabemos que el motivador de la fe de este ladrón fue el Espíritu Santo de acuerdo a la predestinación del Padre desde la eternidad. Este ladrón ni siquiera se bautizó, para vergüenza de los que proclaman el bautizo como un sacramento.
Dado que no todos los creyentes lo son como ese ladrón en la última hora de su vida, los que hemos creído con mucho tiempo por delante debemos producir obras vivas. Las obras de las que habló Pablo en sentido negativo son obras muertas (no por obras, para que nadie se gloríe). Son muertas porque el creyente mientras estuvo muerto en sus delitos y pecados no pudo producir obra viva.
Sin embargo, una vez vivificados por el Espíritu amamos al Señor (una obra viva), tememos su nombre (otra obra viva), intentamos luchar contra la ley interior del pecado (Romanos 7) lo que también es otra obra viva. El núcleo de todo esto está en poder separar el concepto de obras para salvar a la persona del concepto de las obras que exhibe la persona cuando ha sido salvada.
La fe verdadera permite que el creyente ande en las buenas obras preparadas de antemano, opera por medio del amor y la amabilidad para con los hermanos. Esta fe hace que se esté pendiente de las necesidades de los feligreses, como si fuese una gracia operativa. No es una fe histórica, como si alguien dijese estoy en la fe de mis padres, no es una fe sacada de la experiencia de otros (fe aprendida). El ejemplo relatado por Santiago es de impacto, dice que si el hermano o la hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento diario, y alguno de los creyentes les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero sin darles las cosas necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovechará? Esto sería una fe sin obras, totalmente muerta.
Pero Pablo no está ajeno a este concepto reclamado por Santiago, ya que él escribió a los corintios que si tuviese toda la fe del mundo para decir a un monte quítate y échate en el mar, pero no tuviese amor, de nada le serviría. Justo es recalcar que Santiago no afirma en ningún momento que las buenas obras dan el derecho del perdón de pecados, la adopción como hijos de Dios, abre las puertas de la gracia o permite heredar el reino de los cielos. Solamente advierte que la fe auténtica que da el Señor permite tener amor por los hermanos. Lo mismo dice Juan, que si no amamos a los hermanos a quienes vemos, ¿cómo podemos amar a Dios a quien no vemos?
Otro ejemplo tomado de las Escrituras respecto a la fe que se profesa y está vacía es la de Simón el Mago. ¿De qué le aprovechó tal profesión de fe? Como él pululan muchos por las iglesias de hoy, haciendo decretos de prosperidad, pactando económicamente con Dios, dando limosnas y ofrendas con el ávido deseo de recibir cien veces más. ¿Aprovecha tal obra al impío, aunque diga que tiene fe? Abominación es a Jehová la oración y la ofrenda de los impíos, dice la Escritura. Esta fe yace solamente en la lengua, pero no en las obras, se enreda en las palabras pero no descansa en la verdad.
En síntesis, la Escritura concuerda con ella misma y se interpreta a sí misma. No es posible añadirle la interpretación privada ni buscar contradicciones donde no las hay. Conviene escudriñarla para entender su sentido, comparar texto con texto para vislumbrar su armonía. La fe sin obras es muerta, pero las obras no salvan jamás. Las obras son producto de la fe que Dios da a su pueblo, obras que por cierto ya fueron diseñadas para que andemos en ellas. El llamado de Santiago se centra en que no nos separemos del amor para con el prójimo, el llamado de Pablo es parecido: Con toda la fe pero sin amor se viene a ser como un metal que resuena o címbalo que retiñe.
César Paredes
destino.blogcindario.com
Tags: SOBERANIA DE DIOS