Más allá de que se prediga que algo va a suceder, los mecanismos para que el evento acontezca han de ser provistos. Dios es poderoso, Él predice porque decreta, pero de igual forma todos sus fines tienen sus medios adecuados. Por supuesto, Él también es el hacedor de esos medios, sin que falte ninguno de ellos. Nosotros en nuestra historia tenemos la vista enfocada hacia las causas y efectos de lo que vemos, siendo mucho más dados a olvidar el propósito eterno de Dios.
Nuestra mente se ocupa de la naturaleza, de las relaciones históricas entre los eventos acaecidos. Decimos que hay tendencias humanas, políticas, sociales, que marcan el destino histórico de la humanidad. No es del todo falso, pero es apenas un espejismo de la realidad teológica que exponen las Escrituras. Cuando uno lee desde Génesis hasta Apocalipsis se encuentra con los decretos de Dios ejecutados de manera natural por las mortales criaturas humanas. Un rey va al combate y se camufla, para no ser herido; pero una flecha a la deriva penetra su cuerpo y cae a tierra con su último suspiro. El autor de este hecho azaroso es el arquero, dirán algunos, pero en el relato bíblico fue Dios quien así lo maquinó. De hecho, abunda la literatura acerca de casos similares.
Judas vino a ser el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese; por esta razón fue dicho que el Hijo del Hombre iba como estaba previsto. Las dos partes antagónicas estuvieron predichas, tanto el Redentor como el traidor que había de entregarle. El Hijo del Hombre no podía ir de acuerdo a lo previsto sin el traidor del cual se había profetizado años atrás. El oráculo divino se dio en virtud del decreto también divino, de manera que Dios no conoce por la gracia de una bola de cristal, ni porque mira a través de los corazones de las mortales criaturas. Su conocimiento se basa en Sí mismo, no en el objeto que jamás llega a conocer. Porque Dios no llega a conocer nada, dado que no puede ser en nada ignorante. La razón de su conocimiento descansa en Sí mismo, en sus decretos eternos e inmutables: su alma deseó e hizo.
El apóstol Pablo tenía información de primera mano, sabía que Dios había prometido desde antes del comienzo del tiempo una esperanza de vida eterna (Tito 1:1-4). A este dictamen divino se suma el hecho de que Dios no puede mentir, como lo secundan otros autores de la Biblia. Aquello que fue previsto y ordenado desde antes de los siglos para que aconteciese, tiene tiempo, lugar y modo de acaecer en la historia humana. Dice el apóstol que a su debido momento manifestó su palabra en la predicación que se me ha confiado por mandato de Dios nuestro Salvador.
Se puede apreciar la tendencia bíblica en mostrar dos vocablos para la idea del tiempo. Uno es χρόνος (Cronos), el otro es καιρός (kairós); el primero refiere a la cronología desde la perspectiva humana, el segundo hace alusión al tiempo desde la óptica divina. Más allá de que en lengua griega no exista la misma distinción en forma secular, dentro de la Escritura uno aprecia un sistema en cuanto a la aparición de esos dos vocablos según sus contextos. Aquello que fue decretado acontecer en la historia humana, en el cronos de los hombres, tiene perfectamente asignado un kairós divino. La crucifixión del Señor no aconteció ni antes ni después de lo previsto por Dios, de acuerdo a como leemos en el libro de Daniel.
La predicación de la palabra divina ocurre en su debido tiempo, no se dice que no sea necesaria para la salvación y el testimonio divino. Todo lo contrario, Pablo dijo en otro contexto ¿cómo oirán si no hay quien les predique?, de manera que la evangelización es una necesidad en el tiempo (kairós) de Dios. Pero es también una valoración importante dentro del tiempo humano. El que Dios en su soberanía haya querido salvar a unos y condenar a otros, no impide el anuncio de la buena noticia para sus elegidos. Jesucristo lo confirmó ante sus discípulos: id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, éste será salvo; mas el que no creyere será condenado (Marcos 16:15-18).
Con la predicación del evangelio ocurrirá que serán salvos los que lleguen a creer. Desde la perspectiva humana el hombre cree o no cree lo que le predican. Además, lo hace a su tiempo (en el cronos de la historia). Pero una vez que se da cuenta de lo que la Escritura enseña, ese nuevo creyente sabrá que fue salvo en el tiempo de Dios, que fue salvo porque su nombre estaba escrito en el libro de la vida desde la fundación del mundo. La predicación de este evangelio es también parte esencial del mismo. Las personas cuyo entendimiento ha sido abierto por Dios, para que comprendan desde un principio que de no ser por su gracia no habría salvación alguna, se regocijan en esta verdad. No es posible ser salvo por la gracia de Dios y ser al mismo tiempo ignorante de lo que implica ese acto gratuito y misericordioso de Dios.
Por más que se predique intelectualmente esta verdad de la soberanía de Dios, si Él no da el entendimiento en los corazones humanos, nadie puede ser salvo. Pero de la misma manera, ninguna persona con este entendimiento dado por Dios puede ser condenada. Eso es lo que se desprende de su palabra inspirada, a Jacob amé, mas a Esaú aborrecí (antes de que hiciesen bien o mal) -Romanos 9. No hubo posibilidad de que Esaú fuese salvo en ningún momento, ni de que Jacob se perdiese nunca. Vemos a cada uno de ellos en el camino que les fue trazado desde la eternidad, uno dando fruto de justicia y el otro produciendo obras muertas.
Por esta razón se levantan no pocas personas contra el dictamen del Señor, diciéndole ¿por qué, pues, inculpa? Pues, ¿quién puede resistir a su voluntad? Y este es el gran examen que se le hace a la criatura, de manera que los que hacen fila con el objetor parecen estar ordenados como vasos de ira para destrucción, a no ser que les resplandezca la luz de Cristo. Para eso solamente Dios es suficiente, pues la mucha predicación no moverá a ninguna piedra hacia la vida, ya que en ella misma no existe poder sobrenatural. Lo que sucede es que el poder sobrenatural de Dios lo manifiesta Él cuando quiere, y las más de las veces lo ha hecho por la predicación de su palabra a través de sus elegidos.
Ese fue el caso de Pablo, a quien el Señor le habló en el camino a Damasco. Pero a Juan el Bautista el Espíritu lo movió en el vientre de su madre para que mostrase su alegría ante la persona de Jesucristo que estaba en el vientre de María. Si el Señor no le hubiese abierto el corazón a Lidia para que oyera lo que Pablo decía, no hubiese creído. La soberanía de Dios implica fines que tienen sus medios necesarios e inevitables. En el razonar del apóstol Pablo, todos estos asuntos soberanos del Padre traídos a nuestro nivel terrenal parecen ser parte de la locura de la predicación con la cual quiso Dios salvar al mundo.
Multitud de pueblos quedaron por fuera de la vista de Dios, se llaman amalecitas, amorreos y egipcios, junto a un gran etcétera. Un pueblo tan insignificante como Israel fue el escogido para ser el portavoz de la revelación escrita, bajo la promesa que se hiciera en el Génesis. En Isaac sería llamada descendencia, de manera que ni siquiera todo el pueblo de Israel fue comprendido como materia de salvación por parte del Soberano Dios. Por eso Pablo explicaba en su carta a los romanos que Dios había amado a Jacob pero había aborrecido a su hermano gemelo Esaú. No era por raza, no era por haber nacido primero, mucho menos por obras de mérito alguno, sino por la elección y por el Elector.
En Tito 1:1 Pablo habla de la fe de los elegidos de Dios. Destaca el que Dios haya escogido a ciertas personas para ser recipientes de la gracia salvadora. Esta acción divina no se fundamentó en obras que el escogido hubiese hecho, como si Dios viera el futuro para conocer la buena voluntad de los elegidos. Dios escogió a su pueblo de acuerdo a su prerrogativa soberana, según su propio placer, de tal manera que dio a su Hijo como un regalo en estos tiempos y para la eternidad. El regalo de la salvación es también un regalo para el Hijo, por cuanto el Padre nos entrega a él como fruto de su aflicción.
Pablo estaba consciente de esta verdad revelada, por eso dijo que soportaba con paciencia todas las cosas por causa de los escogidos. El era uno de los comisionados por Dios para llevar el evangelio de salvación a los que Dios había escogidos; nosotros también hemos sido comisionados, de manera que podemos hacer con alegría nuestro trabajo, cuyo fruto está asegurado.
César Paredes
destino.blogcindario.com
Tags: SOBERANIA DE DIOS